hace más de 1.OOO años, en un no tan pequeño reino, existía un príncipe bautizado bajo el nombre de lee minhyung. o mark, como sus padres le llamaban cariñosamente. el joven estaba enamorado; enamorado de la vida, enamorado de la naturaleza, enamorado de los animales y la paz que estos le traían. por los pasillos decían que era solitario, no había salido de aquellos muros que lo privaban de la realidad tras el castillo, pero no le importaba, el se sentía feliz así. pero, no todo es como se cuenta, el no creía ser solitario, tenía muchos amigos que le fueron brindados desde su nacimiento; los animales. todas las tardes el mostraba sus dorados cabellos y sus trajes hechos de las telas más finas a los últimos rayos del sol y a la aparición de la luna. dejaba su gran manta en los jardines y sobre ésta una canasta que contenía todo tipo de flores y alimentos. contaba su vida, sus más profundas felicidades y decepciones a los animales mientras los alimentaba.
— realmente no lo entiendo, ¿es qué es tanta la necesidad de una compañera u compañero para hacerse cargo de un reino?
los gansos y gallinas emitían cantos mientras los alimentaba, pero quien siempre le miraba era aquel sapo de tonos azules y negros que se encontraba en su regazo. le observaba con ojos grandes y luminosos, seductores, tan profundos como la oscuridad de la noche que se aproximaba. suspiró, estaba tan cansado de discutir sobre el mismo tema con su madre. no lo malinterpreten, no estaba en contra de tener que contraer matrimonio en algún momento de su vida, pero tampoco estaba dispuesta a pasar el resto de sus días junto a una mujer —o tal vez un hombre— que no amara sinceramente. levantó con ambas manos y dejó en el pasto dulcemente a su fiel amigo que tan atentamente le escuchaba, juntó todos los restos de alimento y dió un último vistazo a los rayos de la luna antes de despedirse y volver a aquella dichosa torre en la que pasaba todo el resto de su día.
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— él es el príncipe qian kun. a recorrido miles de kilómetros para verte, hijo.
— es un gran honor al fin conocerle, príncipe.
un cálido beso en su mano fue lo que recibió antes de responder con una pequeña y melancólica sonrisa. ambos monarcas acordaron que se encontrarían en dos horas para la cena, y que luego de aquello ambos herederos caminarían por los bellos jardines del palacio para "conocerse mejor" cuando su padre, el rey taeyong, y el recién llegado desaparecieron de su vista corrió, corrió con todas sus fuerzas hasta quedar sin aliento por las interminables escaleras que la llevaban a su cuarto. se encerró y allí se permitió llorar nuevamente hasta que sus ojos ya no pudieran soltar lágrimas de lo hinchados y rojos que estaban.
