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Era un día frío de invierno, la navidad estaba próxima y la gente se encontraba vagando por las calles de la ciudad en busca de todo tipo de artefactos navideños que les fuese posible comprar. Las calles estaban repletas también de niños visitando las distintas tiendas comerciales en busca de juguetes, con sus papás detrás de ellos mirándolos sonrientes.

En Inglaterra, a pesar de las fuertes heladas que tenían lugar todos los días, el ambiente podía sentirse cálido y ameno por todas partes, sin embargo, en la mansión Park éste sentimiento no formaba parte de ella.

En la habitación de Park Sunhee -hija de los empresarios más ricos y poderosos de Corea del Sur- se sentía un frío tan arrollador que ni los muebles, la calefacción ni los artefactos lujosos que ahí se encontraban podían llenar aquel vacío en su interior.

La chica de corta edad se encontraba sentada sobre su cama, con un vestido de seda largo, su cabello repleto de rulos y la gran capa que portaba sobre sus pequeños hombros, pero en su rostro sólo estaba una mueca de decepción, pues ansiaba salir de casa y correr como los niños en el exterior lo hacían aun sabiendo que esa vida nunca sería para ella.

Las voces de los pasillos continuos a sus aposentos se detuvieron justo frente a su puerta, que se abrió de par en par, haciendo que Sunhee se echara boca abajo para ocultarse que aquellas personas ya paradas frente a ella.

—Sunhee, ¡Arriba! Tienes que ver a los invitados— Alzó la voz un hombre que vestía de traje negro y portaba una expresión cariñosa, tocándole levemente el hombro hasta conseguir levantarla.

— ¡No quiero! No me caen bien esas personas. — Contestó con un puchero y su ceño fruncido, para volver a su posición sobre el fino colchón.

El hombre al verla, volteó a ver a su esposa con una mueca de preocupación, quién le hizo un ademán con la mano para que saliera de la habitación. El señor Park la miró por unos cuántos segundos y salió de los aposentos, seguido de los buenos mozos de la mansión.

—Cariño, debes bajar— Dijo ahora su madre, pasándole el dedo índice sobre uno de sus lagos mechones de cabello. La niña jaló de él con brusquedad y se alejó hasta el otro extremo de la cama. La mujer suspiró. — ¿Qué te sucede?

—No quiero bajar. Allá solo es aburrido y siempre hay gente desconocida que me habla y no me deja en paz.

— Es tu cumpleaños Sunhee, además, te tenemos una sorpresa, pero sólo la verás si bajas.

Sunhee hizo un puchero y se levantó de su cama de un salto. Se pasó las palmas de las manos por su vestido y caminó hacia la puerta arrastrando los pies.
Se dirigió en dirección a las escaleras y se asomó para ver a toda la multitud vestida de gala murmurar a la vez que volteaban hacia todas direcciones. Suspiró pesadamente y al sentir la palmadita de su padre sobre su espalda comenzó a caminar elegantemente hacia las escaleras. Al estar al pie de ellas se encaminó a la mesa en la que se encontraba su pastel de cumpleaños.

Una vez allí corrió en dirección a aquel niño que se encontraba sentado observándola con una sonrisa en su rostro, mientras que el hermano de Sunhee los veía desde lejos. Aquel niño era Yoo Kihyun, su más grande amigo de la infancia, hijo de los amigos de la familia Park, y por tanto, la persona con la que había vivido la mayor parte de su vida.

Era 13 de abril y Park Sunhee cumplía 8 años, siendo el último cumpleaños que pasaba al lado de su familia. La señora Park Hyesoo y el señor Park Chung-hee tenían un gran número de enemigos, pero quienes encabezaban la lista era la familia Lee, quiénes ansiaban sus riquezas y todo lo que ellos poseían.

Días antes, habían infiltrado allegados suyos en sus negocios, terminando su plan con el secuestro de su hija aquel día de su cumpleaños.

6 meses después de aquella tragedia la familia ofrecía dinero desesperadamente a sus secuestradores a cambio de la vida de su hija, y una vez liberada la enviaron a la Gran Bretaña con una de sus tías para protegerla.

Habían pasado 9 años, y Park Sunhee vivía con ella sin saber acerca de su familia, pues durante su secuestro su memoria quedó afectada y por su bien, sus padres acordaron ocultarse y desaparecer la existencia de la chica.
Aquella noche, Sunhee encontró una carta escrita en griego proveniente de Seúl por parte de sus padres, pero ella no sabía el idioma y pensaba que no tenía a nadie si quiera para que le mandara una carta, así que se levantó y caminó hacia su casa, mientras que la silueta desconocida la seguía. Esa había sido la señal por la que los Lee habían encontrado a la hija de los Park y sería la causante de que su más grande pesadilla comenzara.





-BangtanftMX

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