Regreso al viejo mundo

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...

Los pasos de Alfred esa mañana lo habían llevado hasta la proa. Faltaba poco para tocar los puertos, aunque pareciera que estuvieran navegando entre las nubes en vez del mar. La espesa niebla le daba la bienvenida ese fresco día que regresaba a lo que una vez fue su hogar en el viejo mundo.

Respirando el salado aire, Alfred volvió a pensar en mil cuestiones ¿Habrá cambiado algo de su vieja casa? ¿Los botones de las rosas ya estarían abiertos? ¿Sería recibido? ¿Alice estaría feliz de verle?¿Arthur...el...?

-Señor, lamento interrumpir, pero el capitán nos ha pedido que informemos que no arribaremos en los puertos de la cuidad, tendremos que viajar un poco más al Norte.-Alfred frunció el cejo.-Arribaremos en los puertos de la cuidad Mourtiz.

-¿Por qué? -Cuestionó Alfred y el marinero imitó su rostro. No parecía querer hablar.-¿Podrías decírmelo? Te doy mi palabra que no armare un escándalo ¿Es por la niebla?

El hombre apretó los labios un segundo y observando a Alfred desistió.

-A llegado un informe, desde el puerto...la cuidad está cerrada y solo ciertas naves tienen permiso para arribar. Es peligroso.-Dijo frunciendo el cejo.

Alfred asintió y dándole dos palmadas en el hombro le agradeció. El marinero se marchó sin decir nada más, luchando con su semblante. Seguramente su capitán le había gritado diciéndole que debía mantener compostura.

-¿Por qué la cuidad está cerrada? -Se preguntó Alfred con un mal presentimiento <<¿Se puede hacer eso? ¿Cerrar una ciudad entera? >>

Se preguntaba caminando de regreso a su camarote, las ideas de Alfred se iban arremolinando en solo dudas, pasando por alto los murmullos de algunos pasajeros que también andaban por el ancho del barco y ya habían sido informados del cambio de curso.

<<Esta bien, no importa>> Se dijo Alfred tomando su única mochila de equipaje, se vistió con ropas adecuadas y saliendo de nuevo a la proa, extendió las alas; Alfred saltó a la masa fría que era la neblina inmóvil y sin que nadie se diera cuenta, desapareció tragado por esta.

Volar entre la neblina no era problema para Alfred, la tempestad que había experimentado cruzar para llegar al santuario de los dragones, le había dado más de una lección y había aprendido a volar casi a ciegas. El olfato era vital en este tipo de situaciones.

<<Hay algo...>> Era por ese motivo que al percibir el aroma a tierra mojada y la pestilencia de la urbe, notó que en esos aromas había otros mezclados. <<Humo>> Apretó los dientes mientras planeaba. El humo podía ser de una gran chimenea, de alguna fabrica <<Pero...es distinto al humo del carbón>> Un ojo centellante y amarillo lo previno que estaba más cerca de lo que creía; el faro seguía funcionando, su luz, el ojo parpadeante seguía advirtiendo a las embarcaciones que estaban cerca de tierra. Alfred agudizó sus sentidos y un aroma tenue lo alerto <<Hierro>> El aroma del hierro fundido era inconfundible.

-¿Qué ha pasado? -Se preguntó y cubrió medio rostro con una pañoleta, acomodó sus lentes de vuelo y aterrizó en los puertos.

La madera mohosa crujió bajo su peso y campanas lejas de los barcos atados a los muelles sonaban de vez en cuando en una tranquilidad que no le gustaba.

Era como un pueblo fantasma.

Alfred anduvo atento, adentrándose poco a poco hasta que dejo los muelles atrás. La madera podrida había cambiado a roca pulida, tierra y edificios de fachadas silenciosas se alzaron a su alrededor. No había luces, no había movimiento, no había ni una sola alma.

Cría de DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora