Parte 1 El primer escape.

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Una vez más las punzadas recorrían los huesos de sus antebrazos, eran como pequeños piquetes efectuados levemente por algún minúsculo insecto o quizás un pajarito bebé muy débil.

Su corazón dolía como en el pasado, un grito se ahogaba en su garganta, el calor ardía en los bordes de sus parpados pero las lágrimas no culminaban de salir.

La noche era sumamente oscura, la bruma cubría la poca luz que podría haber irradiado la luna y el silencio se perpetraba por doquier.

Viese al flanco en que se dirigiera la soledad era inmensa, su más grande compañía era Lilo su tierno león de felpa. Caminaba sin descanso, comprendía que permitirse reposar era convertirse en el alimento de aquél ser malévolo del cuál debía huir.

Todo era tan confuso desde que le perseguía pero de algo sí se encontraba segura, el permitirse dormir se convertiría en su mayor desventaja.

Las horas transcurrían tan lento, las casas en su camino eran residencias muertas, sin un destello de luz o vida en su interior y fue cuando volvió a sentir su presencia, un halo de brisa mucho más fría que venía desde el camino a sus espaldas, el entorno mismo no había sido tan helado hasta ese instante, estaba segura que nuevamente aquél se encontraba cerca.

Agotada corrió en silencio buscando alguna bifurcación por donde perderse pero para su desgracia el camino era recto, apresuró el paso lo más que podía, la respiración entrecortada era su más grande enemiga ya que le delataría en cualquier instante.

Fue allí que a su derecha vio un gran árbol, un roble algo viejo con tumultos en todos sus costados, en sí era más grande que el resto de los arbustos y con capacidad de para que pudiesen subir sobre sus ramas para saltar el gran paredón que tenía a su lado, sin meditarlo ella efectuó la maniobra y ya habiendo traspasado hacia el otro espacio se dio cuenta había quedado dentro de un jardín trasero.

Pisaba la grama, que estaba algo larga al punto de tocar sus tobillos, el follaje se encontraba húmedo como recién regado, debía continuar huyendo por lo cual caminó más hacia el centro del vergel siempre con cuidado y en silencio temiendo encontrarse con algún perro rabioso.

Para su alegría no había ningún animal con lo cual se dispuso a adentrarse un poco más y aventurarse dentro del recinto. Era una casa amplia no muy amueblada pero los pocos enseres existentes en esa planta eran un par de sofás amplios, un juego de comedor de cuatro puestos y una especie de cómoda de gavetas amplias donde se encontraba un televisor; a la derecha un pasillo que conectaba con una cocina grande con muchos gaveteros y al final de ese pasillo inicial se encontraba una escaleras para ir al piso superior.

El hambre hacía sonar su estómago con lo cual pensó en tomar algo de la nevera para comer. Abrió el refrigerador y sólo encontró un jarrón de leche fresca, pan y queso para untar. Sacó las cosas del frigorífico y se dispuso a saciarse, ella sabía que eso estaba mal pero era imperioso reponer fuerzas, ya satisfecha decidió seguir revisando el lugar en la planta superior. Anhelaba encontrar alguna persona que le ayudase a huir de aquella bestia y sobrevivir. Al llegar arriba se encontraba en un salón con un pasillo central que conectaba con cuatro habitaciones, un baño central y otro en la alcoba principal, contrario a la escaleras un ala que daba hacia una terraza externa.

Sin acercarse a las ventanas reviso cada uno de los cuartos, sus ojos ya estaban adecuados a la penumbra, a pesar de haber cerrado la puerta trasera de la casa detrás de si cuando llegó el miedo aún le invadía, aquello se encontraba cerca, le perseguía, como un sabueso a su presa, ella estaba segura que no sólo le olía, eso detectaba su presencia.

Y allí acurrucada en el suelo al lado de una de las camas en uno de los cuartos la luna brillo, podía verla desde su posición, tan sola, tan amplia, la bruma se había apartado pero el silencio aún era perpetuo.

Silencio NocturnoWhere stories live. Discover now