¿Tú crees en el destino?, ¿Crees que todo lo que haces, hiciste y harás ya estaban escritos?, ¿Crees que alguien controla nuestras acciones en todo momento, tal cual juego de rol?
Independientemente de tus respuestas, a veces piensas, deseas, anhelas que no sea así, que tú mismo hagas lo que se te dé la gana, quieres cambiar el destino, pero te sientes incapaz, tu creencia vuelve a ganar y vuelves a decir: "Si eso no paso fue porque no era su voluntad", pero los dos sabemos que eso no te hace feliz, no te satisface; y aquí es donde aparece esa sensación, esta impotencia; pudiendo culparte a ti mismo por tu fracaso y aprender de tu error, decides dejarlo todo en manos de una ilusión.
En cambio, otras personas no creen, se consideran "autosuficientes"; no me malentiendan, tienen los mismos valores, tienen los mismos sentimientos, los mismos tipos de sueños; solo que ellos son más libres y hasta a veces mas tercos. Pero, hay situaciones que les hacen exclamar: "Ya sabía que esto pasaría, tuve una corazonada", sea cierto o no, las personas que no creemos en el destino dudamos, y justo en ese momento es donde surge un recelo especial que va en contra de nuestra osada presunción.
Mientras más envejecemos, más nos damos cuenta de que la vida es un misterio, que parece ser una de esas ironías escritas por Jorge Luis Borges, una venganza de la vida misma, en donde los buenos sufren; y los malos son prósperos, en donde te enamoras de alguien que no es lo que buscabas, en donde no hay medias naranjas ni complicados planes divinos.
Ahora me doy cuenta de que la vida no es una ironía, sino que nosotros la hacemos así con tantas pretensiones, pasiones e intereses que irradiamos a diario.