Capitulo 27

577 63 59
                                    

Capítulo 27

Desperté y ella seguía a mi lado. Eso no sucedía con frecuencia; casi siempre se levantaba antes porque le incomodaba que la viera dormir. Me abracé a ella, pegando mi pecho contra su espalda y acomodando mi rostro en su cuello para susurrarle al oído.

— ¿Estás despierta? — Movió su cabeza en una ligera afirmación. — Deberíamos ir.

— No quiero. — Susurró con voz suave.

— No te creo. — Ella se mantuvo en silencio. — De acuerdo, dije que haríamos lo que quisieras. Así que piénsalo mientras me doy una ducha, a menos que quieras ir antes.— Solo negó con su cabeza esta vez.— ¿Desde qué hora estás despierta?

— No lo sé. — Resoplé ante su tosca respuesta y salí de la cama sin más.

Mientras me duchaba, escuché la puerta corrediza abrirse y, antes de voltear, ya me estaba abrazando por la espalda.

— ¿Debería ir? — Preguntó.

— Pienso que sí. — Aflojé su agarre para darme la vuelta. Ella aún vestía su pijama, ahora mojada. — Pero no decidiré por ti. Ahora sube las manos. — Obedeció sin chistar. Su mente parecía estar en otro lugar. Deslicé su blusa hasta que sus senos quedaron al descubierto, luego proseguí con el short y la braga, arrojándolos fuera de la ducha.

— Solo he ido al funeral de mi madre, y fue hace mucho. No recuerdo qué se hace. — Hablaba en susurros, su mirada perdida me decía mucho más que sus palabras.

— No debes hacer nada en particular, pero puedes llorar si quieres. — Entonces me miró con reproche.

— No quiero. Todos me mirarían. — Decidí no insistir, sabiendo que dejarla pensar por sí sola era la mejor opción para evitar la misma discusión de la última vez.

— ¿Quieres que lave tu cabello? — Asintió y sonreí. — Bien, cuidado con los ojos.

Masajee su cabeza, permitiendo que el champú hiciera su efecto. Era una buena manera de relajarla. Cuando apoyó sus manos y su rostro en mi pecho, detuve el masaje y dejé que el agua enjuagara la espuma de su cabello.

— Todo está bien. — Dije al final, abrazándola con fuerza.

El sol ya estaba alto en el cielo cuando bajé del auto. Caminé alrededor del vehículo, desplegando la sombrilla con cuidado. Esta vez había sido su decisión.

— ¿Lista? — Le pregunté al bajar. Ella asintió.

Una vez más, estábamos en esa casa. Nos recibió la misma señora de antes, quien abrazó a Usagi mientras sollozaba. A diferencia de Usagi, que parecía inmutable, no sabía si sentirme preocupado o tranquilo. Ella no había derramado ni una lágrima, aunque la vi algo afectada cuando recibió la llamada.

Luego apareció otra señora que reconocí de inmediato. Saludó a Usagi de manera natural, aunque sus ojos rojos la delataban, probablemente había estado llorando.

— ¿Y quién es el caballero que te acompaña?

— Mamoru Chiba. — Me presenté sin dudar, aunque fue más como un recordatorio porque años atrás ya nos habíamos conocido.

— Vaya, por eso te me hacías conocido. Estás aquí por... — Usagi me sorprendió colgándose de mi brazo. — Ya entiendo. Mandarte a esa casa no fue tan mala idea después de todo.

La miré. Su rostro estaba enrojecido. Contuve una sonrisa, recordando el motivo de nuestra visita.

Veía a Usagi conversar con su abuela y algunas otras personas. Aunque hablaban más los demás, me mantuve alejado, ya que su abuela la había llevado casi a rastras. Todos parecían sorprendidos por la presencia de Usagi y hacían comentarios poco agradables. Comenzaba a entender el porqué de su comportamiento errático.

Ansiedad socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora