único tal y como su sabor

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Un hombre hecho de algodón de azúcar

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Un hombre hecho de algodón de azúcar.

Totalmente rosa, lindo y apetitoso.

Aquel hombre con peculiar tacto pegajoso era mi mejor amigo.

Con quien podía recargar mi cabeza entre hombro y cuello, encontrando ahí la tranquilidad y aroma delicioso.

No podría llorar sobre él, eso le haría daño.

No podría morderle de manera juguetona, eso lo destrozaría.

Pero, ¿Qué harían con el insistente deseo de tomar sus labios entre los suyos propios?

Ninguno podría controlar esa necesidad de probar ese sabor dulzón.

Eso y mi amor más allá de la amistad eran imposibles de ocultar.

Todos lo sabían, incluso él mismo.

Pero, no podríamos hacer nada más que lindas miradas con profundos sentimientos.

Sus ojos azul celeste miraban mis labios de vez en cuando.

Él también quería besarme.

Todos los sabían, incluso yo mismo.

¿Qué podría hacer si ambos queríamos que pasara?

Aquí es donde les pregunto de nuevo: ¿Qué harían con el insistente deseo de tomar sus labios entre los suyos propios?

Lo tomé de su nuca esponjosa.

Sus ojos brillaron tanto como la estrella más grande.

Él estaba dispuesto a, y claramente yo también.

Nuestros labios se juntaron, tres simples segundos.

El hombre algodón de azúcar estaba satisfecho con ello.

Pero con tan solo esos segundos sentí cómo se volvía una adicción necesaria en mí.

Mi organismo rugía ansioso por tener cada una de sus gramos de azúcar dentro.

Lo tomé de nuevo, esta vez más rudo.

En sus ojos podía notar su temor.

Te gustará. — Susurré un milisegundo antes de juntar nuestros labios en una danza más larga.

Tomó entre sus manos mi castaño cabello, dejando pigmentos rosados en él.

Al no estar conforme con la interacción solo de nuestros labios mi lengua inquieta hizo su aparición, entrando en la boca contraria.

El sabor artificial del azúcar se intensificó.

Y con ellos los movimientos de mi lengua.

Se deshase mediante la saliva se hace presente.

Él literalmente se deshase en mi boca.

Sus labios fueron lo primero en desaparecer, después le siguió su perfecta nariz incluida su singular lunar.

Pero ni siquiera con ello paré mis actos.

Seguía devorando con mis labios hambrientos por su sabor.

Su alborotado cabello melocotón despareció de apoco, al igual que el cuello donde solía repozarme en busca de tranquilidad.

Sus manos dejaron de dar caricias por mi cabello. Simplemente cayeron al suelo al no tener nada ni nadie controlándolos.

Al percatarme de ello caí al suelo también.

Por fin podría llorar encima de él, y eso ya no lo dañaría, porque ya no hay rastro de.

Lágrimas caían por el poco algodón que reposaba en el suelo.

Se deshacía de manera lenta, tal y como cuando lo besé.

Lágrimas seguían cayendo, hasta que no quedó rastro de algodón.

Ni una pizca de azúcar se encontraba en el suelo, simplemente agua pegajosa.

Y diablos... ¿Qué hubieran hecho con el insistente deseo de tomar sus labios entre los suyos propios?



 ¿Qué hubieran hecho con el insistente deseo de tomar sus labios entre los suyos propios?

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¡Muchas gracias por leer, mis queridos algodones de azúcar! ♡♡♡

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