4. The Other Life of Isabella García [ Chick-lit ]

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Querida Cassiopeia:

Te escribo porque me siento perdida y quizás tú puedas ayudarme. Hace unos meses conocí a un chico y desde entonces nos hemos visto un par de veces. Hablamos por teléfono de tanto en tanto, aunque nunca tenemos conversaciones muy profundas. Aun así, me gusta mucho, muchísimo, y no tengo idea de cómo dar el primer paso. Trato de darle señales, pero no parece estar funcionando. ¿Qué me recomiendas hacer?

Espero tu respuesta.

D.

Querida Cassie:

Pensé que nunca tendría que recurrir a algo así, pero me ha surgido un problema al que no le encuentro una solución que me convenza. Hace tres años salgo con la misma persona y todo iba bien... Pero conocí a alguien más hace cosa de un mes. Y es una chica. Siempre me identifiqué como heterosexual, pero ella... Despertó sentimientos en mí que no había tenido jamás. No quiero lastimar a mi actual pareja y no sé cómo romper el hielo. Lo quiero mucho, pero estoy muy segura de que ya no da para más. Por favor, Cas, ¡necesito de tus consejos!

@CassieLove

Cómo puedo declarármele al chico que me gusta? Él parece no notar mi existencia y no sé qué hacer!

@CassieLove

Salgo con una chica desde hace dos años y las cosas parecen haberse enfriado. Cómo puedo despertar la llama nuevamente???


Una revista Affair del mes pasado estaba tirada en el suelo, abierta en la columna de Cassiopeia Deveraux. Cassie Love, para todos los lectores que la siguen, consejera a tiempo completo. O eso es lo que la gente se empeñaba en creer desde el primer número que salió impreso con su nombre entre las páginas de la vidriera de modas pasajeras más rentable de los últimos tiempos.

Había que darle los créditos correspondientes. Isabella había trabajado duro para crear su personaje. Le había dado una historia creíble, un pasado que nadie se tomaría la molestia de comprobar, un nombre que atrajera a simple vista, una personalidad con la que todos pudiesen encariñarse e, incluso, llegar identificarse. Cassiopeia Deveraux era su obra más grande, la mejor. La más popular, con certeza. Las historias que había escrito con el correr de los años no habían cosechado muchos éxitos. Algunas reseñas positivas por aquí y por allá, eso seguro, pero pronto eran olvidadas. Cassiopeia no.

Ella permanecía, revista tras revista. Su columna se había convertido en el infaltable de Affair, en la comidilla de charlas de mujeres y conversaciones entre hombres, también. Esa era su magia, el haber alcanzado a un público que se resistía a aquel tipo de cosas y que no hubiese tocado una revista femenina ni bajo amenaza de muerte. Las redes sociales habían aportado a su causa, tenía que admitirlo. Facebook, Twitter, Instagram... Solo había evitado Snapchat a toda costa, para no tener que mostrar su rostro. Era vital que el mundo no supiera de su verdadera existencia. La continuidad de Cassie dependía de que el fraude se mantuviera en secreto entre ella y los directivos de la revista.

Día tras día recibía decenas de consultas amorosas de todo tipo y generaba cientos de reacciones. Jóvenes, adultos e inclusive personas mayores contactaban con ella para recibir consejos, convencidos de que su palabra era santa. La chispa humorística en sus tweets, la presencia casi constante en algún medio, sus respuestas honestas... Todo la acercaba a su público. Sería el final de su carrera si se diera a conocer su identidad.

Isabella García, veintisiete años recientemente cumplidos, soltera desde que era una mórula, orgullosa dueña de tres gatas y un periquito.

Para sus lectores, era una Doña Nadie de catálogo. Alguien con sueños disparatados y más allá de toda posibilidad de ser convertidos en realidad, sin importar el esfuerzo que pusiera. Creían en Cassiopeia, valoraban sus opiniones y seguirían sus consejos al pie de la letra. ¿Los de ella? ¿Cómo iban a hacerle caso si nunca había pasado de la tercera cita? ¡La gente le daría la espalda ni bien lo supiera!

Le resultaba ridículo, de cierta de forma. De todas las formas. Sus consejos eran útiles estuviera o no soltera. Que ella no los aplicara en su vida diaria era un punto completamente distinto y para nada de incumbencia de cualquiera salvo ella. Claro, no pensaban lo mismo ni sus lectores ni sus jefes. Por algo había accedido a firmar un contrato con cláusulas de estricta confidencialidad. Ella se encargaría de mantener la online persona de Cassiopeia y de escribir su columna una vez al mes, seleccionando los mejores casos para presentar en la revista. A cambio, recibiría dinero y una fama que nunca podría atribuirse.

No se podía quejar. Tenía el tiempo suficiente como para dedicarse a sus proyectos personales, en donde su nombre podía estar incluido en cada hoja y en letras brillantes. Podía tomar también pequeños trabajos freelance, con los que justificaba sus gastos y las horas eternas que pasaba en su propia casa. Era un plan perfecto que podría mantener hasta que alguna de sus historias estuviera terminada y consiguiera una casa editorial dispuesta a invertir en ella y en su palabra. Lo había conseguido en Affair con Cassie, ¿por qué no podría hacerlo siendo ella misma?

—Sí... ¿Por qué no, Isabella? —se preguntó en voz alta, dando un sorbo al café que había hecho recién. Recogió la revista del piso, la colocó sobre la mesita ratona y se sentó en el sofá, colocando su computadora portátil sobre su regazo. Mischa, Mischi y Mischu la miraron atentamente desde sus camitas, considerando si ir o no a buscar atenciones—. Oh, tengo una idea. Quizás es porque nunca terminas nada de lo que escribes, a menos que sea referente a Cassiopeia.

Cierto, no podía quejarse, pero lo hacía cada día. Su personaje la estaba consumiendo. Resolver vidas ajenas empezó siendo divertido y un tanto alentador, viendo que sus recomendaciones eran puestas en práctica y servían. Pero haciendo aquello dejaba sus propios problemas de lado. Las horas libres que tenía las invertía en leer lo que escribían sobre y para Cassie.

Era lo que estaba a punto de hacer ahora, buscando entre los cientos de comentarios, mails y todo el contenido destinado a su alter ego para realizar una pre-selección. No había encontrado nada impresionante, ninguna pregunta picante, ninguna anécdota que no hubiese leído antes. Definitivamente, después de unos meses, la magia se perdía entre letras repetidas y frases hechas.

Hasta ese tweet.

Isabella tosió sin control, casi tirando el contenido de su taza sobre su dispositivo. Respiró profundamente, obligando a una calma tumultuosa que impregnara su mente. Debía contenerse. Debía tomarse unos segundos para pensar. Debía dejar el café sobre la mesa antes de que ocasionara una desgracia.

Seguro no pasaba nada.

Seguro nadie lo veía.

Seguro estaba perdida.


@CassieLove

Hola, Isabella.

La llamada de los veintitrésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora