El dragon de mi interior

38 4 0
                                    

La temperatura del día no se adecuaba a la estación que estaba transcurriendo en este lado del mundo, pero eso no sorprendía a nadie, estábamos acostumbrados a vivir climas diferentes a los que tenían que ser, vaya uno a saber porque, muchos dicen que es por el calentamiento global, pero yo no lo creía y mucho no me importaba tampoco, siempre pensé que era un regalo de la naturaleza poder disfrutar una semana 5 grados y a la otra casi 25, así las personas no se quejaban tanto.
Me desperté temprano, estaba repleto de tareas para hacer, porque había dejado la carrera que estaba estudiando y no podía estar mirando la televisión las 24 horas del día. Lo primero que hice fue pegarme una ducha bien caliente, siempre la disfruté así. Proseguí a poner el agua para tomar unos mates antes de irme a lo de mi abuela que me estaba esperando para seguir con los trabajos de jardinería, que a ella le costaba hacer por eso le daba una mano. Al terminar el termo y rondando las 7 y 30 de la mañana, fui a la esquina a tomarme el bondi. Me subí, salude al colectivero, le regale una sonrisa, esa que no cuesta nada dar y que nunca esta de más, creo que una sonrisa te puede cambiar el día, porque siempre pensé que la buena o malas vibras se contagian. Me sentía revitalizado, bien conmigo mismo, dejando atrás toda la angustia que había generado dejar abogacía y la decepción de mis padres por hacerlo, es que nunca quise serlo, pero tampoco tenía claro que quería para mi vida, es tan difícil saberlo a los 18 años, donde según la ley ya sos un adulto pero en tu cabeza sabes que no lo sos. El llanto de mi madre cuando le comenté que no era feliz ni me sentí completo haciendo lo que hacía y la cara de enojo, pero sobre todo decepción de mi padre cuando le dije que no quería continuar, creo que fueron una de las cosas más difíciles de afrontar en mis pocos años vividos. Lo supere y mejore, me costo, pero puse los pies sobre la tierra e inflé el pecho, supe que tenia que perseguir mis sueños porque solo así podía encontrar a mi isla de "Eudamon". ¿Cual es mi sueño? Poder enseñar, pero no esa enseñanza que nos da el primario o el secundario que solo no me hace repetir lo mismo generación tras generación, mi sueño es poder enseñar a pensar, a reflexionar, a cuestionar, a terminar con todo lo establecido y poder revelarse contra este sistema que nos hace infelices. Me costo sobre todo porque es muy difícil tomar la decisión de ser profesor en un sistema que no le da la importancia que se merecen los creadores del futuro, también sé que enseñar a pensar está muy mal visto en esta sociedad y me crearía muchos problemas, pero si quiero enseñar a revelarse tenía que empezar por animarme yo a hacerlo.
Llegue a lo de mi abuela, toque el timbre y a los 20 segundos salió a abrirme, la salude con un abrazo, le pregunté cómo estaba ya sabiendo la respuesta, que es la que siempre me daba, "bien, bah, como se puede" llena de dolores y con mi abuelo que todas las semanas tenía algo nuevo, sabía que su respuesta estaba justificada. Ya había desayunado, pero acepté hacerlo de vuelta porque siempre es mejor lo que hace la abuela.
Al terminar, salí al patio y empecé a plantar. Me encantaría contarles de que plantas se trataban, pero sinceramente no tenía ni idea, aunque al hacerlo, con Joaquín Sabina de fondo, sentía una paz que pocas veces sentí en mi vida. Alterne el trabajo, con pararates para fumar. Sentía un placer enorme en cada uno que fumaba y me encantaba ver como se consumían las cenizas y el fuego de fondo. La comida estaba hecha, milanesas con una ensalada de papas, huevos y cebollas que me hacia ella, porque sabía que era mi favorita. Comimos, mirando el zorro por el canal trece, mientras hablaba con mi abuelo sobre River.
Me despedí y me fui rumbo al taller de mi papá, el cual estábamos remodelando. Abrí el candado del portón, mientras sentía los ladridos de mi perro, me salto, lo acaricie un largo rato, ya que era otra de las acciones que me daba una paz profunda e ingrese.
El taller de mi papá, dejado, sin uso hace más de 10 años, era gigante, adelante era una construcción parecida a una casa y en el fondo, estaba lleno de ramas y pastos secos de los cuales me debía encargar. Aunque no era mi única tarea, también tenía que acomodar todas las cosas viejas que teníamos ahí, así que empecé por eso. Siempre ame ese lugar y más ahora, porque sentía que me conectaba con mi oso, después del momento en el que más lejos lo sentí. Amaba trabajar ahí y tener planes a futuro con el, cómo hacer el quincho en el fondo y los dos departamentos adelante, por eso trabajaba con entusiasmo y muchas ganas. Termine de acomodar adentro, fui al patio con el machete (arma que me encantaba empuñar, porque me sentía uno de los superhéroes que tanto me gusta leer) y empecé a darle a todo lo que se me cruzara por el camino. Al lograr juntar una gran pila y ya con el sol guardado completamente, comencé a echarlas en el tacho donde próximamente las quemaría. Sabía que tenía que tener extremo cuidado porque siempre me dijeron que el fuego es muy peligroso. Otras de las cosas que nunca me creí, nunca le tuve miedo al fuego, si no que le tenía respeto. ¿Como temerle a lo que nos ayudó a evolucionar? ¿Como temerle a una contextura tan hermosa y única? Pero si sabía que había que tenerle respeto, era hermoso pero en manos equivocadas, a lo largo de la historia a hecho graves desastres, claro, no era culpa de él, sino de los que se perdían en su color rojizo y azulado con aires de ambición, para beneficio propio.
Termine de meter un puñado de todo lo que había cortado, le eche alcohol y tire un cigarrillo que casi ya iba por la colilla. Encendió enseguida y en mis ojos se veían reflejadas esas llamas cautivantes. No podía sacarle la vista de encima, estaba alucinado viéndolas. Tan concentrado, que ignore cómo crecía y crecía, empezando a esparcir cenizas encendidas por todo el pasto, que cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Empecé a sentir como de a poco el calor me iba alcanzando, pero no me importaba, no se porque, pero confiaba. El humo era insaciable y las temperaturas cada vez más altas, aunque sentía que mi cuerpo era capaz de soportarlas. Comencé a sentirme algo débil y con razón, tenía tanto poder mi viejo amigo, que hasta me hizo desmallar. Sabía que estaba inconsciente y pensé que mi final llegaba, tan trillado como suena, porque vi una luz y la seguí. Cuando llegue al final del camino, sorprendido, no me sentía muerto, si no más vivo que nunca. Estaba en un campo de larga y larga extensión que parecía nunca terminar hasta una lejana construcción que parecía pequeña pero por juzgar por la lejanía era muy grande y extenso. Creí que estaba solo y que era el paraíso.
No recorrí, me senté a admirar la belleza de ese lugar, del lado contrario al sol, tratando de descubrir a la larga vista que era esa construcción. De pronto, sentí que el sol se tapaba solo para mi, ya que el resto del campo seguía iluminado. Voltee mi cabeza y vi lo más maravilloso que nunca jamás alguien vio. 10 metros media, color rojo fuego, piel de escamas, cuernos en la nariz y unas alas con un pliegue monumental. Cualquiera se habría asustado, yo no. No le temía, sabía que no me iba a hacer daño, así lo sentía. Me levante y atine a acercarme para poder acariciarlo, con lo que él respondió bajando su cabeza para que lo pueda hacer. Me pude sumergir en sus ojos que eran más verdes que cualquier otra cosa existente en este mundo. Se agachó tanto, que comprendí que lo que quería era que lo monte. Empezó a aletear y a escupir fuego por su boca alargada quemando todos los pastizales de ese bello campo. Sentí una voz en mi mente y comencé a hablar con ella:
-¿te das cuenta del daño que puede generar el arma que llevo?
-Claro que me doy cuenta, como también sé que puede ser utilizada para mejorar, no solo para destruir- respondí, nunca tan seguro de mi mismo.
-¿Sabes por que estás aquí?- pregunto el enorme animal
-No lo sé- dije, siendo del todo sincero, porque a pesar de lo confiado y tranquilo que estaba, no lograba descifrar la razón de estar allí.
-A lo largo de los años, el ser humano se ha corrompido y ha utilizado el fuego, de una manera que solo genera destrucción, por eso cada cien años escogemos a un portador de él para que pueda enseñar a crear y no a matar- dijo acercándose tanto a la construcción que ya note de cuál significaba- Si te preguntas donde estamos, es China hace siglos y siglos atrás. Aquí es donde más elegidos han salido y donde más se han respetado nuestros términos.
Ahí comprendí, porque la cultura de este país siempre alabó a los dragones, sabían que eran verdaderos y conocían su poder.
-Este don del cual te encargaremos tiene una gran carga y una gran responsabilidad. Dependerá de vos y solo de vos aprender a utilizarlo por completo y poder generar el bien. Sos el último portador, no nos defraudes y cuando te sientas solo o confundido, acudí a tu dragón interior-
-¿por que yo?- trate de preguntar pero comencé a despertar..
Abrí los ojos y empecé a mirar para todos lados, todo había sido un sueño, el taller estaba sin una sola quemadura y el tacho ya se había apagado, todo estaba a oscuras, excepto mi mano que cuando la miré, tenía una llamarada, que no me quemaba y sabía controlar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 05, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El dragón de mi interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora