Forever

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Tae se miró al espejo una ultima vez antes de salir de casa. Había decidido vestir simple, unos pantalones vaqueros grises y una camisa ancha de rayas blancas y negras, a juego con unas converse. Llegó a la parada de autobús lo más rápido que pudo, intentado que la pequeña bolsa que llevaba en la mano no se arrugara, cayera o estropeara de algún modo. No quería llegar tarde. Durante el viaje no podía parar de sonreír al pensar en lo que le depararía aquella noche. Se sentía el hombre más afortunado del mundo y, aunque pudiera parecer una exageración, el hecho de poder pasar su tiempo con Seokjin era una de las mejores maravillas de su vida. Dios, sí que estaba enamorado.

Bajó del autobús y caminó hacia el lugar que tan bien conocía, revisando de nuevo la bolsa y comprobando que todo estaba bien. "Quizás debería haber traído una mochila o algo para ocultar la sorpresa", pensó, pero ya era tarde, por lo que sacó el contenido de la bolsa, lo guardó en su bolsillo y tiró la bolsa en una papelera que estaba justo delante de la casa de su novio.

Seokjin le abrió la puerta sonriendo y le dio un pequeño beso en la mejilla cuando entró. Todos sus besos eran así, pequeños roces, caricias suaves que hacían que se le erizara la piel, susurros llenos de cariño... a Tae le encantaba. Devolvió el beso suavemente y saludó para después quitarse los zapatos y ponerse sus zapatillas.

- He preparado la cena. ¿Tienes hambre?

- Mucha – mintió Tae. No es que no tuviera hambre, sino que estaba demasiado nervioso como para comer nada, pero no quería disgustarle y la comida de Jin siempre estaba riquísima, no iba a negarse a comer.

En el comedor Jin había preparado la mesa con unas velas en el centro y dos platos bien preparados de jajangmyeon... típica cena romántica, perfecta para celebrar su quinto aniversario.

- Te has esmerado. Gracias.

Pasaron la velada hablando de temas irrelevantes, rememorando recuerdos y buscando constantemente el contacto físico. A Tae le sudaban las manos, pero no dejó ver sus emociones y respondió amablemente a todos los comentarios, sin dejar de preguntarse cómo podía tener tanta suerte.

- Namjoon me ha dicho que nos quiere invitar a su casa de campo a pasar el fin de semana – dijo el mayor.

- ¿Vas a ir? – preguntó Tae justo antes de meterse unos pocos fideos en la boca.

- ¿Vendrás conmigo? – Jin sirvió más vino en las copas vacías.

- Claro – respondió cogiendo la recién rellenada copa y llevándose la a los labios. Jin había pensado en todo.

- Yoongi y Jimin ya han confirmado, Jungkook dijo algo como que tenía que comprobar su agenda y Hoseok no ha dado señales de vida aún. – se encogió de hombros; todos sabían que Hoseok tenía una vida demasiad ajetreada como para mirar los mensajes y que solía responder muy tarde, por lo que no estaban preocupados al respecto.

- La casa de Nam es grande... ¿tendremos una habitación para nosotros solos? – Tae levantó ambas cejas y rozó su rodilla con la pierna de Jin, que respondió al roce con una sonrisa de lado.

- Seguramente – respondió al tiempo que asentía.

- Bien, porque vamos a tener mucho que celebrar.

Jin no entendió las ultimas palabras de Tae, pero decidió ignorarlas y, en su lugar, contemplar el hermoso rostro de su novio.

- Eres precioso – su voz apenas fue mas que un susurro, pero en el silencio del comedor sus palabras llenaron todo el espacio y causaron que Tae sonriera más aún de lo que ya estaba sonriendo.

- No, que va... - estaba nervioso, no sabía como hacerlo, no sabía cómo llevar las cosas con naturalidad y estaba muy asustado de que Jin notara sus intenciones y se arruinara la sorpresa.

- ¿Qué te parece si dejamos esto así para mañana y nos vamos a dar una vuelta? – preguntó Jin comenzando a levantarse.

- Me parece una idea estupendísima.

Cogieron sus zapatos y salieron dejando todo como estaba. Caminaron cogidos de la mano durante un largo rato, sus corazones latiendo a mil por hora, hasta que llegaron a un pequeño lago que se encontraba en un parque no muy legos del hogar de Jin. Se sentaron en un banco a contemplar los reflejos de las farolas en el agua. Hacían esto muy a menudo, les gustaba estar juntos, en el silencio de la noche dónde nadie podía juzgarles ni molestarles por quererse, donde el sonido de sus respiraciones calmadas se mezclaba con el de las cigarras que vivían en las plantas de los alrededores.

De repente, Jin, que se encontraba apoyado en el hombro de Tae, comenzó a hablar.

- Te quiero. Te quiero muchísimo. Lo sabes, ¿no?

- Por su puesto – respondió Tae levantando un poco la voz, sin entender a qué venía aquello. Se incorporó y le miró a los ojos. - ¿Por qué lo dices?

- He estado pensando últimamente – se removió en su asiento, quedándose apenas en el borde del banco –  que estoy demasiado enamorado de ti – Tae giró la cabeza, confundido – y que me gustaría pasar el resto de mi vida a tu lado.

Se metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja. La abrió y Tae pudo ver el anillo que se encontraba en su interior. Era simpe, de plata, tenía un pequeño adorno en la parte superior, una pequeña piedra grisácea. Tae estaba abriendo la boca, intentando decir algo ante aquella proposición, cuando se acordó de lo que llevaba en el bolsillo. Sin dejar de mirarle a los ojos sacó otra caja, exactamente del mismo tamaño y la abrió, mostrando un anillo parecido al otro, pero este en lugar de una piedra venía adornado con un pequeño grabado de una trenza que rodeaba todo el anillo.

- Y yo que pensaba ser el que te propusiera matrimonio a ti... - dijo riéndose.

- ¿Eso es un sí? – los ojos de Jin estaban comenzando a llenarse de lágrimas, estaba temblando, a punto de reír y llorar al mismo tiempo. La situación de su novio no era muy diferente.

Pero en lugar de responder con palabras, se acercó a su rostro y, sosteniéndolo con las dos manos, le besó. Un beso suave lleno de amor. Un beso al que su nuevo prometido respondió juntando sus cuerpos lo máximo que pudo, subiéndose a horcajadas en las piernas de Tae rodeándole con las suyas propias. Sin embargo, a pesar de la posición en la que se encontraban, el roce de sus labios continuó siendo igual de suave que al principio. Cuando se separaron en busca de aire y sin dejar de sonreír se miraron a los ojos fijamente, contemplando una vez más cada detalle.

Volvieron de nuevo a casa dados de la mano y estuvieron besándose durante horas, cada uno con su anillo en el dedo, hasta que se durmieron abrazados en la cama de el mayor y soñaron con un futuro en el que todas las noches fueran como aquella.

 Fin

Forever [Taejin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora