capítulo 3

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—Esto es una mierda —murmuré, mientras que con el tenedor hurgaba los huevos revueltos que mi madre me sirvió para el desayuno.

—Ese lenguaje Nicky. No me obligues a castigarte.

Apoyé el codo izquierdo sobre la mesa y utilicé mi mano para sostener mi cabeza, mientras balanceaba el tenedor en el aire.

—Ya no puedes hacer nada más.

—Aún tienes tu teléfono ¿no? —la ironía en su voz era palpable.

—Sabes que ya no soy una niña ¿verdad?

Después de que el idiota de Darién llamará a mamá para informarle de mi “accidente”, ella comenzó a comportarse de esa manera sobreprotectora y agobiante que tanto detestaba. Incluso tuvo la osadía de castigarme, trayéndome de inmediato a casa y prohibiéndome salir bajo ninguna circunstancia.

No era malo estar en casa, después de todo fui la primera en protestar cuando mi madre me obligó a ir a la universidad. Lo que me molestaba es que no me permitía salir por las noches a ver a mi lobuno amigo. Aunque ella no lo sabía y restringía mis paseos creyendo que iría a cazar.

“No puedo culparla”

—Sí te comportas como una niña serás tratada como tal —dejó de lavar los trastes y volteó secándose las manos con el delantal; contuve la risa al ver su actitud de la típica ama de casa—. Creí que ya habías madurado, pero vuelves a cometer los mismos errores.

—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Dejar que me viole? —subí los pies a la silla y apoyé el mentón sobre mis rodillas, observándola con desafió.

—Por favor, Nicole. Pudiste apartarlo y…

—Y dejar que me joda la puta existencia todo el año —negué con la cabeza y desvíe la mirada—. No tienes una idea de que clase de tipo era.

—¡ESO NO JUSTIFICA EL ASESINARLO! —mi madre golpeó la mesa con ambas manos y me quedó viendo enfadada—. Además, por poco y te descubren… y ni hablar de los golpes que te hiciste.

Mis heridas habían sanado por completo, no entendía por qué armaba tanto escándalo por unos pequeños moretones, ella sabía que mi cuerpo se regeneraba con rapidez y más cuando había consumido carne humana… “Carne”, la sola idea me hizo agua la boca. Los días que pasaba en casa solo comía lo que mi madre preparaba, la mayoría de las cosas sabían bien o al menos eran deglutibles gracias a su ingrediente especial, esa dulce mujer le ponía sangre a todo lo que consumía. Creo que pensaba que por ser mitad vampiro eso me ayudaba a contenerme; sin embargo, lo que provocaba era exactamente lo contrario, la sangre me ayudaba a comer comida humana, pero aumentaba mi deseo por la carne y eso hacía más difícil que me controlará.

—¿Sabes cual es el verdadero problema aquí? —empujé la silla y me puse de pie. Mi voz sonaba suave y abatida—. Tú quieres que sea “normal” y eso jamás ocurrirá. La realidad es que soy un monstruo.

—Nicky, solo quiero lo mejor para ti.

Ella dio unos pasos hacia mí, pero la detuve levantando mis manos, no deseaba que se me acercara.

—Lo mejor sería que me aceptaras tal y como soy y dejaras de querer convertirme en alguien más —me dirigí al pasillo—. Estaré en mi cuarto.

En cuanto entré a mi habitación me arrojé sobre la cama y saqué mi móvil de debajo de la almohada para revisar los mensajes. Kotaro sólo me escribía durante su hora de almorzar, la universidad a la que asistía era muy exigente, al igual que su familia. Sus padres insistían que era una mala influencia y que solo lo hacía perder el tiempo, sí supieran quien era su hijo realmente quedarían totalmente aterrados, pero Kotaro prefería mantenerlos en su mundo de fantasía y obedecía todas sus reglas. Sin embargo, no podía quejarme ya que él siempre encontraba el modo de hacerme saber que seguía siendo lo más importante en su vida.
Suspiré ante el silencio que me rodeaba y me coloqué los auriculares para olvidarme del mundo mientras escuchaba algo de música. Sin poder evitarlo mi mente volaba una vez más a Damián y su absurda promesa de enamorarme; no lograba entenderlo.

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