Vicios y carcajadas en los mismos bordillos a la madrugada os enfurecíamos como una onda que se cuela en vuestro dial, a través de las ventanas. Llego la cuadrilla como el deshielo, ahora bien, no para los botellines. Llego el renacimiento, el regate imposible. Llego la sonrisa que se come al mundo. Teníamos plan b, ya que podíamos encender fuego en la palma de nuestras manos. Se abrió el culto a la amistad, o eso dicen las tablillas de historias y anécdotas que aún se conservan, sonríe “hermano”.
- Hola, buenos días juventud. ¿todavía sigues arrogante y envalentonada?
Luna hizo la luna aquella tarde en su cuarto, entonces las vueltas del minutero se hicieron especiales y especial con Nebraska, un joven aullando canciones. ¿Somos como Johnny Cash y June Carter? ¿ O Bonnie and Clyde? ¡Oye tú, mirada triste! seamos nosotros mismos.
Jóvenes melenudos de tejanos destrozados hicieron de las calles de atrás su feudo, mientras la corriente arrastraba cientos de pasos hacia las vías principales. Se escucharon risas donde los coches abandonados. Pero, pero, pero… las obligaciones nos jubilaron, más que el tiempo que nada cura y todo lo roba, o simplemente lo engulle en su particular agujero negro. Vaya, ¿con la primera cana ya eres un conformista?
Un sofá en la orilla espumosa para proyectar imágenes en la retina: un rosario de gestos burlones, gafas de sol y actitudes canallas. Todas entre la literatura apilada en el envejecido arcón, los restos de la época frenética de la Polaroid. ¿Y qué somos con el paso del tiempo? Leones domados, pero leones, indomables domados. Aquí la razón por la que nunca viviremos en paz con el mundo, demasiado soñadores para los horarios, así que ahí va el primer mandamiento: “ maduro en tus obligaciones, inmaduro en tu tiempo libre”.
Aprendí la lección y la formule “si quieres hacer cosas increíbles, acércate a gente increíble”, y antes de nada, un pequeño saludo armada a contracorriente. Estaban sonando los éxitos de la Steve Miller Band.