2. La absurda verdad de Tomás Gallelli [ Acción ]

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Tomás Gallelli estaba muerto. Lo había estado desde que había accedido a firmar aquel contrato, en una casona olvidada y semiderruida en un rinconcito pintoresco —o, quizás, no tanto— del barrio de Villa del Parque. Pero ahora todo el mundo podía verlo.

Lo habían hecho innecesariamente evidente. Escandaloso, para captar un buen grupejo de cámaras y celulares de curiosos que transmitieran el suceso a todo aquel que quisiera ver. Solo había una contra para el difunto: Tomás Gallelli había, también, perdido su identidad de manera irremediable al haber accedido a participar de la pantomima. Las imágenes que empezaran a circular por las redes no lo mostrarían a él, un contable de cuarenta y pocos. Por lo que al resto del mundo respectaba, esa persona jamás había existido.

En su lugar, uno de los futbolistas más exitosos y reconocidos de la historia del deporte miraba con ojos vacíos los nubarrones que se extendían a través del firmamento. Después de tantos esfuerzos, de mentiras y secretos, de engaños fabricados con el cuidado de un detallista, el final había llegado. Al menos, aquel que el común de la gente compraría y creería certero.

Pero las verdades se construyen. Un retoque aquí, un recorte por este lado, tapar aquello, borronear lo otro... A pesar de lo complicado que se presentaba a la imaginación de cualquiera, solo había tomado un buen puñado de fortuna. La oportunidad se había presentado hacía casi dos décadas, cuando Gallelli disfrutaba de unas indiscutiblemente merecidas vacaciones. La idea surgió casi por accidente, de la combinación de un cadáver, cuentas pendientes y un don nadie que bien podría ser un gemelo perdido.

Se fraguó en un par de semanas. El contador accedió sin regañar, alimentado por el súbito acceso de egoísmo y necesidad que se vio despertado por una exorbitante cantidad de billetes verdes. Requirió de ropajes nuevos, un corte de pelo distinto, un dejo de barba y unos kilos demás. Después, impostó la voz, cambió su postura, imitó el acento indicado y abandonó su habla profesional tan rápido como dejó atrás a su pareja. Atendió a horas de material fílmico y artículos en diarios y revistas. Digirió al personaje que le tocaba, como un buen actor, y se envolvió con su piel.

Fue más sencillo de lo que él mismo había anticipado. Las personas estaban más que dispuestas a aceptar bocados de ficción, siempre y cuando se adaptaran a lo que esperaban. Preferían ello a darse de lleno contra la cruda realidad. Y así, con el correr de los años, incluso él se tragó el cuento.

Parecía haber olvidado su vida anterior. Sus estudios, la familia que alguna vez tuvo, sus amores, sus gustos y disgustos. Lo borró todo y lo enterró en un patio ajeno. Ahora él era el personaje.

Y eso era un problema.

Tanto esposa como hijas falsas comenzaban a ver las grietas en su plan. Porque sí, ellas habían sido parte fundamental de toda esta pantomima que había corrido por tanto tiempo, sin preguntas incómodas, sin sospechas. Todavía resultaba increíble, que nadie se hubiera dado cuenta de que todo era una fachada, una interpretación tirada de los pelos, manejada bajo la mesa por el poderoso don dinero.

Era el mismo señor que ahora ponía sobre la mesa la inminente conclusión de la obra. El último acto debía ponerse en marcha, por el bien de todos aquellos que se habían favorecido con el arreglo. Tomás había manipulado hilos que jamás tendría que haber tocado, y alguien debía cortarlos antes de que fuera demasiado tarde para los involucrados. Sus demandas, sus deslices y la avaricia con la que se conducía por la vida ponían en riesgo aquello construido. Ponía entre la espada y la pared al manojo de impresentables que se mantenían a su lado y a quienes habían sido arrancados de un tirón.

Era hora de que la leyenda pasara a ser historia y que Tomás Gallelli volviera a la tierra y se hiciera un con ello.

—Se acabó, ¿entendiste? Te borrás del mapa y listo. Vos no volvés acá, Tomás. —La rubia lo dijo muy en serio, haciendo hincapié en su antiguo nombre.

La llamada de los veintitrésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora