Capítulo único

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Estaba cansado.

Tenía miedo.

Estaba cuestionándose su cordura y sus ganas de vivir. Ya no sabía no lo que quería. Tenía una sensación de terror inundando su cuerpo completamente por cada segundo que pasaba. No tendría que haber gastado tanto maldita batería por una maldita grabación. El tic, toc, le perturbaba y se le hacia eterno, el pasar de diez segundos se le hacia como una hora. Su turno era una tortura.

Su vista se nublaba.

Sentía que su aliento de iba.

No veía lo que estaba haciendo.

Su respiración se volvía irregular. Le faltaba el aliento. Sentía frío. No podía moverse, el miedo se lo impedía. Temblaba de pies a cabeza. Vigilado de cerca con compasión. Lo escuchó suspirar.

- Scott...- sus oídos no habían captado nada, estaba demasiado horrorizado para ello. La tableta con dos de bateria delante de él le causaban un terror absoluto. Estaban muertos.- Scott- puso su mano en el hombro, pero esto solo lo horrorizó más.

Estaba pálido. No sentía sus dedos, no sabía ni como la tableta no se le caía al suelo por el temblor que estaba apoderado de su cuerpo. Temblaba mucho, era solo su imaginación.

Llegó a sollozar al ver su perdición, que recientemente acababan de dar las cinco de la mañana y... Que solo les quedaba un uno por cierto de la bateria.

- Estamos muertos, muertos...- lloró perdiendo el control de sus acciones, solamente encogiéndose en la silla dejando caer la tableta al suelo con un sonido sordo, se encogió haciéndose bolita sobre la silla.- muertos...

- Scott...- inspiró profundamente y abrazó el cuerpo ajeno brindándole calor y tranquilidad, él no había perdido la esperanza en sobrevivir.- viviremos... Lo prometo...- le susurró con confianza.

Se apoyó en su sien con la frente.

Y las luces se apagaron. Siseó para indicarle que hiciera silencio y lo guió al suelo, debajo del escritorio, sintiendo como el putrefacto olor se empezaba a colar en la habitación al apagarse el ventilador.

- Vincent...- susurró. Este siseó de nuevo y antepuso su cuerpo al del otro, en caso de que ese estúpido oso castaño apareciera y los viera, se lo llevasen solo a él.

Freddy no venía, miró su reloj de muñeca, las cinco y media, se mordió el labio, había una posibilidad de escapar de allí, los dos vivos e ilesos. Escucharon los pasos pesados del oso café hacia la habitación, la aturdidora canción que causaba terror al guardia. Sintió como el azabache se aferraba a su ropa con terror. Le extendió una mano con confianza y retrocedió acercándose más a él, evitando que cuando el oso café entrase, no los viera.

La canción se detuvo. Todo se quedó en un silencio sepulcral, bajó sus pupilas hacia el reloj y se mordió la ropa evitando que lo escuchase respirar o jadear, el azabache estaba haciendo lo mismo, solo que esté parecía que iba a romper la prenda con lo fuerte que mordía y lo mucho que cerraba los ojos, llorando sin remedio. El oso entró en la habitación con pasos lentos, pesados y aparentemente medidos, se mordió el labio inferior y tiró la cabeza hacia la pared, sintiendo el cuerpo de Scott a su espalda, lo vio de reojo, mirando a esa bestia salvaje como él, con los ojos llenos de lágrimas y gotas saladas en sus mejillas que le hubiera encantado retirar, si no estuviesen por morir si se movía lo más mínimo. Miró la hora. El tiempo se hacia eterno, el oso escaneaba los dos asientos vacíos, mirando sin mover un solo cable, solo escaneado el presunto calor o las figuras que deberían estar allí. Tragó saliva siendo lo más sigiloso posible, sentía el sudor frío caer por su sien, en ocasiones normales, se reiría de lo patético que se veía cuando protegía a alguien, pero ahora mismo no estaba en condiciones de ello.

111.- Oportunidad (PurplePhone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora