Dos.

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El humo calaba con fuerza en mi garganta

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El humo calaba con fuerza en mi garganta. El rebote de los bombos inundaba mis oídos, junto a las tarolas y el sonido de las trompetas. El sudor caía de mi frente nublandome la vista y mis piernas protestaban con cada salto que daba. Aún así, no deje de saltar, no deje de cantar, no deje de alentar. Los cuerpos pegajosos de las personas a mi alrededor me empujaban de un lado a otro. Los empujaba de regreso, algún que otro golpe intencional para que alejaran sus resbaladizas manos.

Un pitido irrumpió el aire, dándole inicio al medio tiempo del partido, apoyé mis manos en mis rodillas intentando inhalar tanto aire como me fuera posible, estaba muy fuera de forma. Y 

Una pesada mano golpeo mi espalda, casi haciendo que cayera hacia adelante. Regrese el manazo a mi derecha, pero solo golpee el aire.—¡Como en los viejos tiempos, ah! —giré la cabeza ligeramente para encontrarme con las duras facciones de Lenz, que, a juzgar por los enrojecidos ojos y sonrisa fácil, estaba mas que drogado.

—¿Qué haces acá, no deberías estar más abajo? —Lenz era algo así como una parte líder de Los del infierno, y los líderes se reunían en las primeras filas, poniendo el ejemplo de nunca parar de alentar.

—Meh... vine a ver como estabas, es la primera vez que vienes desde... ya sabes. —Cuando papá enfermo, tuve que dejar de venir al estadio para ahorrar dinero para sus medicamentos, estuve fuera de la cancha por dos años debido a eso, después de su muerte, era demasiado duro siquiera pensar en venir sin él.

—Estoy bien. —murmuré, sin querer entrar mucho en el tema. Tomé el vaso de cerveza que Lenz me ofrecía y di un largo trago. Saludé desganada a los chicos y chicas que pasaban a mi lado, murmurando saludos o simplemente dando palmadas en mis hombros.

—Bien... bien. ¿Vas a ir hoy a la junta?

La junta. Cada dos semanas los líderes se reunían para planificar recibimientos, viajes y demás. Había estado asistiendo a las juntas a pesar de no ir al estadio, papá había tenido razón, me distraía del constante dolor que habitaba en mi pecho desde su partida.

Pero ahora no. Ahora estaba demasiado enojada con los líderes como para reunirme con ellos.

Que.

Se.

Jodan.

—No lo sé. ¿Debería? —volteé para encararme con él. Lenz, sabiamente, dio un paso atrás—. Quiero decir, he estado atrás de la barra durante casi tres años, planeando, modificando, organizando y demás cosas que no se les da la gana hacer a Milan, a Roy, o a ti, porque supuestamente están demasiado ocupados para hacer lo que les toca a cada uno —dije, sintiendo como el enojo volvía a bullir en mi interior—. Pero no me dejan estar en las primeras filas, junto a ellos, que por que se pierde el respeto. Porque. Soy. Mujer.

La dura mirada que le dirigí a Lenz hizo que se le encogieran un poco mas los hombros. Sabía que se sentía culpable, había visto su mirada de indignación cuando Sam llegó a decirme que no podía entrar con ellos. Que pensara en el problema que se armaría si los chicos se enteraran que su hinchada era liderada por una mujer. Como si no hubiera pasado mi vida entera a la par de ellos, alentando, viajando, peleando. Incluso manteniendome de pie mas de lo que la mitad de los maricones de aquí lograban.

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora