Impure© | Shawn Mendes

28. "Bésame" (parte I)

Estuve dos horas esperando a Shawn fuera de su casa, observando mis uñas y quitando piel de mis labios con mis dientes sin tener más nada que hacer.

No tomé como opción enviarle algún mensaje, más bien estaba haciendo bastante con esperarlo y venir hasta acá luego de la pequeña discusión que habíamos tenido hace unas horas, donde cabe destacar que cada uno tiene un cincuenta porciento de cien de razón en la situación, desde mi punto de vista. Aunque supongo que dentro del espacio de su cerebro en donde la perfección toma el trono, es él quien posee la razón absoluta en el tema.

Cuando comencé a dormirme de pie recostada a la puerta de mi auto, decidí subirme a este, sin nada más que hacer, y dirigirme hacia alguna estación de servicio en busca de alguna bebida energética, ya que debía organizar algunos trabajos y publicidades para el nuevo proyecto que comenzaría luego de salir de Fairchild.

Con el dinero que llevo reunido, ya que no tengo muchos gastos, tomé la decisión de comprar un establecimiento de dos pisos en un extremo del centro de Toronto, donde daré inicio a mi propia cadena de conjuntos empresariales. Claro que haría esto a escondidas de Joshua, después de todo nadie tiene poder sobre mis cuentas bancarias además de mí, por lo que estaba casi segura de haber tomado la decisión correcta, aunque las consecuencias me aterraban un poco.

¿Qué pasaría si Joshua se enterara de ello?

En realidad me dolería un poco perderlo, es mi padre después de todo y me ha dado en su mayoría todo lo que tengo. Pero no hay nada más doloroso que, luego de todo eso, coloques a tu hija en una posición menos importante de lo que supuestamente es, que creas que es insuficiente y quieras alejarla de sus sueños.

Es deprimente.

Pero como yo, Isabella, no me deprimo por nada y echo todo hacia adelante, subiré hasta el tope mi línea de empresas en todo Canadá y, si es posible y todo sale bien, mucho más adelante agregaré una en Miami.

Y seré aún más grande de lo que creía que podría ser.

Luego de comprar la bebida en la pequeña tienda, me adentré a mi auto conduciendo en dirección a mi casa. Hablando de casa, tal vez al siguiente día iría a mi casa familiar en busca de algunos planos y otros diseños aparte para llevarlos a mi estudio, no quería que Joshua sospechara sobre el plan que tenía con respecto a mi futuro.

Pero siempre tenía que toparme con algo sospechoso antes de cumplir los objetivos que me proponía, y digo esto porque, justamente en este instante en el que subí a mi auto, observé a una persona intercambiando palabras con otra. Dos hombres, ambos vestidos de negro, sólo que uno no se molestaba en cubrir su identidad y el otro sí, por lo que llevaba la capucha de su sudadera bien colocada sobre su cabeza, causando que me fuese casi imposible ver su rostro completo, sólo pude detallar una nariz fina sobresalir de las sombras.

El chico, que sólo llevaba una camisa a cuadros negros, era rubio y se veía despreocupado, mientras que el otro se veía insistente, sus gestos me indicaban que pedía ayuda y que estaba desesperado. Gritaba, pero en susurros, impidiéndome escuchar lo que hablaban.

Sabía que no era de mi incumbencia, pero la situación me causó una intriga irreversible, agregando que esta aumentó en cuanto esa sudadera desgastada se me hizo similar a...

La sudadera de Abel.

¿Recuerdan la vez que estaba en Hawaii en el ascensor del hotel y me topé con un chico extraño con una sudadera desgastada?

Bueno, era exactamente la misma sudadera y la misma nariz fina. La misma nariz de Abel Griffin.

Una confusión se desató en mi mente al igual que una gran cantidad de preguntas, pero tuve que ignorarlas en el instante en que mis ojos se centraron en el llavero de pinguino que el pelinegro le estaba entregando al muy relajado rubio, quien portaba unas gafas y llevaba su cabello bien peinado hacia arriba. Parecía de esos hackers homosexuales que hacían un esfuerzo por verse bien y no aparentar lo que realmente son: traga computadoras.