Capítulo VIII - Parte 3:

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SPOILER ALERT: acá les dejo al villano de la historia para que lo insulten de la manera más creativa que encuentren 😅

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Marilina miraba a través del cristal de la ventana de su oficina cómo las últimas nubes se iban dispersando y el sol iba reapareciendo, tímidamente, detrás de los edificios.

La tormenta ya había amenguado, y ahora no quedaba más opción que esperar.

Esperar a que la luz volviera y que también lo hiciera Simona.

Su hija había salido muy temprano esa mañana y aún no había regresado. Marilina estaba preocupada, pero trataba de distraerse contando los charcos de agua que se habían formado allá abajo, en las calles ya no tan concurridas.

Simona tenía una reunión my importante en Medellín y le había avisado a su mamá que estaría de regreso después del mediodía. Desde que Marilina había decidido perseguir uno de sus mayores sueños (y luchar por darle un mejor futuro a su hija y nieto) la vida se les había vuelto bastante agitada. Simona se dedicaba al  aspecto más creativo del trabajo que ahora compartían. Mientras que Marilina se encargaba de los números, del orden legal y técnico de la clínica y de la salud de sus pacientes, Simona trabajaba detrás de escena, diseñando estrategias publicitarias, coordinando las relaciones públicas y encontrando los y las profesionales mejor preparados del país.

Marilina desbordaba de orgullo por su hija. No sólo porque Simona se había convertido en una joven muy bien preparada, sino también, porque había logrado eso superando miles de obstáculos, entre ellos, un embarazo adolescente.

Estaba orgullosa de que su niña se había convertido en una mujer fuerte, valiente e integra. Había costado mucho llegar hasta donde habían llegado, pero sin dudas que el sacrificio había valido cada lágrima derramada.

Sin embargo, había días en los que no podía dejar de preguntarse si venir a Bogotá, después de todo, había sido la mejor decisión. Parecía que mientras más al sur se trasladaban, más se acercaban, como un imán que las atraía, al peligro del que alguna vez habían escapado repelidas.

Simona estaba allá afuera, en las calles de Colombia por las que también andaba su ex cuñado. Acechándolas a cada esquina, respirándoles en la nuca, recordándoles todo lo que habían sido forzadas a dejar atrás, a miles de kilómetros de distancia, en Buenos Aires...

Diciembre de 2018.

Simona abrió los ojos muy lentamente y sintió un dolor indescriptible.

El techo blanco de la habitación giraba por encima de ella y su cuello estaba entumecido. Podía sentir la venda de gasa que rodeaba su cabeza y la comezón que le causaba el áspero material. Quiso mover una de sus manos para aliviar la ligera molestia, pero enseguida desistió ante el punzante dolor que le recorrió el brazo. Fue allí cuando notó la opresión alrededor de su brazo izquierdo y el blanco del yeso que resaltaba aún más bajo la luz amarillenta de la habitación.

-Doctor, creo que la paciente se despertó -una voz indistinguible resonó a unos pocos metros de distancia.

Un rostro igualmente irreconocible apareció súbitamente en su campo de visión.

-Así parece -respondió un hombre mayor mirándola con total concentración-. Buenas tardes, nena. Discúlpame que te diga nena, es que no sé tu nombre. Soy el doctor López ¿Cómo te sentís? Nos tuviste muy preocupados.

La cabeza de Simona no dejaba de girar, literalmente, en su lugar. ¿Doctor? ¿No sabían su nombre? ¿Preocupados? Por primera vez en su vida no se había percatado, ni ofendido, porque alguien la había llamado 'nena'.

Amarte en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora