Capítulo 1. Pretty Shining People

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Salgo corriendo de casa pasadas las 7 y cuarto de la mañana, doblo la esquina de mi calle y el autobús se va en mis narices. Muy bien Caro, un Martes mas llegando tarde. No entiendo muy bien porque la gente odia tanto los lunes, si en realidad es el segundo día de la semana quien te recuerda que ya no hay vuelta atrás, y que todas esas horas que perdiste el finde viendo capítulos de Suits en Netflix no van volver.

Vetusta Morla con su vieja escuela suena por mis auriculares mientras disfruto de Madrid a principios de Octubre. Cruzo la calle ante la atenta mirada de un gato negro que se esconde tras la rueda delantera de un clio. Ojalá tuviese aquí a mi viejo huevo amarillo para poder llegar a tiempo a primera hora. Tres semanas en Madrid y solo fui a la clase de presentación. Universidad Autónoma 1 - 0 Carolina García, pero no pasa nada, es sólo el principio del cuatrimestre (llegará noviembre con sus exámenes y me seguiré diciendo lo mismo), pero bueno de ilusiones viven los tontos.

Entro por la puerta del bar mientras Manuel me sirve el café grande con leche que llevo tomando todas las mañanas en las que se me quedan las sábanas pegadas, dejo el euro cincuenta sobre la barra y salgo decidida a la parada de metro. Según mis cálculos y si mi orientación en el metro no me falla, en 45 minutos exactamente estaré en el hospital de la Princesa lista para empezar mis prácticas.

Me subo a la línea 4 del metro mientras The Fray me asegura que el amor nunca muere. ¿Nunca os ha pasado que os sentís fuera de lugar? Pues así me siento yo cada vez que me subo a un vagón lleno de gente en plena hora punta. Consigo un asiento al lado de una chica que no será mucho mayor que yo con lo que creía que era su hermano pequeño. No, es su hijo que no para de intentar coger su balón de plástico del real Madrid de la sillita. Me acuerdo de mi amiga Ana que ya estaría riéndose porque se nos pasa el arroz, pero oye que a mis 23 años y medio bastantes responsabilidades tengo con 2 cactus y un pez.

- Que si papá no te preocupes. Solo es un poco de catarro, nada que reposo y un ibuprofeno no me solucione. Nos vemos en la cena. Sí. Un beso.- un chico de unos 25 años sale por la puerta mientras habla por teléfono. Tiene un aspecto horrible y mientras cruza el vagón para salir por la puerta deja un olor a colonia y desodorante increíble. Qué maravilla. Debería ser obligatorio darse una ducha de al menos 5 minutos antes de entrar en cualquier transporte público.

Sigo sus pasos ya que por fin he alcanzado la última parada, y efectivamente han pasado 45 minutos desde que me subí en Argüelles al metro.

- Buenos días bella durmiente. Tienes la llave en mi casillero. Nos toca triaje, date prisa.- Marcos me saluda con unas ojeras considerables en su pálida cara mientras le da un sorbo a lo que deduzco que no es su primer café del día.
- Hola, siento llegar tarde, todavía no me aclaro en Madrid.- creo que es hora de cambiar de excusa porque llevo así más de dos semanas. Giro a la derecha y tras coger el ascensor entro en la sala de residentes, donde dejo mis cosas, me coloco mi bata y mi fonendoscopio. Antes de salir cojo un caramelo de naranja de mi mochila y bajo a la planta baja preparada para mis prácticas.

Creo que es momento de daros algo de información sobre mí. Me llamo Carolina García y soy estudiante de sexto curso de medicina. Llevo en Madrid poco tiempo gracias a una beca SICUE que solicité a finales del curso pasado. Después de vivir en Oviedo toda la vida con mis padres ya era hora de un cambio de aires, aunque solo sea por un año.

- Vaya cara que llevas. ¿Mala guardia anoche? No pasa nada que ahora viene tu estudiante favorita a alegrarte la mañana.- bromeo con Marcos mientras le doy el caramelo de naranja. Desde que descubrí que a este residente de tercer año gallego le gustaban, supe que íbamos a ser buenos amigos. A ver, ¿a quién no le gustan los caramelos de naranja? La mayoría de la gente cree que saben a jarabe y prefieren los de limón. No saben nada.
- Mala malísima. No sabía yo que en Madrid los lunes fuesen un sábado en Vigo, solo nos llegaban chavales borrachos y drogados. No habría una fiesta de esas universitarias que tenéis y por eso llegas tarde? La verdad que me prefiero esa excusa a la de que te has perdido por Madrid. Caro, tu vida es demasiado aburrida.

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