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«Tell me your secrets,

ask me your questions».

[19:12] albxreche: Siento lo que pasó ayer, no quería que te sintieras incómoda

[19:12] albxreche: Pero, por favor, dime algo

Tiré el móvil sobre el sofá y me llevé las manos al cuello. Habían pasado ya dos horas desde que envié ese mensaje, pero la conversación seguía sin respuesta como entonces.

- ¿Aún no te ha contestado? – preguntó María, dándome en la rodilla con su pie descalzo.

Negué con la cabeza, dejando escapar un suspiro.

- Tampoco creo que lo haga.

Si tan solo un par de días atrás la única idea que se había hecho eco en mi cabeza rondaba en torno a conocer Eilan, ahora solo podía pensar en que hubiese sido mejor no haberlo hecho. Desde la actuación del día anterior, Eilan había permanecido ausente. Y podía entender que tal vez para ella la situación hubiese sido muy brusca e inesperada, e incluso entendía que no estuviera preparada para darse a conocer de esa manera, pero al menos había esperado que me dijese algo. Lo que fuese. Incluso que me dijera que no quería hablarme nunca más habría sido menos desesperante que la incertidumbre de no saber.

Lo peor de todo era que por un momento, cuando pronuncié su nombre mirándole a los ojos por primera vez, me había parecido que se alegraba de verme. Sus labios casi habían sonreído. Y por eso me resultaba aún más insoportable el pacto de silencio que parecía tener consigo misma y conmigo.

- Bueno, tía, esto iba a pasar en algún momento, ¿no? – dijo María, encogiéndose de hombros -. Conoceros, quiero decir. Al final, iba a acabar pasando.

- Yo que sé – suspiré, dejando caer la cabeza contra el respaldo del sofá donde dormitaba mi gata tranquilamente -. A lo mejor no, a lo mejor solo hablaba conmigo por entretenimiento sin querer que nos viésemos nunca.

María se irguió, juntando las manos sobre sus rodillas mientras dibujaba con los labios una mueca.

- A ver, cariño, no creo que Eilan Bay te hablase por entretenimiento. Para eso, tiene a otras setenta mil personas.

- Ya, Mari, pero yo también soy una de esas setenta mil personas.

María arqueó una ceja.

- Alba, amor – comenzó, con un tono de voz suave -. ¿De verdad crees que si fueses una más de esas setenta mil personas, la chavala se tomaría tantas molestias en hablar contigo a diario?

Volví a apoyarme en el respaldo del sofá, cargada de frustración y, en parte, de inseguridades que no pensaba tener. Y no quería pensar en ellas, no quería tenerlas, porque si de algo había estado segura hacía tan solo unos días, era que Eilan se preocupaba por mí. Ya me lo había demostrado ayudándome a dar visibilidad a mis cuadros. Sin embargo, a medida que pasaban las horas y la conversación con Eilan seguía vacía, sentía que no había sido más que una mera diversión y que al final todo había llegado a ese punto de no retorno en el que jamás volvería a contestarme un solo mensaje.

Tampoco me había planteado qué pasaba con Miki. Después de confesar que Eilan (o Natalia) era su chica misteriosa, se había deshecho en halagos hacia ella, cargados de admiración y cariño. Y yo no podía medir si Miki realmente estaba tan enamorado de Eilan como decía, pero sí que le gustaba, le gustaba mucho. Había intentado evitar pensar en ello porque Miki siempre había utilizado su nombre propio y eso me daba una prórroga ficticia para poner en orden lo que yo misma estaba sintiendo, un espacio para pensar en si realmente me afectaba tanto; porque yo no conocía a ninguna Natalia, ¿no?

wanna feel a thousand hands (from you)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora