Un espectador metido en el juego

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Ingresando al sistema escolar a la edad de 5 años, pude experimentar como muchos seguramente, nuevas formas de ver la vida. Maestros, compañeros, la escuela, todo era fascinante y maravilloso. Ver a niños llorar, a otros inquietos, traviesos, algunos tímidos y yo ahí, en esa gran aventura que significaba aprender.

Y así fue que metido en el sistema escolar aprendí muchas cosas, aunque a muchas no las quise asumir, como la muerte de mi padre a los meses de haber comenzado a transitar ese camino. No entendía la magnitud de esa perdida, hasta muy grande, cuando mi madre me contaba cómo rogaba de rodillas llorando implorando a Dios que no se lo lleve, ya que no sabría que hacer, con 8 hijos, sin trabajo, y sin otra familia que sus hijos, ya que habían emigrado, buscando como muchos extranjeros un futuro mejor en una nueva tierra.

De niño, creo, no cuestan tanto estas experiencias, pues son parte de la aventura de la vida, hasta que uno realmente comprende lo que significa. Por ello, mas que el dolor, recuerdo ir al hospital a visitar a mi padre, de la mano de Liliana, una compañerita de jardín, que como un ángel me acompañaba a visitar a mi padre internado.

La historia que paso a relatarles tiene que ver con los juegos de niños, esos que aprendimos en las calles, que llevamos inconscientes o no a las aulas y que aprendimos a jugarlos compartiendo. Esos que nos enseñaron a ganar a perder y a resignarse. Esos que aunque fueran cosas de niños apuntalaban nuestro crecimiento.

Las condiciones en la casa no daban para gastar en bolillas, trompos o figurillas, sin embargo nunca vi esa situación como adversa. Yo era uno más en las rondas de juegos que se armaban y disfrutaba de cada partida, en algunos casos pensando cómo mejorar las jugadas que se hacían.

César un amigo vecino de mi edad era hijo del almacenero del barrio, así que siempre tenía con que competir y desafiaba al resto de los niños a sumarse a las partidas de figurillas, bolillas, o trompos de acuerdo a lo que poníamos de moda en el barrio. También los chicos sabíamos a donde ir a jugar cuando contábamos con tiempo y recursos. Solíamos juntarnos al frente de la casa de Cesar y lo hacíamos salir a los gritos.

Recuerdo que en el tiempo de los trompos, jugábamos a la "troya", juego que consistía en hacer un círculo de un metro de diámetro en la tierra (aproximadamente), y cada participante tiraba el trompo que tenía que pegar dentro del círculo y salir girando, si esto no pasaba( si el trompo no giraba o no salía del círculo) quedaba en el círculo como prenda y cualquier participante podía hacerlo suyo si en el tiró que le tocaba, lograba sacarlo y salir del círculo con su trompo bailando.

César de los muchos trompos muy lindos y de diferentes materiales(madera o teflón), había arruinado la punta de un trompo de una buena madera y como no lo podía hacer girar y era un desperdicio para el, me lo regala así como si nada.

Cuando lo tenía en mis manos al trompo lo mire y me alegro mucho recibirlo. Ese día no jugué, solo me quedé observando las psrtidas entre varios de mis amigos, que perdían o ganaban trompos según la suerte el destino o quizás la técnica que mejoraban practicando en sus casas antes de competir.

En casa, ya con el trompo como centro de mi atención, me propuse a ver como reparaba el daño que había sufrido. La punta del trompo (que por lo general era un clavo que una vez introducido en la madera se cortaba) estaba totalmente doblada, el clavo tenia un gran espesor, y sin herramientas seria muy difícil lograr enderezarlo,(las herramientas, que gran problema). De los ocho hermanos, dos somos varones, de los dos, uno solo quedaba en casa, Armando mi hermano, había viajado a Bs.As., a terminar sus estudios primarios con una familia amiga. Por mi parte, era muy pequeño para necesitar herramientas, así que no las conocía muy bien, y seguramente en casa tendríamos muy pocas.

Desesperado por darle solución al trompo, no salia a la calle a jugar. Después de la escuela y de hacer los mandados,o algunos trabajos que podía hacer en el negocio de don Máximo, padre de Cesar (mi amigo que me regalo el trompo), o después de vender los bollos y los pan dulces que hacia mi madre, me ocupaba de darle solución a la punta de mi trompo. Encontré un cuchillo, en desuso, con el logre con mucho esfuerzo, darle al menos un angulo de 45 ° a la punta. Hasta eso ya había conseguido el hilo para hacer girar al trompo, y sin poder lograr que la punta quedara a 90°, me propuse a practicar.

En la casa teníamos un gran fondo, con algunos arboles de frutas y entre ellos un limón. Así que allí debajo de las plantas trace el circulo del juego de la troya, y me propuse probar al trompo, que había pasado por grandes esfuerzos para volver al ruedo. Envolví el hilo, apunte y lo lance en dirección al circulo, con fuerzas y con algunas dudas de que al menos diera unos cuantos giros y oh!!!, se produce la sorpresa, el milagro, la esperanza. El trompo gira como loco, por la punta doblada a 45°, como dando trancadas salta girando de un lado para el otro, y sale disparado unos dos metros del circulo. No puedo salir de mi asombro, es el trompo perfecto para este juego me dije, hice unas cuantas pruebas mas y al ver el mismo asombroso resultado, decido ir a descansar, puse el trompo bajo mi cama y esa noche dormí ilusionado.

Un domingo desde las 15 horas nos juntamos con los chicos para hacer un poco de fútbol, luego cansados, sacamos los trompos y comenzamos la ronda de desafíos, chicos de varias cuadras venían con sus trompos comprados, algunos traían trompos hechos a manos, muy rústicos y con imperfecciones en sus acabados y otros mostraban los comprados que lucían su barniz y el olor a nuevos.

Eramos unos seis participantes y otros tantos observando, algunos tenían una bolsa de hasta nueve trompos, que habían ganado en sus competencias previas, el resto al menos unos dos o tres, y yo solo uno, el regalo de Cesar. Al ver mi trompo, me hicieron que lo probara para ver si servia, así que lo lance lejos del circulo probando que giraba, los chicos se reían al ver como giraba y saltaba, lo bueno que aprobaron mi participación.

Como, fui el primero que probo, fui el ultimo en lanzar en la competencia, así que ya algunos habían tenido la mala fortuna que sus trompos no salían del circulo o por envolver mal el hilo no giraban y tenían que quedar como prendas. Por supuesto que podían cambiar por los trompos que llevaban en sus bolsas y quedarse con los que se consideraban los mejores. En mi turno, con un poco de temor lance el trompo que pico en el circulo y salio a los saltos fuera de el, produciendo nuevamente la risa de los participantes. La segunda vez que lance, mi trompo dando giros logra sacar del circulo dos trompos que estaban como prendas, ya la risa en mis compañeros no era la misma, sino mas bien ahora se quedaron admirados de lo que podía hacer con mi trompo.

Ese día, fue un gran éxito para mi, y para mi trompo, conseguimos ganar 12 trompos de diferente calidad. Logre pasar de ser un simple espectador, a un jugador con recursos y un trompo que daba que hablar.

Me sentí muy orgulloso en ese día regresando a casa con tantos trompos, como cuando llevaba a casa, las monedas o las frutas y verduras que ganaba con mi trabajo cuando podía ayudar en el negocio de don Máximo.

Figuritas, Trompos y  BolitasWhere stories live. Discover now