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Cuando veo a Noah en su coche a la mañana siguiente, salgo corriendo de casa y tiro del brazo del Margot para que no avise a los abuelos de que mi novio está fuera. Cuando me estoy subiendo de copiloto, veo a la abuela llamarnos por la ventana de la cocina mientras sostiene las bolsas de nuestro almuerzo en las manos.

—¡Sierra! Dejamos nuestro almuerzo —me dice Margot.

Agito la cabeza y me rebusco en los bolsillos de mi chaqueta algo de monedas sueltas.

—Te daré dinero para que compres algo. Arranca, Noah, arranca.

Parece que nos están mirando cuando Noah empieza a circular por la calle, al principio creo que me lo estoy imaginando porque nadie tendría porqué mirarnos, pero entonces veo a Wes caminando por la calle con esa chica, Sally. Están cogidos de la mano y un escalofrío me recorre la espalda. Ella no deja de mirarme y le susurra cosas a Wesley.

Noah me agarra la mano entre los asientos del coche y veo de reojo a Margot mirándonos.

—¿Por qué tanta prisa? —pregunta Noah.

—Los abuelos están en casa y Sierra no quiere que te cuenten cosas vergonzosas —le explica Margot.

Es una verdad a medias. Anoche le dije a Margot que me daba vergüenza que Noah conociera a los abuelos porque podían decirle cómo de pequeña me golpeé con el váter en la frente por correr de un lado del pasillo hasta el baño. Margot se lo tragó y yo no comenté lo agresivo de ver a Wesley y estar con Noah.

—¿Tus abuelos?

—Los padres de mamá, sí. Se supone que venían la semana que viene, pero querían pasar más tiempo con nosotros y adelantaron el vuelo.

Después de un rato en silencio, Noah me suelta la mano y tira del freno de mano aparcando en el instituto. Margot me espera a que baje con la mano extendida y moviendo sus dedos como si dijera: <<¡Dame, dame!>>

—¿No puedes esperarte al descanso?

Margot menea de lado a lado la cabeza y gira a mirar a Chase bajando del autobús escolar. Entonces se golpea los muslos con impaciencia.

—No porque no te encontraré, estoy segura. ¡Vamos, vamos! Se me va Chase.

Me rebusco en los bolsillos de mi chaqueta y Margot me arrebata la cartera sacando un billete. Luego se pone de puntillas y nos da un beso en la mejilla a cada uno antes de salir escopetada a lanzarse contra Chase.

—¿Y qué tal te va con tus abuelos en casa? —me pregunta Noah cuando llegamos a mi taquilla.

—Sólo llevan un día, pero todo bien.

Dejo en la taquilla mi nueva paleta de pinceles. Los que usamos para dar los retoques a la pancarta del baile ya no sirven, se han solidificado con la pintura y creo que George DeLuca pega mocos en algunos.

—¿Todavía seguís con los preparativos?

—Dudo que terminemos hasta la semana que viene. Además —retrocedo y empiezo a andar a su lado hasta el vestuario de chicos—, ahora tengo que hacer lo que hacía Emer Ness.

Cerca de los vestuarios, Taylor se me cuelga al cuello y me felicita por la carta de aceptación a la Universidad con una efusividad que no veía desde Navidad.

—¿Te ha llegado ya la carta? No me has dicho nada —gruñe Noah.

—Te lo iba a decir ahora. Llegó ayer a casa y no tuve mucho tiempo de presumir de que me han aceptado.

El rincón de MillardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora