Capítulo 42: Algunos superheroes llevan tacones

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Cuando Dylan y Brook consiguieron calmarse un poco y ambos dejaron de llorar, decidieron volver al club.

Ninguno había mencionado nada acerca de lo que había pasado hace unos minutos, no habían dicho nada en realidad hasta que llegaron al despacho de Louane, donde Dylan se quedó mirando la puerta.

–Supongo que tengo que entrar.– Dijo sin apartar la mirada de la puerta.

–¿Vas a contárselo todo?

–Se lo merece.– Dylan asintió un par de veces y miró a Brook.– No voy a contarle lo que ha pasado ahí arriba, pero si se merece saber porque está aquí y que está pasando.

–¿Quieres que entre contigo?

–No, no hace falta. Esto es una cosa de hermanos.

–Vale. Nos vemos luego.

–Si. Descansa un poco.– Brook asintió y se dio media vuelta para irse.– Brook.– La llamó y ella se dio media vuelta.– ¿Podrías decirme una mentira?

–Todo está perdido Dylan. No hay nada que hacer.– Ambos sonrieron un poco ante aquella mentira.– Y si aún te quedaban dudas, no te quiero.

Estaba siendo la noche más larga de sus vidas. Dylan esperaba que por lo menos su hermano hubiera conseguido dormir un poco, pero cuando reunió la fuerza suficiente como para abrir la puerta, vio a Bryce hablando con Simon, y que el pequeño no paraba de reír.

–Eh. ¿Qué pasa aquí?– Preguntó con una sonrisa y ambos le miraron.

–Bryce me está hablando de tu trabajo.

–¿Enserio?– Dijo sentándose detrás de su hermano y frente a Bryce.

–No había forma humana de hacer que tu hermano se durmiera, así que pensé que estaría bien explicarle un poco lo que hacemos.

–Bryce me ha dicho que bailas muy bien, ¡y me ha enseñado vídeos!

–¿Vídeos?

–Si no los tuviera nadie me creería.– Bryce sonrió.– Y ahora, creo que voy a irme y voy a dejar que habléis un poco. ¿Vale?

–Vale, gracias Bryce.

–No hay de que, Dylan.

Dylan no hizo ni dijo nada hasta que Bryce se fue. Después Simon se dio media vuelta y se sentó frente a Dylan.

–¿Qué te parece?– Consiguió decir Dylan.

–Mola mucho. Tu trabajo, me refiero. ¿Por qué no me lo dijiste?

–Es que... Bueno, ya me has visto. No quería que supieras que... tu hermano se maquilla y se vista casi como una chica por las noches.

–Los superheroes también llevan mayas.

–No es lo mismo, Sy. Yo no soy un superheroe.

–Pues claro que no.– Simon se rió.– Eres mi hermano mayor y llevas tacones. Y me da igual si llevas mayas, vaqueros o lo que sea. Nunca vas a hacer que me avergüence de ti. Te quiero igual, Super Dylan.– Dylan intentó no llorar.

–Creo que no se puede tener un hermano mejor que tu.– Dijo, y Simon se acercó para abrazarle.

–¿Qué va a pasar ahora?

–Yo tengo aún cosas que hacer, y tu tienes que dormir.

–¿No puedo ir contigo?

–Lo siento, enano. Pero es mejor que te quedes aquí. Bryce y las chicas cuidarán de ti.

–Vale.

–Te quiero mucho, Sy. Muchísimo. Que nunca se te olvide.

–Lo sé. Yo también te quiero.

Dylan salió del despacho de Louane y vio que su hermano no tardó mucho en dormirse. Los camerinos estaban desiertos, todo el mundo estaba abajo discutiendo sobre qué hacer ahora, así que Dylan decidió salir por detrás.
Salió al callejón y camino sin apartar la vista del frente, con un objetivo muy claro.

Ver que el Gold Park  estaba abierto con total tranquilidad le reventaba por dentro. Esperó un par de minutos al otro lado de la acera hasta que vio como Steven y Alex salían por la puerta e iban hacia el callejón que había a la derecha del club donde había un camión que hacía imposible ver que pasaba detrás.

–¡Eh!– Gritó Dylan entrando en el callejón y ambos, padre e hijo se acercaron a él.– Quiero hablar con vosotros.

–¿Has considerado la oferta?– Preguntó Alex.

–A ti no se te ocurra dirigirme la palabra.

–Vale, vale...– Levantó las manos.

–¿Has decidió unirte a nosotros por fin?– Le preguntó Steven.

–No. Pero quiero que dejéis en paz a mis amigos y a mi familia. Si queréis convencerme este es el peor camino.

–Mis más sinceras disculpas, Dylan. Creo que mi hijo no entendió bien mi sugerencia de darte un toque de atención mediante tu amiga Brook.

–Ups.– Alex se rió y Dylan le miró con rabia.

–Pero ya te avisamos de que conseguiríamos que vinieras con nosotros, por las buenas o por las malas.

–Y yo estoy dispuesto a soportarlo, pero ellos no. Quiero que dejes en paz a todo el mundo.

–No puedo hacer eso.

–Entonces olvídate de mi.

–No voy a desistir, chico. Y créeme que tengo pensado muchas cosas para conseguir lo que quiero. Siempre consigo lo que quiero.– Sonrió.

–Desistirás si involucramos a la policía.– Dylan sonrió. Steven se puso serio y se acercó un par de pasos, lo cual asustó a Dylan.

–Con que esas tenemos...

–N-no me das miedo.

–Esta bien. Tengo otras maneras de librarme de la competencia.

Antes de que Dylan pudiera decir algo más, alguien se le acercó por detrás, le tapó la boca para que no pudiera gritar y después me pinchó algo en el brazo. Al instante Dylan empezó a verlo todo borroso, perdió el equilibrio y perdió la consciencia.

Steven sonrió al verle inconsciente en el suelo y después se acercó al conductor del camión, que seguía con la jeringuilla en la mano.

–¿Cuanto tardará en volver en si?

–La droga es buena. Como mínimo unas dos horas.

–Estupendo. ¿Has dejado el resto dentro?

–Tal y como pidió.

–Genial. ¿A donde vas ahora?

–Tengo que recoger un pedido en Ottawa, Canadá.

–Bien. Llévate al chico.

–¿Como que me lo lleve?

–Te lo llevas, muestra actitud sospechosa en la frontera y cuando la policía revise el camión, verán a un chico drogado en un camión de contrabando, incomunicado, sin documentación, sin nadie a quien recurrir e intentando cruzar la frontera ilegalmente. Seis meses en la cárcel canadiense no se los quita nadie.

–¿Y que pasa conmigo?

–A ti no te pasará nada, amigo.– Steven se rió.– Yo me encargaré de todo.

Él conductor aceptó el plan de Steven, cogió a Dylan y lo dejó tirado en la parte trasera de su camión antes de arrancar y poner rumbo a Canadá.

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