-¡Consentrate!- exigió Evans.
-¡Estoy concentrada!- exclame irritantada.
-No lo estas- dijo dándome un golpe en la espalda haciendo caer.
Hacía media hora estábamos entrenando pero yo no había concentrarme bien, regularmente fallaba en los ataques, en las llaves, en los derribamiento, me caía con mi propio peso y es que estaba realmente agotada. Los últimos días no había podido dormir bien y para acabar de componer la situación las pesadillas eran frecuentes, no podía cerrar los ojos, no podía conciliar el sueño un segundo porque de inmediato aparecían de nuevas pesadillas no sabía con exactitud qué era lo que estaba sucediendo, pero mí don estaba fuera de control. Estaba totalmente agotada tanto física, como mentalmente y no sabía cómo sobrellevar la situación, no sabía qué hacer, cómo actuar, a quién acudir, no sabía si esto se iba a detener algún día. Había decidido callarlo porque bastante presión tenía mis hermanas con la academia, como para también lidiar con mis problemas, tampoco le había dicho nada de Evans porque él también tenía problemas con su familia, sus padres habían vuelto a pelear por la custodia de su hermana Eimi, ambos manifestaban que la adolescente estaba totalmente fuera de control, pero él no sabía cómo ayudar si tampoco se la dejaban ver. A mí por otro lado, me frustrada ver a mis seres queridos sumidos en preocupaciones y yo sin poder hacer nada, eso me hacía enojar conmigo misma. Derek estaba más amargado que nunca, la corte imperial vampirica no lo dejaba hacer lo que él quería y él a mí no me dejaba en paz, siempre estaba dándome órdenes, gritándome o retandome y eso me hacía poner de peor humor.
Nos encontrábamos en el salón donde se ubicaban las armas, que nos asignaron a cada centinela o con las que nos sentíamos mucho más a gusto y sabíamos manejar mejor, nuestro entrenamiento básicamente hoy se basaba en defendernos con ellas, yo tenía mi látigo y él tenía una espada, me atacaba sin Piedad no perdía la oportunidad y cuando bajaba la guardia de inmediato lo aprovechaba y es que, a pesar de que decía que estaba concentrada no estaba dando lo mejor de mí. Suspire profundo y solte un jadeo cuando quiso atacarme de nuevo, esta vez me hizo una pequeña cortada a mi blusa, lo miré señalando lo que me había hecho y simplemente se encogió de hombros, volvió atacarme pero frene su impacto con mi arma y se escucho el acero con acero. Su distracción fue perfecta para envolver sus piernas en mi látigo y hacerlo caer de inmediato, le di una patada en su espalda en venganza por lo que le hizo a mi blusa.
-Gane- hable, tomo mí tobillo y me hizo caer a su lado, me rodeo con sus brazos y se puso encima de mí.
-Parece que gane yo- dijo mientras apartaba el cabello de mi rostro-¿Qué sucede Anais, porqué estas tan distraída?.
-No es nada.
-¿Cómo voy ayudarte si no me lo dices Anais?- tomó mi mejilla- También quiero estar contigo en las malas- se acercó y empezó a bersarme sus labios tomaron posesión de lo míos, su lengua quiso apoderarse de la mía, poco a poco el beso se intensificó, se volvió más posesivo más demandante, era la primera vez que me besaba de ese modo, nos separamos por falta de aire y por una inoportuno visitante que acababa de entrar al salón.
-¿Podrían hacerlo en la habitación? Digo, es más privado- Evans ensanchó una hermosa sonrisa en su rostro, se levanto del suelo, corrió hacía su hermana y la abrazo con mucha fuerza- Me alegra verte hermano- dice Eimily. También me levante del suelo y me dirigí a ella.
-Que bueno verte Eimi- le dije, no me había dado cuenta que venía con una compañera, ambas era más o menos de dieciséis años de la misma edad de Tessandra.
-¡Diana!- exclamó Evans abrazando también a la chica- Princesa- me llamó él- Ella es Diana, una amiga de la familia y de la infancia- ella me dio una sonrisa de medio lado y arqueo una ceja- Diana, ella es mí novia- me regalo una sonrisa- Espera... Eimi no me digas que haz escapado- la hermana menor de mi novio abrió sus ojos como platos- No, por favor dime que no haz escapado.
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Sueños #2
Vampire-Vamos- dice él con la respiración cortada- de muestrame que mereces el lugar que tienes, que mereces llevar el apellido una Braus. -No necesitó demostrarte nada- conteste con la quijada apretada. -Tienes razón, pero claro, ¿qué se puede esperar? sí...