Florentino & El Diablo Original De: Alberto Arvelo Torrealba - 1940

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El coplero Florentino por el ancho terraplén caminos del Desamparo desanda a golpe de seis. Puntero en la soledad que enlutan llamas de ayer, macolla de tierra errante le nace bajo el corcel. Ojo ciego el lagunazo sin garza, junco ni grey, dura cuenca entronada donde el casco da traspié. Los escuálidos espinos desnudan su amarillez, las chicharras atolondran el cenizo anochecer.

Parece que para el mundo la palma sin un vaivén. El coplero solitario vive su grave altivez de ir caminando el erial como quien pisa vergel. En el caño de Las Ánimas se para muerto de sed. y en las patas del castaño ve lo claro del jagüey. 

El cacho de beber tira, en agua lo oye caer; cuando lo va levantando se le salpican los pies, pero del cuerno vacío ni gota pudo beber. Vuelve a tirarlo y salpica el agua clara otra vez, mas sólo arena sus ojos en el turbio fondo ve.

Soplo de quema el suspiro, paso llano el palafrén, mirada y rumbo el coplero pone para su caney, cuando con trote sombrío oye un jinete tras él. Negra se le ve la manta, negro el caballo también; bajo el negro pelo 'e guama la cara no se le ve.

Pasa cantando una copla sin la mirada volver: —Amigo, por si se atreve, guárdeme en Santa Inés, que yo lo voy a buscar para cantar con usté. Mala sombra del espanto cruza por el terraplén. Vaqueros de lejanía la acompañan en tropel; la encobijan y la borran pajas del anochecer. Florentino taciturno coge el banco de través. Puntero en la soledad que enlutan llamas de ayer parece que va soñando con la sabana en la sien. En un verso largo y hondo se le estira el tono fie

Sabana, sabana, tierra que hace sudar y querer, parada con tanto rumbo, con agua y muerta de sed, una con mi alma en lo sola, una con Dios en la fe; sobre tu pecho desnudo yo me paro a responder: sepa el cantador sombrío que yo cumplo con mi ley y como canté con todos tengo que cantar con él.  Noche de fiero chubasco por la enlutada llanura, y de encendidas chipolas que el rancho del peón alumbran.

Adentro suena el capacho, afuera bate la lluvia; vena en corazón de cedro el bordón mana ternura; no lejos asoma el río pecho de sabana sucia; más allá coros errantes, ventarrón de negra furia, y mientras teje el joropo bandoleras amarguras el rayo a la palma sola le tira señeras puntas. Súbito un hombre en la puerta:

indio de grave postura, ojos negros, pelo negro, frente dé cálida arruga, pelo de guama luciente que con el candil relumbra. Un golpe de viento guapo le pone a volar la blusa, y se le ve jeme y medio de puñal en la cintura. Entra callado y se apuesta para el lado de la música. Oiga vale, ese es el Diablo. —La voz por la sala cruza. Mírelo cómo llegó con tanto barrial y lluvia, planchada y seca la ropa, sin cobija ni montura.

Dicen que pasó temprano, como quien viene de Nutrias, con un oscuro bonguero por el paso de Las Brujas. Florentino está silbando sones de añeja bravura y su diestra echa a volar ansias que pisa la zurda, cuando el indio pico de oro con su canto lo saluda.

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⏰ Última actualización: Jun 03, 2016 ⏰

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