Red Telephone Box

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Londres

10 marzo de 2013

Era una noche fría en Londres. Tan fría, que el chico castaño de ojos azules podría admitir que era la más cruda de todo el invierno. Pero no era un secreto ni novedad para nadie que Inglaterra no era un país conocido precisamente por sus playas tropicales ni su buen clima cálido. Todo lo contrario. Cualquiera pensaría que sus habitantes deberían ser ya a prueba de hielo, pero simplemente Tomlinson no lograba acostumbrarse a eso.

Se había mudado con su padre hacía unas semanas a Londres. Dejando a su madre y hermanas en su ciudad natal, después de que sus progenitores se divorciaran y decidieran “repartir”, por así decirlo, a sus hijos de una manera fácil, las chicas con la madre, y el chico con el padre. ¡Que estúpido!, pensaba Louis.

Esa era una de las razones por la que aún no se acostumbraba a las tan bajas temperaturas de la ciudad. Un mes allí no te ayudaba mucho con eso.

Una fuerte ráfaga de viento lo azotó de repente, impactando su rostro y desordenando su cabello, provocándole un gran escalofrío. Se llevó ambas manos a la boca y sopló lo que más pudo para entrar en calor. El color había abandonado su cara, y su nariz se encontraba un poco colorada. Solo quería llegar a casa y acobijarse en su cómoda y calientita cama. Pero había dejado accidentalmente su móvil en el instituto, y había quedado en llamar a su padre para que pasara por él. De lo contrario, Mark pensaría que él tomaría el autobús a casa, como normalmente hacía.

Pero, extrañamente, este no era un día, o más bien dicho, una noche normal. Louis lo presentía.

Había llegado tarde a la estación de autobuses y, por consecuencia, tuvo que caminar en caso de encontrar otro por allí, lo que no sucedió. Llevaba más de cuarenta minutos caminando, y las calles de la ciudad, como nunca, se encontraban desiertas, lo que intimidó un poco al chico.

–Que conveniente...justo cuando debo caminar, a la gente se le ocurre desaparecer.– despotricaba para él mismo en voz baja mientras pateaba una piedra y metía sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Sabía que caminando lograría llegar a su casa hasta mañana, sin contar que aún no conocía el resto de las calles de Londres. Así que por ahora, solo buscaba una de esas tontas cabinas telefónicas rojas, que aparentemente, luego de haber visto muchas en el mes que llevaba en la ciudad, al parecer también decidieron desaparecer. Louis bufó. La suerte no estaba de su lado ese día.

El cielo encapotado ya se encontraba en su máxima oscuridad, las calles solo eran alumbradas por la débil luz que los faroles públicos brindaban. El chico se preguntaba si estaba perdido. ¿Era posible que las personas, los automóviles, e incluso los teléfonos desaparecieran? No obtuvo su propia respuesta en ese momento. Seguramente estaba alucinando.

Prefirió ignorar el hecho de que estar solo en medio de la nada (así describiría un lugar que no conoce) le atemorizaba de una manera inimaginable. Él podía sentir algo en el ambiente. Algo que inexplicablemente causaba que su cuerpo temblara, pero no era por el frío, de eso estaba seguro.

Caminó aproximadamente cinco minutos más cuando pudo sentir una fina gota de agua caer en la punta de su nariz. No le tomó importancia hasta que otra aterrizó en su pómulo derecho, y la siguiente en su cabello. Cada una más fuerte y pesada que la anterior.

Miró al cielo y maldijo en su interior.

– ¿Es enserio?

Trató de caminar más rápido, pero lo que había comenzado como una fina llovizna, ahora era una autentica lluvia, que empapaba sus ropas y lograba que se sintieran como toneladas en el delgado cuerpo del joven. Dificultando su caminar.

Red Telephone Box - Larry Stylinson One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora