La historia de Suhaila

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Erase una vez una princesita. Una dulce niña que vivía en un palacio de cristal. Era una niña bonita. No. Bonita es poco. Era una princesita preciosa. Todo aquel que la miraba quedaba prendado de sus encantos.  

Ojos grandes y despiertos de color esmeralda. Nariz respingona. Mejillas arreboladas. Una boca preparada siempre para esbozar una sonrisa. Todo ello, enmarcado por unos tirabuzones negros como una noche sin luna, eclipsaba a aquel que posase su mirada en ella. 

Nuestra pequeña vivía rodeada de lujo y comodidades. No le faltaba de nada. Todo el mundo quería hacer sonreír a la niña, pues sus dientes relucían como pequeñas perlas de rio cuando lo hacía. Y cuando reía, oh cuando reía; entonces ya nadie se resistía. Su risa sonaba mejor que la música más bella jamás compuesta, sencillamente indescriptible. 

Su nombre era conocido de este a oeste; de norte a sur. Sé que no debería decirlo, pues ya lo habréis oído en más de una ocasión, pero quizás, en un futuro, ella no sea más que polvo en el viento; y yo... ni siquiera polvo. Es por ello que narro ésta historia, y por ello mismo tendré el detalle de nombrarla. Su nombre era Suhaila, estrella del amanecer.  

Suhaila fue feliz toda su niñez. Cada día se levantaba al amanecer para ver salir el Sol y sentir en la piel su calor. Se vestía, desayunaba y jugaba. Todo el día jugando. Lo único que Suhaila no tenía permitido hacer era salir de los jardines de palacio. Sus padres la querían tanto que no deseaban que nada malo le pasase. Sin embargo, Suhaila anhelaba ver mundo.  

Pero mientras fue una niña la princesita se conformó con salir a pasear por los jardines. Eran los jardines más grandes jamás vistos. Tenían el tamaño de bosques enteros, llegando a ser más frondosos que las propias selvas. En el habitaban todo tipo de pájaros, que, con su piar, alegraban el día a Suhaila.  

La niñez pasó, y nuestra niña dejó de serlo. Suhaila se convirtió en una joven hermosa, muy hermosa. Entonces llegaron los pretendientes. Miles de jóvenes peregrinaban hasta el castillo de cristal para intentar conquistarla. Tarea harto imposible pues nuestra joven princesa no estaba interesada en desposarse con nadie. Ella era diferente. Ella nunca fantaseó con el hombre ideal. Suhaila tenía otros planes, otras ideas en la cabeza. 

Poco a poco Suhaila dejó de reír. Se apagó el brillo de sus ojos. Ya no se la oyó hablar. Y al poco tiempo dejó de comer.  

La gente sufría, no sabían que le pasaba su dulce princesa. Cada mañana se levantaba al amanecer. Se sentaba en el alfeizar de la ventana y se dejaba acariciar por los rayos del Sol todo el día. Sólo se apartaba de la ventana cuando anochecía.  

Mucho antes de que Suhaila dejara de hablar les pidió a sus padres encarecidamente que la dejasen salir. Aunque fuese un solo día. Quería ser libre. Pero sus padres siempre se negaron. Tenían demasiado miedo a perderla. Nadie se dio cuenta de que, la última vez que Suhaila habló, fue para pedir su libertad. 

Pero un día, de repente, pareció que despertaba de su letargo. Sus ojos adquirieron un brillo extraño. Volvió el color a sus mejillas. Sus labios esbozaron una leve sonrisa. Permitió que la separasen de la ventana cuando el Sol aun brillaba en el cielo. Y la cambiaron, la bañaron, la vistieron y la arreglaron. Y Suhaila volvió a brillar aquel día, pero de una manera diferente. Todo el mundo se alegró. Su niña volvía a ser la de siempre. Ah! Cuan equivocados estaban. 

Al día siguiente amaneció. Suhaila ya estaba preparada. Fue hacia la ventana y se puso de pie en el alfeizar. Miró fijamente al Sol y le dijo "A ti me entrego, amado mío". Y saltó.  

Sus pies nunca tocaron el suelo. Pues el Sol, que tantos días había acariciado su piel, se había enamorado de Suhaila. Y con su cálida luz la guió hasta llegar a su lado. Así, Suhaila cumplió su sueño. Viajó alrededor del mundo junto a su amado. Cada día amaneció en un lugar distinto, cada día fue un paisaje diferente, cada día una nueva aventura. Y Suhaila fue feliz.  

Y todos aquellos que viajan persiguiendo sus anhelos son guiados por la estrella que amanece, todas las mañanas, junto al Sol. Todos saben que ella no los engañará. Pues Suhaila quiere darles la libertad que ella siempre buscó. Es por ello que todo el mundo confía en Suhaila, estrella del amanecer, lucero del alba.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2011 ⏰

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