A diferencia de Dorne, en el Oeste, el calor era sólo un recuerdo. El Mar Del Ocaso estaba cubierto por bruma oscura y neblina espesa. Desde la cubierta del barcoluengo, Lorean, veía la base de la Roca, pero no la cúspide del castillo.
—Es tan impresionante como cuentan —le dijo Adara, su amante, mordisqueandole la oreja con cariño.
—¿Cómo sabes que es impresionante? Con esta niebla yo no veo ni mierda —bromeó él.
—He estado ahí, mi príncipe —la pelirroja hablaba con coquetería, relamiendo cada palabra como una fruta dulce— Nunca entré al castillo, pero sí he recorrido las pescaderias y todo es tan ordenado que parece una pintura.
«Yo también he estado ahí, pero no en la cima, sino muy abajo... En las celdas.» Un escalofrío le recorrió el cuerpo al recordar el ruido de las olas golpeando las estancias de los prisioneros día y noche.
—Esta noche vas a entrar al castillo —le dijo Lorean, dándole besitos cortos a lo largo del cuello. Era una forma de tranquilizarse a sí mismo— Vamos a dormir en la cama de sus Señores.
—¿Dormir? —Adara alzó las cejas, burlona— Pensé que a estas alturas mi príncipe se había dado cuenta lo poco que me gusta dormir.
Lorean le metió una mano bajo las faldas, Adara estaba húmeda. Siempre lo estaba.
La madera crujió a pocos metros de ellos, y vieron como aparecía la vieja Reyne desde las cabinas. Estaba tapada con pieles de oso, tan gigantes que la hacían ver ridícula.
—Tengo que hablar con mi sobrino —le dijo a Adara, con desprecio— A solas. Déjanos. Y deberías cubrirte un poco, muchacha. Dicen que cuando te enfermas aquí, los pulmones se revientan adentro tuyo, y tienes una muerte espantosa escupiendo sangre y tragandote tus propias vísceras.
La Septa no le dio importancia a las palabras de la anciana. Le dio un beso a Lorean antes de bajar a las cabinas.
—Deberías ser un poco más discreto —le aconsejó la vieja— Los hombres que te siguen, están aquí porque eres esposo de la princesa Mellario.
—Los hombres que me siguen también tienen a sus amantes a bordo, ¿por qué les importa que yo tenga a la mía?
Ellyn se acomodó el capuchón y apoyó los codos en las barandas.
—Si quisieras sólo a una calienta camas, habrías elegido a cualquiera de las putas que vienen en el barco. Pero tú quisiste traer a esa —observó— Yo entiendo porqué lo haces. Te recuerda a ella, ¿verdad? Tiene ese cabello vulgar y los labios bonitos. Espero que tengas claro que no es ella. La que tú quieres está allá —señaló el muelle cubierto— Cuando el castillo caiga, ella estará ahí y podrás tenerla.
«Espero que no.» Pensó el Reyne. Se había gastado algunos cuantos dragones de oro para asegurarse de ello.
Quería a Ellys. Y la tendría en su vida, pero primero debía darle motivos para estar agradecida. «Si es racional, la advertencia debió ser suficiente razón para que se fuera de aquí con sus hijos.»—¿Sabías que tu amante está preñada? —la pregunta de su tía no lo sorprendió en lo absoluto.
—No es mío —le dijo— Y si lo fuera, no le veo ningún problema. ¿Qué noble no tiene bastardos?
La anciana empezó a reír, las encías desdentadas dejaban escapar el aliento gélido de la vieja.
—Querido... —exclamó entre carcajadas— ¡Tú naciste bastardo! Y ahora estás aquí, a puertas de Roca Casterly para destituir a tu hermana, quien sí nació siendo legítima.
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Los Últimos Reyne II | Fanfic GOT
Fanfiction«Pero ahora lluvias lloran en su salón, con nadie que las escuche. Sí, ahora las lluvias lloran en su salón. Y no hay ni un alma para oír». Después de la fallida rebelión de la Casa Reyne contra los poderosos Lannister de Roca Casterly; Tywin Lannis...