Desperté con la cabeza de Stephen recargada en mi pecho y con su brazo izquierdo sobre mi abdomen; él seguía dormido, su cuerpo subía y bajaba lentamente con cada respiración que daba, sus labios parecían hacer un puchero y no pude evitar sonreír al verlo, se veía estúpidamente tierno y me encontré debatiéndome entre moverme y correr el riesgo de despertarlo o quedarme así hasta que despertara por sí solo. Decidí que la segunda opción era la mejor, tomando en cuenta que Stephen solía molestarse demasiado si lo despertabas.
Mientras esperaba me puse a pensar en que realmente me sentía más tranquila con lo que Stephen me había dicho la noche anterior; hablaríamos las cosas después, cuando fuera apropiado, eso era seguro y sin importar qué sucediera no nos afectaría de manera negativa jamás porque me quiere como yo lo quiero a él y sabemos que ambos necesitaremos del otro por siempre ya que nos complementábamos a pesar de ser muy diferentes; él es impulsivo, intimidante, descontrolado, seguro de sí mismo, suele ir mucho a fiestas y siempre tiene a alguna chica tras él; yo, por otro lado, soy tranquila, algunos me describen como tierna, inocente, insegura, yo no suelo salir seguido de mi apartamento, de hecho podría decirse que no me gustan las fiestas y para terminar ningún chico anda tras de mí nunca. Éramos opuestos, sin duda alguna, pero teníamos lo que al otro le faltaba y eso era lo que nos volvía tan unidos.
Después pasé al tema que era prioridad en este momento: la boda de la madre de Stephen. Él seguía molesto, así estaría por un tiempo más, pero estaba segura de que era más que nada por el miedo de que pudiesen dañar a su madre - emocionalmente - una vez más. Después de que el padre de Stephen se fuera, su madre se convirtió en su mundo completo, la protegería contra todo y todos sin importar las diferencias que podían llegar a tener; eran ella, sus hermanos y él desde hacía unos años así que obviamente eso los había unido un poco más. Ahora Stephen se rehusaba a ir a la boda, pero yo no creía que eso fuese correcto, pues si en realidad es la mujer que más ama en el mundo haría lo que sea con tal de verla feliz. Tenía que convencerlo de ir a la boda, de arreglar las cosas con su madre y con su prometido o en unos años se arrepentiría de no haber estado ahí para ella.Sentí como apartó su brazo, acariciando mi abdomen con su mano en el proceso, mientras despertaba poco a poco. Se apartó de mí, recostándose boca arriba y abriendo los ojos despacio, luego los talló con sus manos y volteó a verme.
- Buenos días - le dije con una sonrisa, él la devolvió de inmediato.
- Buenos días. ¿Qué hora es? - preguntó enderezándose para sentarse en la orilla de la cama, dándome la espalda.
- No lo sé, quizá sean cerca de las 10 de la mañana - lo vi tomar su teléfono para ver la hora y de reojo pude ver que tenía demasiados mensajes y llamadas perdidas; estaba segura de que se trataba de su madre o de sus hermanos.
- 10:30 exactamente.
- Te lo dije - reí levemente cuando me miró con esa expresión divertida plasmada en su rostro.
- Eres una adivina.
- Eso ya lo sabías - le guiñé un ojo y, acto seguido, me levanté de la cama dirigiéndome directamente al cuarto de baño -. Si quieres ducharte cuando salga puedes hacerlo, hay un par de toallas en el armario del pasillo, puedes tomar la que quieras.
- Gracias, Cora - escuché antes de cerrar la puerta para poder darme un buen baño.Procuré no tardar mucho como suelo hacer, salí en 10 minutos y envuelta en mi toalla volví a mi habitación; Stephen no estaba ahí y supuse que se había ido a la cocina o a la sala de estar, así que aproveché para buscar la ropa interior que usaría ya que había olvidado meterla al baño conmigo como normalmente hago cuando hay visitas en mi departamento. Me puse la braguita sin quitarme la toalla y luego pasé a deshacer el nudo que sostenía la toalla a mi cuerpo, aventándola a la cama, para ponerme rápidamente el brasier. Al girarme para tomar la toalla y enrollármela de nuevo vi a Stephen parado en el marco de la puerta, provocando que pegara un brinco al igual que un pequeño grito.
- Me asustaste - le dije con una mano sobre el pecho, sintiendo mi corazón acelerado por el susto.
- Lo-lo siento - sus ojos repasaron mi cuerpo de pies a cabeza y de regreso. Tomé la toalla y me envolví en ella, dejando mi cabello caer sobre mi rostro para ocultar el sonrojo que estaba apareciendo.
- Creo que no tengo nada que no hayas visto ya - le dije bromeando cuando me percaté de que no apartaba los ojos de mí.
- Tienes razón, pero esto... - hizo una breve pausa, tragó saliva - es diferente.
- ¿A qué te refieres?
- No importa - negó con la cabeza como intentando apartar las ideas que rondaban en ella -. Tomaré una ducha - tomó la ropa que traía el día anterior y salió de la habitación, dejándome sola.
Esperé hasta escuchar el ruido de la regadera para quitarme la toalla y terminar de vestirme. Acto seguido, cepillé mi cabello y dejé que se secara por sí solo en lo que tendía la cama, luego maquillé ligeramente mi rostro con un poco de máscara para pestañas y un brillo para labios, no tenía ganas de poner mucho más en mi cara. Caminé pasillo abajo para entrar a la cocina, escuché como la regadera ya estaba cerrada cuando pasé por el baño y pensé en la ventaja que los hombres tenían, siempre tardaban menos en ducharse a diferencia de las mujeres.
Ya en la cocina abrí el refrigerador para ver las opciones que teníamos para el desayuno, no había nada más que un litro de leche; tendría que hacer compras. Busqué algo más en las alacenas y encontré una caja de cereal, ahora ya teníamos lo necesario para un plato de cereal con leche. Saqué dos bowls y un par de cucharas, los puse sobre la isla de la cocina junto con el cereal y la leche, fui por mi celular a mi habitación para entretenerme con algo y de regreso a la cocina me topé con Stephen en el pasillo.
- ¿Vamos a desayunar? - pregunté mientras lo veía secarse el cabello con la toalla.
- Sí, solo dime donde puedo poner la toalla.
- Puedes extenderla sobre el respaldo de la silla del escritorio.
- De acuerdo - se fue a a mi habitación y yo regresé a la cocina, tomé asiento en uno de los bancos altos y empecé a servir mi cereal, luego le puse la leche y comencé a comerlo. Stephen apareció dos minutos después con el ceño fruncido y el celular en la mano, sus dedos se movían mientras contestaba un mensaje de texto.
- ¿Todo bien? - pregunté después de que aventó el celular sobre la madera de la isla y tomó asiento.
- Sí, solo es mi hermano - asentí con la cabeza y llevé a mi boca otra cucharada de cereal.
Stephen sirvió el cereal en su bowl y le puso leche, luego empezó a comerlo; parecía distraído, se notaba que estaba pensando mil cosas al mismo tiempo mientras comía en silencio, yo decidí que era mejor no interrumpir sus pensamientos y al igual que él me quedé callada.
- Cora - me llamó cuando di mi última cucharada, lo miré -, ¿podría pedirte un favor?
- Sabes que sí.
- ¿Me llevarías a mi casa? Quiero cambiar mi ropa.
- Claro, termina tu cereal y después te llevo, ¿de acuerdo?
- De acuerdo, gracias - sonrío agradecido, y la tensión que no había notado en sus hombros, desapareció; me pregunté por qué sería y después caí en cuenta de que era porque no quería ir solo y encontrarse con su hermano, la noche anterior me había dicho que no quería hablar ni ver a nadie de su familia y supuse que esa sería la razón por la que quería que lo acompañara, conmigo ahí sería algo más sencillo evitar una escena; aunque también estaba la probabilidad de que no lo encontráramos en la casa ya que podría estar trabajando, o en el gimnasio, o en cualquier otra parte.
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Opuestos
Novela JuvenilNunca sabes lo que el destino te depara y menos en cuanto de amor se trata. Yo aprendí eso como todos lo hacemos en algún punto de nuestras vidas; algunos lo aprenden por las buenas y otros por las malas. En mi caso... creo que fue por las buenas...