🌙-3

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  Durante las largas y aburridas horas que debía que permanecer acostado en esa camilla incómoda había pocas cosas que lo mantenían distraído y entretenido.  Una de ellas era ver una serie que daban todos los dias a las ocho de la tarde en ese televisor pequeño ubicado en la parte superior de la habitación, otra (y la que más lo entretenía) era observar lo poco del pasillo que se podía ver, a los medicos y medicas ir caminando apurados a algún lugar, tal vez camino a salvar una vida.Se podía pasar varias horas entreteniendose sólo viendo el pasillo, no tenía nada que ver con el querer ver al doctor de ojos azules otra vez, o eso es lo que Dean decía cada vez que Sam le insinuaba que ese era su motivo oculto.
 
  Lo extraño era que nunca lo veía pasar por ese pasillo, el policía no lo quería admitir pero, se sentía un poco decepcionado. Quería volver a verlo, aunque sea para agradecerle y tal vez para volver a ver sus ojos tan electrizantes. Decidió recuperarse lo antes posible, comer de manera sana, no hacer esfuerzo físico y en poco menos de dos semanas ya estaba casi nuevo; la anemia provocada por el sangrado de la herida había menguado, las vendas ya casi no eran necesarias debido a la costra que cubrió la herida. Así que cuando la enfermera le dijo amablemente que ya estaba de alta, Dean casi sale corriendo y brincando en un pie por los pasillos.

  Sus ojos esmeralda recorrían todos los rincones posibles buscando al doctor angelical del cual ni siquiera sabía el nombre. Empezó por el piso en el que estaba, que era el cuarto, después buscó en el quinto, después en el tercero, recorrió el segundo y eran pasadas las 8 de la tarde cuando terminó de recorrer el primero. Ya casi sin esperanzas, bajó a la plata baja.

  En ese piso había muchos quirofanos y muchos doctores dentro, no se podía ver dentro de esos lugares por lo que no sabía si el doctor de ojos azules estaba en uno de ellos. Pero no se rindió, buscó entre los doctores que estaban fuera de estos, los cuales para su suerte, eran pocos. Llegó a una sala exagonal y bastante grande, paró en seco.

  Su pecho empezó a subir y bajar con mayor velocidad, podía sentir el latido de su corazón en sus oidos, retumbando. No sabía porque exactamente sus ojos empezaron a arder ligeramente. Con el dorso de su mano se froto su cara, suspiró dejando todo el aire retenido en sus pulmones viajar libremente hacía el exterior, practicó una sonrisa amable (no quería lucir muy serio o enojado) y suave.

–Hannah,ve a tu casa y no te preocupes del papeleo, déjamelo a mi– la voz exageradamente aspera y grave del hombre frente a él era inolvidable. Dean era una persona coqueta, confianzuda y sinvergüenza, pero por unos segundos sus piernas flaquearon, su mente vaciló y sintió que si hablaba en ese momento su voz se trabaría tanto que no podría ser entendida. Su nuez de Adán subió y bajó en menos de un segundo. Y casi como si cada pierna pesara 20 kilos, Dean hizo un gran esfuerzo para llegar al escritorio exagonal ubicado en el centro de la sala.

–h-hola lindo –su voz realmente se trabó, un impulso de irse corriendo invadió su cabeza, pero inmediatamente lo ignoró. Sus cejas se juntaron mas su sonrisa no desapareció, el hombre enfrente suyo ni se dió vuelta, ni siquiera se movió un poco,siguió de espaldas a él.

  Dean, aún sin darse por vencido, caminó por el borde del gran escritorio hasta estar por fin frente al hombre de bata blanca, cabellos desordenados y ojos azules electrizantes. Volvió a suspirar y a hacer su sonrisa (esta vez más temblorosa que la anterior).

–h-hey... – el hombre frente a él elevó paulatinamente su cabeza para mirar a la persona que lo llamó, en unos instantes su rostro serio se arrugó en una sonrisa amable y una mirada dulce, y Dean se sintió desfallecer ahí mismo.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2019 ⏰

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