Como cada mañana, el despertó con un leve dolor en los ojos debido a la falta de sueño y el excesivo trabajo que habían estado haciendo durante los últimos días. Soltó un prolongado bostezo, estirando los brazos hacia arriba, casi tocando el techo con las manos. - Ya es hora... - Dijo el, acercándose al borde de la cama, para bajar de la parte alta de la litera.
- Cállate... - Dijo una chica, desde la parte inferior, ahogando su voz levemente con una almohada, con la que cubría su rostro. - No quiero trabajar. - Añadió, acurrucandose en la cama, abrazando la almohada con fuerza.
- Pero si quieres comer, ¿O no? - Se sentó junto a ella en la cama y le quito la almohada de la cara poniéndola sobre sus piernas. Después tomó su mano y la miró a los ojos.
Ella jugó suavemente con los dedos del chico, sin mirarlo a la cara. - Haz mi trabajo hoy. - Solto mientras se giraba a verlo, con una tierna mirada y un leve puchero en los labios.
El chico la soltó y le lanzó la almohada a la cara. - No. - Se levantó de un salto y empezó a caminar a la puerta. - No te va a funcionar. Las otras nueve veces estaba algo dormido. - Abrió la puerta y empezó a caminar lentamente a la cocina.
- Te odio... - Dijo ella riendo, mientras se quitaba la almohada de encima para levantarse e ir corriendo detrás de él. Al pasar a su lado, lo despeino un poco, pasando sus dedos por su, algo largo, cabello blanco. Se giro a verlo con una expresión de asco obviamente exagerada a propósito. - Tu cabello es un asco. - Añadió mientras caminaba rápidamente para sentarse en una silla del pequeño comedor.
- Déjame en paz, no es para tanto. - Respondió sonriendo, acomodándose el cabello de nuevo. El, en lugar de sentarse se acercó a un pequeño mueble que estaba colgado en la pared, con unos cuantos vasos, todos distintos. Había al menos 5 vasos diferentes. Tomó dos de ellos, les sirvió agua y le acercó uno a su compañera.
La cocina era muy pequeña. Tenían una pequeña pileta con agua para lavar las cosas que utilizasen, un par de canastas puestas en la pared con frutas y otros ingredientes, aunque hoy estaban especialmente vacías. Y un pequeño fogón, un caldero pequeñito y leña para poder cocinar. La casa no se veía especialmente sucia, era algo que siempre intentaban cuidar, aunque no tuviesen mucho, era su hogar y lo cuidaban con su vida.
- ¿Qué quieres desayunar? - Dijo el, rompiendo el silencio.
- ¿Qué hay? -
El se acercó a las canastas para revisar. - Un huevo, dos tomates... - Tomó una manzana que había y la mordió. - Una manzana mordida, pan, agua... - Dejó la manzana en la mesa para tomar algo, parecía una fruta o una verdura vieja. Muy vieja. Estaba llena de moho y parecía que estaba... ¿Palpitando? - Y esta cosa que parece tener vida propia. - Lanzó eso a un montón de basura que tenían fuera de casa, a través de una ventana.
- Creo que es hora de ir a comprar. - Se levantó de la silla y fue a una pequeña repisa que tenía un pequeño frasco con monedas de diferentes tipos. Las contó y las puso en un pequeño saquito de tela.
- ¿A quien le toca? - Preguntó el, recargandose en una de las encimeras que tenían.
- No recuerdo, pero voy yo. Quiero estirar las piernas. -
- Solo compra lo necesario, y nada de mapas esta vez. - Añadió el, mirándola a los ojos.
- Anotado. - Soltó ella, riendo haciendo un saludo militar pobremente ejecutado, pero con un cierto punto de encanto.
- Es en serio, Hammy... -
- Ya lo sé, Chrono, estaré bien. - Respondió, tomando la manzana de la mesa y llevándola con ella mientras se dirigía a la puerta.