Prólogo: Un cuento para dormir

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-Vengan, niñas, hora de dormir.

En la habitación, alumbrada por velas aromáticas de vainilla, Nicolette instó a sus hijas a entrar en la cama. Las cuatro ya traían puesto su camisón para dormir y sus dientes estaban recién lavados.

-¿Qué cuento nos vas a leer hoy, mami?.- preguntó Amara, la mayor.

-¿Qué les hace pensar que hoy les toca un cuento?.- Nicolette tapó con el cobertor a la pequeña Jolene.

-Hoy es Domingo, todos los Domingos toca un cuento antes de dormir.- Desirée, quien normalmente no estaba interesada en nada que estuviese relacionado con la lectura, parecía poco entusiasmada por la falta de un cuento esa noche.

-Vaya, no puedo combatir contra esa lógica.- Nicollete rió y se sentó en la cama de Alanna, su hija de en medio.

Su marido entró y besó a sus cuatro hijas en la frente. Su ondulada cabellera rubia estaba algo mojada todavía después de su baño.

-Hueles a shampoo, papá.- Dijo Amara.

-¿Y mi shampoo huele bien?.- preguntó su marido.

-¡Sí! Huele a rosas.

-Oh, hablando de rosas, ya sé qué cuento les leeré hoy.- Nicolette aplaudió de alegría.- Maurice, chérie, ¿Podrías por favor darme el libro rojo que está en el librero de la izquierda?.

-Claro, querida.

Maurice salió de la habitación y fue al cuarto de lectura al final del corredor. Al llegar allá encontró dos libros con la descripción que le había dado su esposa.

-Aquí hay dos, querida.- Gritó Maurice.- ¿Cuál es el que quieres?

Maurice revisó los libros. El primero, el más grande, tenía una carátula de espinas que rodeaban al libro. Eran doradas y tenían un relieve al tacto tan bueno que de lejos podrías creer que eran reales. No tenía título y las hojas en su interior estaban llenas de apuntes hechos a mano.

-Éste seguro que no es.- pensó Maurice en voz alta. Aunque su esposa era escritora de cuentos para niños, rara vez los leía en casa a sus hijas. Seguro, pensó Maurice, que ese era un libro con sus anotaciones y borradores.

El segundo libro, uno más pequeño, tenía una rosa disecada en la portada. Estaba tan bien conservada que si te acercabas el libro a la nariz podías oler su aroma. Aunque la rosa no estaba completa, varios pétalos estaban caídos en la parte baja del libro. Era una bonita portada, bastante simple pero la forma de la rosa y sus pétalos significaban algo que probablemente venía dentro del libro.

-El que tiene la rosa en la portada, chérie.- Nicolette dijo desde la habitación de las niñas.

Maurice dejó el libro grande en su lugar y tomó el pequeño.

Entró a la habitación apresuradamente y se lo entregó a su esposa.

-Aquí tienes, querida.- le dió un casto beso en los labios.

-Gracias, amour.- Nicolette tomó el libro y le devolvió el beso. Abrió el libro por la mitad.- Muy bien, niñas, la historia de hoy será "La Belle et la Bête", de Madame Gabrielle de Villeneuve.

Las niñas soltaron un gruñido.

-Il était une fois...-Nicolette fue interrumpida por el grito de ¡No! de sus hijas.- ¿Qué sucede?

-¿Acaso todo el libro está en francés?.- preguntó Alanna.

-Pues claro, es un clásico.

-Pero es una lengua muerta, mamá.- Desireé giró los ojos.

Una Bestia en la CorteWhere stories live. Discover now