-Debo suponer que la fiesta fue bien si llego hasta ahora, señorita Mei. -dijo Kata, la ama de llaves con una expresión pasible y maternal. -Es la primera vez que sale y me alegra que se haya divertido... ¿está usted bien, señorita?
Mei la miro algo asustada y tras considerar un sinfín de posibles justificaciones decidió callarse y asentir. Kata fue la mujer que la vio nacer y crio en lugar de sus padres y cuando el abuelo no podía. Mei solo confiaba en su abuelo y en Kata, pero más en la ama de llaves. Esa mujer de cincuenta y cinco años, dura como una mamushka y enérgica como un guerrero vikingo se crio en el campo donde solo se descansaba al morir, el trabajo era duro y siempre reconfortante. Ella fue a la ciudad a probar suerte y termino sirviendo a la familia Aihara, Mei agradecía que su abuela, Madoka, en paz descanse, contratara a Kata y la dejase vivir allí con todo el respeto.
Kata siempre fue el ejemplo de un educado y eficiente trabajador doméstico, ella junto a Tsubasa eran los que se encargaban del correcto orden de la casa y Mei aprendió de ellos una que otra cosa gracias a ellos. Tsubasa le enseño a construir casas para pájaros y Kata a cocinar uno que otro platillo. Eso era lo que recordaba, la verdad era que antes de los cinco años no podía recordar gran cosa, pero su abuelo le decía que a los tres años solía correr por la casa desenfrenada junto a su compañera de juegos, Kata y Tsubasa rara vez mencionaban a esa niña. Mei nunca sintió interés por conocer a esa supuesta amiga ya que si no la recordaba era por algo que no le importaba.
-El señor Tetsuya me ha pedido que le dispense por las llamadas tan exageradas, estaba preocupado por usted. -dijo con una sonrisa mientras le acercaba el té. -Como ya sabe, el señor no volverá hasta la siguiente semana, así que háblele para hacerle saber que está usted bien.
-Lo hare, gracias. -respondió con voz aguda mientras bebía de su taza.
La mirada desconfiada que le dedico Kata le puso nerviosa más de lo que ya estaba. Le dolía todo el cuerpo y la cabeza, sin mencionar la incomodidad al estar sentada. Como le ardía la-
-Es domingo así que suba a descansar, señorita Mei. -Kata recogió el plato y se encamino a la cocina. -Si desea alguna cosa solo llámeme y acudiré a usted de inmediato.
Mei sentía la cara caliente por la mirada que le dedico su nana (como le decía de cariño hasta la edad escolar). Un brillo de sabiduría y conocimiento absoluto le dio mala espina. Cuando la ama de llaves se retiró, Mei trato de levantarse y contuvo un chillido de dolor, apretó los dientes y respiro hondo. Camino despacio y con la seguridad de que su dignidad estaba escasa de cualquier justificación. Lo que había hecho con esa completa extraña cuyo nombre no recordaba acababa de humillar al apellido Aihara.
-Nadie lo sabrá... nadie. -murmuro cuando empezaba a subir los escalones rumbo a su habitación.
Kata la observo con cautela y un tic se le desarrollo en el ojo. Esa forma de caminar solo significaba una cosa y no era muy buena en caso de ser cierta. Toco el rosario de madera que colgaba oculto en su cuello y se puso a rezar para que el amo no se enterara de aquello.
***
-Espero que les haya quedado claro el acomodo de los activos en el balance. La ultima vez que revise sus trabajos solo la señorita Aihara pudo tenerlos excelentes. -dijo la maestra suspirando.
-Yo tengo la duda de como se deprecian los terrenos. -dijo una chica al lado de Mei.
-Los terrenos no se deprecian. -la maestra quería gritar de frustración. - ¡Lo que se deprecia son los edificios!
-Oh... ¿entonces qué se les hacen a los terrenos?
La maestra se puso a rezarle a los dioses por paciencia o terminaría lanzándole el borrador a su alumna. Miro al resto de la clase que tenían la misma cara de la chica y comprendió que tenía idiotas por alumnas, ¡ninguna había prestado atención a la clase!
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EN BUSCA DE LA LIBERTAD (CITRUS)
Fiksi PenggemarMei Aihara siempre tuvo una vida recta y educada sin cuestionar ninguna orden. Un día, decide ir a una fiesta por curiosidad y conoce a Yuzu; una joven que siempre hace lo que quiere sin miedo. Comienza a darse cuenta de que no quiere una vida llena...