Capítulo 2

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Inevitable

Y no lo consiguió.

Sin saber como, se encontraban en mitad del pasillo deborándose a besos, dirigiéndose lentamente hacia la habitación de ella. Benditas habitaciones individuales. ¿Qué pensaría Robin si un día entrara en la habitación y se encontrara a Nami junto al espadachín en pleno orgasmo?

Tardaron pocos segundos en llegar a su destino, no podían arriesgarse a ser vistos por ninguno de sus nakamas. Una vez dentro, la chica bloqueó la puerta y se lanzó de nuevo a los brazos del peliverde, quien se deshizo de la única tela que cubría aquel cuerpo de escándalo que tenía la navegante. Los dos necesitaban volver a fundir ambos cuerpos en uno solo. Y así lo hicieron.

Pero la cosa no fue tan fácil.

Desde que salieron de aquella isla donde no habían dejado nada a la imaginación, los dos piratas apenas se habían dirigido la palabra más que cuando era necesario. El espadachín trató por todos los medios borrar aquel recuerdo de su memoria, pero no lo conseguía. Por su parte, Nami lo asumió y reconoció, sin pudor alguno, que aquel había sido el mejor polvo de su vida. Pero respetaba la decisión del peliverde, y no tenía pensado ir detrás de ningún hombre cuando podía tener al que quisiera. 

El problema llegó cuando, prácticamente dos semanas después, se encontraron frente a frente en la puerta del baño. Él salía recién duchado, con una toalla que lo cubría únicamente desde la cintura hasta la mitad de los muslos, mientras que ella estaba a punto de entrar, envuelta en otra toalla que iba desde sus pechos hasta justo por debajo de los glúteos. 

"¿Ya has acabado?" Preguntó ella con normalidad. Zoro simplemente asintió con la cabeza mientras cientos de ideas recorrían su lado más perverso. Él se hizo a un lado y le abrió paso a la navegante para que entrara en el baño. Una vez dentro, dio un suave golpe a la puerta para que se cerrara, pero un instinto del espadachín, le hizo poner el pie entre la puerta y el marco para que eso no sucediera. 

La pelinaranja se giró sorprendida, y vio como el espadachín volvía a abrir la puerta del baño. "¿Te has dejado algo?" Dijo inocentemente. Y él, en lugar de contestar, estiró su brazo hasta alcanzar el de la chica, y de un tirón, la juntó contra él. "Te he echado de menos" le susurró en el oido. "¿A mi o a lo que probaste de mi?" Contestó ella de forma pícara. La sonrisa del chico, contestó a la perfección la pregunta tan acertada que había lanzado Nami.

Él volvió a besarla, de forma salvaje y desesperada. Cualquiera diría que llevaba toda la vida esperando otro beso de la pelinaranja. Cuando Zoro se dispuso a cerrar la puerta del baño, ella se lo impidió. "Vamos a mi habitación. No quiero arriesgarme a que venga alguien". Y eso hicieron. Ella asomó la cabeza por la puerta del baño para vigilar que ninguno de sus nakamas se encontrara cerca, mientras él, manoseaba todo el cuerpo de la muchacha. Cuando ella hizo la señal, los dos amantes salieron todo lo rápido que pudieron hacia el pasillo, besándose, incapaces de separarse el uno del otro. 

Una vez ya se encontraron en la puerta de la habitación, Nami trató de abrirla mientras que Zoro seguía besándola. Unos pasos se escucharon a lo lejos. Alguien se acercaba. Ella se apresuró y consiguió abrir la puerta. Los dos pudieron entrar sin ser vistos. Nami cerró con llave y se lanzó de nuevo encima del espadachín, quien le quitó la toalla de un tirón, dejándola completamente desnuda. También hizo lo propio con la toalla que llevaba él. 

Y así es como ambos quedaron completamente desnudos, sudurosos, y en una cama, que es mejor lugar que cualquier árbol de cualquier bosque. 

Para él, ver a la chica gozar de aquella manera, era motivación suficiente para seguir embistiéndola sin freno alguno. Después de reprimirse durante muchos días, decidió tomar el control de la situación. La primera vez él cayó rendido a sus encantos, pero esta vez sería distinta, él dominaría la situación. 

Con una sola mano, agarro a la chica de ambas muñecas y las colocó un poco más arriba de su cabeza. Con la otra mano, sujetó firmemente la cadera de la muchacha  y la alzó levemente hasta conseguir que ambos genitales consiguieran rozarse. De una seca embestida, entró dentro de ella, quien enroscó sus piernas alrededor de la cintura del chico mientras se retorcía de placer al sentir al peliverde moverse ferozmente.

Cada vez que la penetraba, Zoro lo hacía con más fuerza, una y otra vez, sin pausa alguna. Ella ahogaba los gritos de placer mientras besaba intensamente al espadachín. Aquel encuentro no tenía nada que ver con su primera vez juntos. Si que era cierto que ambos habían sido encuentros salvajes, pero este era mucho más desesperado, más ansioso y con más ganas. Aquellos días sin poderse sentir el uno al otro, había creado en ellos una necesidad que consiguieron saciar en su segundo encuentro. 

Al cabo de unos minutos, ambos estaban a punto de acabar. Él fue el primero en llegar al éxtasis, pero no paró de bombear hasta que ella consiguió culminar. 

Los dos quedaron tumbados en la cama, recuperando todo el aire que habían perdido. Zoro no podía autoengañarse más. Aquella mujer le volvía completamente loco y deseaba poder tenerla siempre que quisiera. Y eso iba a hacer a partir de ahora.

"¿Y ahora qué?" Preguntó Nami. Zoro se puso en pie, volvió a atarse la toalla alrededor de la cintura. "Ya lo vamos viendo" Y sin decir nada más, salió de la habitación, completamente satisfecho, dejando a la chica sola. 

Aquel lugar olía a él. Y ella, inconscientemente, cogió una de las sábanas de la habitación y aspiró fuertemente su aroma. Una sonrisa se dibujó en la cara de la chica. "Qué polvazo" Pensó. "Ojalá vuelva pronto y se deje de tonterías" Y sin mucho más que añadir, volvió a coger la toalla (que seguía tirada en el suelo) se envolvió en ella y se dirigió de nuevo al baño para relajarse un poco. 

Por su parte, el espadachín fue a ponerse la ropa. Una vez vestido, se quedó en el gimnasio pensativo. Por fin había asumido que aquella atracción hacia Nami no era producida por el alcohol. Algo tenía esa mujer que lo cautivaba. ¿Su andar? ¿Su sonrisa? ¿Su cuerpo? No lo sabía, pero ya no se esforzaba en negarlo. Aprovecharía cada oportunidad que tuviera para empotrarla contra cualquier lado, y poder saciar su apetito. Los dos tenían claro que aquella relación era única y exclusivamente sexual. "¿Qué podría salir mal?" Pensaban ambos Definitivamente, todo

De la pasión al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora