3. Carly, pasados tristes y las pastillas.

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En ese momento las risas se esparcieron por toda la clase. Mi primer día de instituto había sido un fracaso total.

— Señorita Prescol, ¿nos podrías explicar que formas son esas de interrumpir una clase? — dijo el profesor con una cara de "pocos amigos" mientras se limpiaba las manos de la tiza.

Sentí un nudo en la garganta, vergüenza y humillación a la vez. Quería salir corriendo y meterme en algún lugar donde no me viese nadie, pero agache la cabeza y me volví a sentar.

— Lo siento... — susurré.

— La próxima vez intenta no llamar mucho la atención. — murmuró una voz masculina.

Me giré para verle. Era él, el chico con el que compartía pupitre. Sé que no le había caído bien o eso es lo que me estaba aparentando, pero no era nadie para hablarme de ese modo.

* * *

Sonó el timbre notificando la hora del recreo causando que toda la multitud se esparciese por los pasillos. Antes de salir yo también decidí echarle un vistazo a mi taquilla y así poder dejar todo el peso que llevaba en la espalda.

— Melanie, ¿verdad? — escuché una voz femenina justo detrás de mí.

Tuve que cerrar la taquilla para poder ver su rostro. Era muy bonita. Sus ojos eran oscuros y brillantes, tenía una mirada bastante alegre y una sonrisa de oreja a oreja que decoraba su rostro. Su cabello oscuro y liso le rozaba por la barbilla. Aparentaba ser una buena persona, aunque como dicen: las apariencias engañan. Así que siguiendo el consejo de mi madre es mejor conocer a la persona y saber si realmente es como dice ser.

— Sí... soy yo — le contesté tímidamente intentando fingir una sonrisa.

— Yo soy Carly ¡Encantada! Por cierto, vamos a la misma clase — contestó alegremente sin eliminar esa sonrisa tan contagiosa — Hace un rato me has parecido divertidísima y créeme, ese tipo de personas van conmigo.

Sin duda era guapísima.

— Melanie, ¿qué te aparece si almorzamos juntas? Al fin y al cabo eres nueva y necesitas hacer nuevos amigo.

— ¡Claro! Por mi está bien — Esta vez intenté hacer un esfuerzo y mostrarle una sonrisa.

Salimos a fuera y nos dirigimos a un árbol. Su copa era enorme y proyectaba una gran sombra. Era perfecta para estas primeras semanas de Septiembre.

— Este es un lugar perfecto ¿No crees? — comentó mientras dejaba su mochila

— Y que lo digas - asentí emitiendo su acción.

— ¿Sabes? — Empezó diciendo— desde que te vi esta mañana entrando a clase pensé que sería genial si llegásemos a ser amigas. — Dijo mientras sonreía. No dejaba de hacerlo, se le veía una persona muy feliz. Sinceramente la envidio.

La mire sorprendida por su comentario y seguidamente me puse a rebuscar en mi mochila con el objetivo de sacar mi almuerzo. Estaba pensando en que contestarle pero no se me ocurrió nada.

— ¿Porque pensaste eso? — Alcé la mirada cuando por fin tuve en mis manos el bocadillo.

Ella tardo en contestar. Solo me mirada. Supuse que me analizaba antes de hablar y así fue.

— Mel, — respiro unos cuantos instantes y luego siguió — se te ve una chica ¿triste? ¿Hundida? No sabría cómo describirlo. Tu rostro está apagado y parece ser que no aprovechas los buenos momentos que te da la vida. Todos hemos tenidos días tristes, épocas malas o incluso nos ha llegado a pasar cosas horribles. Pero si no te dejas ayudar y si no cooperas tú también, seguirás en ese vacío si salida. Yo quisiera ayudarte. — Terminó de masticar el trozo de manzana que tenía en la boca y siguió hablando. Mientras yo estaba mirándola embobada, no podía creer lo que estaba escuchando. — Se podría decir que yo también soy nueva en este instituto. Estuve cuatro años encerrada en un lugar que ni siquiera conocía y además siendo maltratada por mi propio padre... — En ese momento su sonrisa desapareció y sus ojos se inundaron. Yo seguía en shock por todo lo que me había soltado en un minuto. Entonces mi cabeza racionó y supe que tenía que reaccionar. — Abrázala — ordenó mi cabeza.

La acerque a mi pecho y la abracé.

— No tenías por qué contarme esto — le susurré en el oído. Sentí su cuerpo cálido contra el mío. Sin duda era una buena persona y esta vez estaba segura.

— Pero yo quería hacerlo. — levantó su cabeza y me miro con los ojos hundidos. — Porque yo no quise recibir ayuda de nadie y mírame....Me paso los días fingiendo algo que no soy.

Esas palabras me marcaron. Se introdujeron dentro de mis oídos y no desaparecieron de mi cabeza.

* * *

Llegué algo cansada, lo único que me apetecía era dormir el resto del día pero sabía que eso que tenía la tarde ocupada. Hoy me tocaba a mí hacer la cena. El hogar estaba muy silencioso, no se escuchaba ni una mosca. Después de nuestra mudanza, mi hermano mayor decidió encerrarse y no salir de casa. Se pasa el día y la noche aquí. Ahora mismo nos apañamos con el dinero que nos dejó nuestra madre así que tampoco le podía obligar a trabajar ya que sabía cuál sería su respuesta.

Subí las escaleras dirigiéndome a mi habitación. — Qué raro — pensé. Era la primera vez que la puerta del cuarto de Víctor estaba abierta. Él siempre había sido muy reservado.

Decidí echar un vistazo, así que entre despacio y observe a mi alrededor. Estaba muy ordenada o eso pensé al principio, pero luego me di cuenta de la cantidad de pastillas esparcidas que había en el suelo y cambié de opinión. 


Una carta para Melanie (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora