Más tontos que yo.

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Oí cómo sonaba el último timbre como si fuera el canto de un ángel. 

Tenía muchas ganas de irme a casa. Y también ganas de ver de nuevo a Marmalade, de saber lo que había hecho. Aunque la verdad es que estaba cansada y me dolía el cuerpo.
-Ella. -Una voz poco conocida hizo que me girara.
Era la secretaria del Director con la que ya me había topado anteriormente. No me acordaba de su nombre así que sólo la dije: -¡Ah, hola!-
Ella me sonrió. (A decir verdad, creo que no la había visto sonreír nunca). <Aquí pasa algo raro.>
-¡¿Estás bien?! -Se quitó las gafas haciéndose la interesante y me miró de arriba abajo.
-Em, sí. ¿Por qué no iba a estarlo? -Entonces caí en que La Loba me había atacado hacía unas horas.-
Me hizo girarme para que ella pudiera examinarme las heridas mientras ponía cara de preocupada. -Dios mío. Deberías haberte ido a casa, Ella.
-Ya, es que la nota... -dije con un hilito de voz.
-¡Bajo ningún concepto! Lo importante es la salud. Escúchame bien, si mañana no te encuentras con fuerzas, ¡no vengas! Te lo prohíbo.-
Asentí mientras deseaba con las fuerzas que me quedaban que esa señorita desapareciera. -Vale, vale. 
-Voy a llamar a tu madre para que te recoja.
-¡No! ¿A mi madre?
-Sí.
-¡No! Estoy bien...
-¿Pasa algo? -Se giró. Ya había empezado a caminar dispuesta a buscar el número de mi madre en su despacho.
-Verás, mi madre... está mal de salud, ya tiene bastante con lo suyo. No quiero que se preocupe.
-Bueno. Es uno de mis deberes informar a los padres de los estudiantes por cualquier incidencia, en especial médica. La llamaré y la diré que te caíste.
-Aghh. -Me llevé una mano a la cabeza. -Está bien.

Sin más parloteo me puse rumbo a mi casa como pude, ya que aunque estaba mejor, las heridas aún me dolían.

-Ey Ella. Me han dicho que estabas malita.
-¿Quien eres? -Una nueva criatura se encontraba delante de mí; estaba justo en frente de un parque y ella había aparecido de la nada. 
Era una chica que aparentaba mi edad, con cabello rubio claro, largas pestañas, un vestido azul celeste y la piel pálida, pero no pálida como la de un vampiro,  no, diría que su piel tenía un tono verde muy muy clarito.
-Hola. Soy Margaret y soy un hada.
-¡¿Qué?!-
Puso cara triste. -Esa loba te ha dado una paliza. ¡No es justo! -Cruzó sus brazos y se puso de morros como los niños pequeños.
-Oye... -La interrumpí.- ¿Qué quieres? No te conozco, tú no eres de Goliard.
-Es verdad. Yo voy a un colegio de pago sólo para señoritas.
-¿Un colegio privado dices?
-Afirmativo. Pero sí nos conocemos. Yo sé tu nombre, y tú sabes el mío, ¡nos conocemos! -Sonrió levantando los brazos de manera efusiva.
-Vale, pero ¿por qué me paras en la calle?
-Quiero ser un hada medicinal.-
Suspiré. -Me parece muy bien, pero...
-Pero la carrera es muy cara y si curo a la suficiente gente me darán una beca. -Sonrió. 
Pensé que la expontaniedad de esa chica la hacía verse muy inocente. Me pregunté cuántos años reales tendría: <¿Acaso las hadas viven tanto como los vampiros? No lo creo. Las hadas son como insectos. Aunque esta es de tamaño real...> Mientras yo pensaba esto, ella no paraba de hablar y hablar.

-A lo que voy es que, si dejas que un poco de mi saliva haga contacto con tu fina piel, tus heridas mejorarán enormemente. 
-¿Qué? -Me asusté. Estaba hablando con una completa desconocida cuyas intenciones desconocía completamente. -No, no no. No voy a dejar que me chupes. -Empecé a caminar.
-¡Oh, no! ¡Vamos, no es eso! De verdad que soy un hada. 
-Déjame en paz. -Dije seria caminando más deprisa. 

Por suerte ella no me siguió. 
El dolor me estaba matando, y al intentar disimularlo, me dolía todavía más. 
Saqué las llaves de mi mochila para abrir la puerta de mi casa. <Voy a ir directa a la cama.> 
-¡Por fin llegaste, hija!
-¿Mamá? ¿Qué haces con ropa de calle y arreglada? -Pasé dentro de casa y cerré la puerta.
-Resulta que ha venido tu amiga, esa que cocina.
-¿Eh? -No lo entendí hasta que vi que Marmalade estaba en el salón de mi casa. -Hey Ella, ¿Cómo te encuentras?
-Pues muy... bastante bien. -Titubeé. ¿Te llamaron del colegio mamá, por causalidad?
-Pues ahora que lo dices... hizo memoria -Sí. Me dijeron que te habías, caído.- Se llevó una mano a la boca y se la tapó poniendo cara de asustada. -¡¿Te encuentras bien?!
-Sí, no es nada. Ha sido un accidente tonto, unos rasguñitos.
-¿Segura? -Dijo Marmalade mientras se acercaba a mí y me tapaba un trozo de venda con la camisa de cuadros que llevaba puesta.
-Gracias. -Susurré.
Me guiñó un ojo.

-De verdad que estoy perfectamente bien. -Volví a asegurar.
Mi madre en cambio, no se lo terminaba de creer y se le notaba en la cara. -No sé, Ella. Creo que debería ir a hablar con el tutor.
-¡Que no! -Me irrité ligeramente. -Bueno, haz lo que quieras. Yo no quiero preocupar a nadie.
-Son cosas de la vida, eres mi hija.-

Marmalade carraspeó porque el ambiente se estaba poniendo algo incómodo. -Bueno, creo que me voy ya.

-¿Tú qué crees, Marinale?
-¿Eh? -Titubeó porque mi madre no conseguía pronunciar bien su nombre. 
-El fin de semana tuvo fiebre, y hoy ha tenido un accidente y se ha caído. En Washington no le pasaba nada. Era como tener una mascota: llegaba, comía, hacía sus tareas y vuelta a empezar. Ahora en cambio cuando no es una cosa, es otra. ¿No será que el cambio de hora le está afectando?
-¿El cambio de hora? -Parpadeó repetidamente perpleja.
-Todo esto de vivir por la noche, no puede ser normal tantas cosas extrañas seguidas.
-¡Mamá! Lo que pasa, es que en Goliard, ¡son mucho más tontos que yo! -Exclamé.
-¡¿Qué?! -Gritaron mi madre y la vampiresa a coro.
Suspiré. -No quería tener que decirlo, y no te ofendas, Marmalade; pero es que es cierto. Hasta el Director me lo dijo. Mi IQ es el más alto del instituto, la gente allí es tan tonta que me pongo nerviosa.-

Marmalade estaba más pálida que de costumbre y tenía una expresión de incrédula que no podía disimular. Mi madre tenía la boca abierta y se había quedado paralizada. -Pues no sé si tenemos una solución para eso. -Dijo pensativa.
-Da igual. Simplemente quiero que veáis que no es grave.
-Entiendo. -Asintió mi madre seria. -Tomaremos medidas.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora