Trece

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—Que agradable verte, Maman.

Marguerite sonrió brillantemente a su madre, quien estaba sentada en el sofá de su sala de estar. Helene llevaba un elegante sombrero de plumas altas y una pelliza azul que la hacía parecer tan joven como Marguerite.

Era tan poco característico de Helene abandonar la casa del placer durante la semana que Marguerite estaba ya cautelosa.

—Es agradable verte también, mi querida. Vine a ver como progresa tu relación amorosa, —Helene sonrió. —Aunque no tengo necesidad de preguntar. Estás brillante.

Marguerite tocó su mejilla. Demasiado para que su madre no se metiera en su vida amorosa. ¿Qué era lo que había ocurrido para hacer que Helene cambiara de opinión? Marguerite pensó que estaba pálida, pero quizá su madre veía cosas diferentes. Ella era, después de todo, una experta en todas las cosas sexuales y nunca tuvo miedo de expresar su opinión.

—Todo está bien, Maman, gracias.

Helene inclinó su cabeza hacia un lado, sus ojos azules considerando.
—Pero no vas a compartir los detalles íntimos conmigo, ¿verdad?

—Realmente no.

La sonrisa de su madre flaqueó.
—Y así debe ser. Como Philip me sigue recordando, eres una mujer madura. Solo quería asegurarme de que todo estaba bien. Siempre sentí que te fallé con Henry.

Marguerite se tensó. —¿De qué forma?

—En muchos sentidos. No estaba allí para aconsejarte. No pude prepararte para la noche de bodas.

—Henry me preparó demasiado bastante bien, Maman. No creo que debas preocuparte.

Su madre se inclinó hacia delante, las manos fuertemente entrelazadas juntas. —Cuando me encontré contigo en Dover después de la boda, estaba preocupada por si habías sido forzada a casarte

—Lo sabía. Espero haberte convencido de que no era el caso.

Había intentado tan arduamente fingir a su madre que todo estaba bien, para que la dejase y así ella podía regresar con Henry y Jarry.

—De hecho lo hiciste, pero todavía no estaba segura si decirte lo que había encontrado sobre Henry. Con lo que sucedió con Sir Jarry después, quizá debería haber sido más directa.

—¿Qué pasa con él?

Helene se encogió de hombros.
—No es importante ahora, ¿verdad? Henry está muerto, y odiaría mancillar su memoria.

Marguerite apretó sus manos juntas. —Maman, has venido hasta aquí para verme, deberías también decirme lo que quieres decir. Como ya hemos tratado, soy una mujer adulta.

—Está bien. —Helene todavía dudaba. —¿Sabías que Henry llegó a la casa del placer como invitado de Sir Jarry Jones?

—Henry me lo contó

Helene asintió con la cabeza.
—¿Alguna vez compartió contigo lo que hacía allí?

Oh Dios, su madre sabía, había sabido todo antes… Marguerite tragó duro.

—Olvidas que, Sir Jarry vino con nosotros en nuestra luna de miel. Se hizo obvio que mi relación con Henry era más complicada de lo que quizá debería haber sido.

—Eso es lo que pensaba también, aunque nunca les vi hacer algo indiscreto. Desde que recuerdo, siempre durmieron con mujeres. —Helene hizo una pausa. —Me pareció que Sir Jarry estaba enamorado de Henry. ¿Fue eso como se sintió para ti?

La voz de su madre fue tan suave, tan comprensiva. Marguerite envolvió sus brazos alrededor de su pecho. ¿Podría compartir la verdad con su madre o era mejor estar simplemente de acuerdo? ¿No sería mejor echar la culpa a Henry que estaba muerto, en lugar de a Sir Jarry, quien todavía vivía y sin embargo era incapaz de defenderse a sí mismo?

Perversión. » k.th (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora