Capítulo 23.

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La falta que le hizo su alfa y su estado de gestación fueron excusa para perdonarle que le haya roto el corazón en su regreso.

No lo iba a negar, era un idiota con todas las letras. No podía evitar sentirse atraído a aquél saco de problemas y malas decisiones que era Ragnar.

Además, sin querer ser un tema a considerar más entre aquella serie de eventos infortunios, se dejó mimar por el alfa cuando éste lo sentó en su regazo al apenas aproximarse.

No sabía si era buen momento para aquello, pero la mordida en su cuello clamaba por los labios del mayor.

El pueblo seguía en silencio. Nadie se atrevía a decir nada pero mucho menos quitaban la mirada del nuevo rey, quien en su trono consentía con delicados besos a su omega.

Sería la escena más tierna de todas si a ambos lados de éstos no estuvieran dos betas con rostros sumamente serios.

La pareja pareció recordar donde se encontraban cuando un carraspeo proveniente de un habitante de Kattegat sonó por todo el lugar.

Al no poder estar en el salón central habían decidido llevarlo a cabo en el granero más grande que había.

Así que, de pie y a un lado de estiércol de animal, los pueblerinos esperaban del anuncio del Rey.

En la madrugada habían llegado los centinelas junto a las escuderas con sacos repletos de la hierba medicinal, aliviando en gran parte la tensión que había entre la gente.

-Lagertha está trabajando en la salud de sus familiares como en la de mis hijos -Su voz sonó dura a pesar de que sus labios apenas habían abandonado la piel lechosa del menor.- Tenemos previsto una lenta recuperación pero casi segura, los valientes aventureros que subieron las montañas trajeron suficiente para todos -Señaló a los hombres y mujeres que se encontraban mezclados con la multitud, los cuales recibieron los aplausos.-

-mis escuderas serán mis ayudantes -habló ésta vez la rubia.- aunque pensamos partir apenas la salud de mi hijo se encuentre estable -su mirada esquivó la de su ex marido, sabiendo que éste le estaba observando.-como madre mi deber es estar junto a mi hijo, pero como reina también lo es estar con mi gente.

Los ojos del Rey se abrieron a más no poder. ¿había escuchado bien? ¿Lagertha reina? ¿desde cuándo?

Nadie más que él y los hombres que le habían acompañado a la guerra se veía sorprendido.

Intentó, luchó con todas sus fuerzas no abrir la boca, pero no le fue posible.

-¿quién te ha coronado? -su amargo tono de voz no fue intencional, pero no lo podía evitar.-

Quiera o no, aquella mujer había compartido tres cuartas partes de su vida a su lado y de alguna manera de sentía en el derecho de reclamarle algo, aunque ésta se haya divorciado de él.

Los ojos azulados de la beta le miraron con aquella expresión de enojo que siempre surgía cuando él se quedaba hasta altas horas de la madrugada entrenando y no volvía a la cama para refugiarla en sus brazos.

O bueno, también podía ser aquél enojo que atravesó el día de su partida. Si, se parecía más a ese.

-Mi prometido Kalf ha tenido el honor -Su tono de voz apacible sonó lo suficientemente alto para que todos en el viejo granero le escucharan.-

¿prometido? ¿qué idiotez era esa?
Sin querer, apretó su agarre en la cintura del omega que se encontraba en su regazo, el cual se quejó por lo bajo, colocando sus manos en el pecho del alfa.

El rubio no se percató de aquello y aún en su ensimismamiento no le soltó.

-tú no tienes a otro hombre -y ahí estaban aquellas hormonas que le hacían saber a cualquiera que su enojo había comenzado.-

Mi Alfa Vikingo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora