Son las cinco pasadas cuando entro en el bar La viña. He estado escuchando la radio mientras avanzaba algo de mi trabajo fin de grado. Manuel me recibe con una amplia sonrisa.
- ¡Hola Carolina! Estarás contenta ¿no?- dice haciendo referencia al marcador que aparece en la parte superior izquierda de la televisión. Acaba de terminar la primera parte de El Clásico y el Real Madrid ya ha encajado dos goles. Asiento con la cabeza dándole la razón mientras ocupo mi sitio detrás de la barra. Como es de esperar, el bar hoy está a reventar. Todas las mesas están ocupadas, en su mayoría por aficionados merengues que conforme va pasando el tiempo, cambian su cara de emoción por una de disgusto.No es hasta el minuto 76 y con tres goles en contra, que Marco abandona el banquillo y entra en el terreno de juego. Estoy pendiente de la televisión mientras recojo una de las mesas del fondo. La pareja que la ocupaba ha decidido irse ante la gran paliza que está sufriendo su equipo, no sin antes dejarme una propina. Apenas cinco minutos después de que Bale fuese sustituido, el Barça marca el cuarto gol. Busco en las imágenes a Marco hasta que le localizo al fondo. Está con las manos en las caderas, negando con la cabeza y resoplando. Sé que se está echando la culpa de ese gol, y es entonces cuando recuerdo nuestra conversación de anoche. Viendo el resultado, está bastante lejos de marcar.
Cuando el árbitro pita el final del partido dándole la victoria al FC Barcelona, solo las dos mesas de madridistas que han aguantado el bochorno hasta el final se acercan a la barra para pagar sus consumiciones. Una vez el bar queda vacío, ayudo a María y a Manuel a limpiar, y me ofrezco para cerrar. Ellos llevan trabajando desde muy pronto mañana y se les nota cansados.
- No me importa de verdad. Id a casa que os lo merecéis. Cierro con mis llaves y os las dejo en el buzón de fuera, no os preocupéis. Buenas noches.- me despido de la pareja y paso una bayeta por la barra.Ya han pasado dos horas desde el final del partido, y decido enviarle un whatsapp a Marco. No se que es lo que se suele decir en estos momentos, pero tampoco lo pienso mucho. No creo que me conteste la verdad. Ahora su móvil estará echando humo, y supongo que lo último que quiere saber es la opinión de una chica que prácticamente acaba de conocer.
Son las diez y media de la noche cuando pongo el cartel de cerrado en la puerta del local. Apago las luces principales, dejando solo dos pequeñas lámparas que iluminan la barra, y me siento en un taburete. Me hago un café con leche bien cargado. En un día normal no me tomaría semejante bebida antes de irme a dormir, pero hoy es una ocasión especial. Llevo toda la tarde sin abrir un libro, y he decidido pasarme la noche entre apuntes aprovechando que mañana tengo que ir al hospital por la tarde. Cuando le doy el primer sorbo a la bebida caliente, mi móvil vibra en el interior del bolsillo del delantal.
El mensaje de Marco me deja descolocada. ¿Cómo sabe que hoy me tocaba trabajar? No recuerdo haberle dicho nada. Intento no darle muchas vueltas y aprovecho para leer un par de páginas de La chica del tren. Lo empecé hace un par de semanas por recomendación de mi amiga Irene. Le doy un sorbo al café mientras Rachel se sube al tren de las 8:04. Levanto la vista cuando oigo dos golpes.
- ¿Se puede?
La cabeza de Marco se asoma por la puerta. Tiene cara de estar cansado y todavía lleva puesto el chándal del equipo. Asiento con la cabeza y cierro el libro, no sin antes doblar la esquina inferior de la página 133. Le miro expectante mientras espero que hable. ¿Qué hace aquí?
- He pensado que en vez del café, mejor me invitabas a un Colacao. Si no es mucha molestia.- sonríe de lado mientras se rasca la nuca.
- Claro, tienes suerte. El Colacao de sobre es mi especialidad.- le digo mientras rodeo la barra y caliento la leche en la cafetera. El local está en silencio mientras vierto la leche caliente en una taza grande y coloco un sobre amarillo y rojo en el plato. Marco saca la cartera del bolsillo de su pantalón, pero lo rechazó enseguida.
- Ni se te ocurra. Te lo debía.- digo mientras recupero mi sitio. Marco ocupa el taburete vacío a mi lado y lee el prólogo del libro mientras juega con la cuchara. Se dispone a revolver los polvos de cacao con la leche pero le freno en seco.
- No me digas que eres de ese tipo de personas.
- ¿De ese tipo de qué?- Le quito la cuchara bajo su atenta mirada.
- Del tipo de gente que revuelve el Colacao y no prueba antes los polvos.- inmediatamente me la meto en la boca. A Marco le entra la risa provocando la mía también. No sé si lo habéis probado alguna vez, pero reírte mientras tienes Colacao en la boca nunca sale bien. Me lloran los ojos e intento no toser. Marco se levanta, coge el primer servilletero que ve, y me tiende un trozo de papel entre risas. Una vez consigo tragarme toda la pasta de cacao que se me ha formado en la boca, limpio los restos de chocolate que me quedan en la cara.
- No me puedo creer que nunca antes hubieras hecho esto. ¿Pero donde está tu infancia?- Marco me mira con una sonrisa, recupera su cuchara e imita mi gesto. Esta vez procuramos evitar la risa y espero su reacción.
- ¿Qué? ¿No es lo mejor que has probado nunca?- se ríe y asiente con la cabeza.- Te lo dije.
Los minutos después de su primera experiencia con el Colacao pasan en silencio. Estamos sentados a unos pocos centímetros, pero sé que Marco tiene la cabeza en otra parte, probablemente todavía en el Camp Nou.- Gracias.- dice de repente. Le miro dándole su espacio para que continúe.- En este tiempo has conseguido que me olvide de uno de los peores días que he tenido en mucho tiempo. ¿Cómo lo haces?- no sé que responder ante esa sinceridad. Mi padre siempre dice, que alguien que te mira a los ojos mientras te da las gracias, lo está haciendo de verdad.
- Suelo relativizar mucho las cosas. Hoy ha sido un día malo, pero mañana será mejor, y si no lo es, estoy segura de que habrá algún momento especial que recordarás y te ayudará a hacer que el siguiente si que lo sea. ¿Sabes que es lo que hago yo?- digo mientras saco mi cuaderno y un bolígrafo de la mochila.- Apunto en un papel tres cosas buenas que me han pasado en el día, porque aunque haya sido el peor, siempre hay algo que consigue sacarte una sonrisa. Así cuando pienses en este día de mierda, no solo te acordarás de lo mal que lo pasaste.
Marco me mira en silencio. Creo que piensa que estoy loca y he dicho la mayor estupidez del mundo, pero me quita la hoja de la mano y empieza a escribir:28 Octubre 2018
1. Recibir una llamada de mi abuela antes del partido.
2. Cenar sushi
3. Los grumos del Colacao
Me enseña la hoja, y sonrío al ver el punto número 3 de su lista.
- ¿Ves? El día no ha sido tan malo aunque el Barça os haya metido cinco.- rió mientras me levanto recogiendo nuestras tazas. Me fijo en la cara de Marco, y sé que el comentario no le ha sentado mal. Está aguantándose la risa, pero finalmente una carcajada sale de su boca. Se levanta y le sigo con la mirada hasta que se coloca a mi altura y suspira. Me acoge entre sus brazos, dándome un abrazo de oso enorme.
- Que sepas que esto es por ayudar a despejarme, pero el comentario me ha dolido.- sonrío ante su expresión de niño pequeño.- Dame un par de días para recuperarme, que el daño todavía está reciente.La siguiente hora pasa volando mientras escucho la opinión de Marco a cerca del partido. El Madrid está pasando por una muy mala racha y los jugadores están sufriendo mucho. Son conscientes de que tienen mil ojos encima a cada paso que dan, pero no pueden mostrarse vulnerables. Se nota un descontento generalizado de la afición con la plantilla, ni Marco que siempre ha estado muy apoyado por los blancos, está recibiendo más críticas de lo normal.
Su teléfono vibra sobre la mesa y se lo lleva a la oreja.
- Hola papá. Si estoy bien. Necesitaba despejarme.- dice mientras me acaricia la mano derecha con su pulgar.- Llego a casa en nada, hasta ahora.
Cuelga el teléfono sin romper nuestro contacto y me mira a los ojos.
- Era mi padre, estaba preocupado. Todavía no he pasado por casa desde que llegué de Barcelona.- dice soltándome y llevando su mano a la cabeza. ¿Ha venido directo a verme? Se levanta y yo le imito. Esta es la señal para recoger nuestras cosas y dejar nuestra pequeña conversación.
Me pongo mi chaqueta marrón y me coloco la mochila roja de Adidas en la espalda. Me sigue a la salida y observa como cierro la puerta y bajo la reja metálica de la entrada. Caminamos en silencio por mi calle hasta que rompe el silencio.
- ¿Sabes? Hacia mucho que no me lo pasaba así de bien. No suelo hacer esto.
- ¿No sueles ir a las diez de la noche a un bar que ya está cerrado a tomarte un Colacao caliente?- me burlo de él.- Normal, yo tampoco.
- Sabes a lo que me refiero.- dice cuando llegamos al portal número 8. Nos despedimos con un abrazo más corto de lo que me hubiera gustado.Una vez ya estoy en la cama no consigo conciliar el sueño. No sé si es por el tazón de cafeína que me bebí hace apenas dos horas o porque Marco sigue todavía en mi cabeza. Doy varias vueltas en la cama hasta que la pantalla de mi móvil ilumina toda la habitación. Estiro el brazo para cogerlo de la mesilla de noche y puedo leer: "Ya estoy en casa. Descansa Carolina, buenas noches😘"
Una sonrisa se forma en mi cara, dejo el móvil en su sitio y cierro los ojos. Hoy ha sido un buen día.
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HOME | Marco Asensio
FanficHay que tener mucho cuidado con los sueños, a veces se pueden hacer realidad. Y todos sabemos, que la realidad siempre supera a la ficción.