A lo lejos un niño corre. Cruza velozmente unas cuantas calles para llegar a la tiendita. Cerca de su casa existe un aura mágica, decorada por las casas y las calles, repletas de árboles de distintas especies que con sus hojas adornan los suelos y las fachadas de las casas que eran tan fáciles de diferenciar por la personalidad tan única de cada vivienda, diferentes colores y olores, formas, tamaños y personas, pero hay una en específico que llama poderosamente la atención de aquel niño, es una casa amarilla con detalles color café, zaguán negro con figuras hechas en el metal de la puerta y vitrales, bellos vitrales de diversos colores y formas. A él realmente no le interesa la maravillosa arquitectura de la casa, a él lo que verdaderamente le interesa de esa casa es a una pequeña que vive ahí, la ha visto en un par de ocasiones y hasta la fecha desconoce su nombre. A veces cuando él sale a jugar con sus amigos ella los mira jugar desde la puerta de su casa, al parecer no le permiten salir, así que él siempre intenta mostrar un espectáculo divertido con la intención de divertirla y de paso tener su atención. Él no sabía qué es lo que le provocaba la chiquilla hasta que vio una película en el cine con su madre, una historia donde un chico se enamora de una chica, una donde el chico se sentía inquieto y ansioso por volver a ver a su amada y no pensaba en otra cosa más que en hacerla feliz, entonces, inspirado por lo que la película le había revelado, pensó que eso que sentía por aquella niña era amor. Este descubrimiento para él fue maravilloso, pues al verla sentía esa sensación de tener mariposas en la panza, donde no sonreír le era imposible. No le contaba a ninguno de sus amigos eso que sentía por miedo a que le dijesen su gran secreto, no confiaba en nadie más que en su abuela, Doña Ana, una mujer conocida en todo el barrio por su amabilidad y su carisma tan vivaz. Así que el niño le contó su secreto.
— Mira, abuelita. Lo que pasa es que hay una niña que vive aquí cerca, en la calle que está cerca de la tienda, donde a veces me voy a jugar con el Isma y pues ella siempre se nos queda viendo y yo siento bonito y pues, creo que la amo.— dijo el niño mirando al suelo.
— Ah caray. A ver Arturito, cuéntame ¿por qué crees que amas a esa chamaca?— Respondió la mujer.
— Ah, pues es que... mira abue. Es que cuando la veo, siento como mi panza se revuelve, como cuando comes mucha azúcar. También creo que pongo cara de menso si la veo y me da miedo hablarle y no me gusta verla triste, porque si la veo así, siento que se me rompe el corazón en muchos pedazos, como a esas señoras que salen en el cine cuando su novio las deja, entonces sin que ella me diga, intento ponerla feliz haciendo cosas chistosas.
— Ay, mi niño. Bueno, y de menos, ¿ya le has hablado? — él mueve la cabeza de un lado a otro para decir que no.— ¿Por qué no le hablas?
— Es que me da pena.
— Pues mira. Pa'que sea más fácil. Mañana que salgas con tus amigos, le llevas un dibujo, ése o'rita lo haces, después de que termines, si está allí, se lo pasas por debajo de la puerta, y si no, le tocas fuerte por la ventana y se la dejas en la mera entrada, nomás fíjate bien que le llegue, ya poco a poco le vas a perder el miedo y le vas a hablar.
—Pero es que me sigue dando pena.
—La pena nunca se te va a quitar, mijo. Mira, tú hazlo. Ya verás que te sale. Es más, vamos ya mismo a su casa, yo te acompaño. Pero haz el dibujo ya, cuelale.— Dijo Doña Ana levantándose del sillón para buscar sus zapatos y su chal.
El niño sin batallar más se fue enseguida a dibujarle algo. Una rosa, no sabe mucho sobre enamorados, pero él ve como en la tele se regalan flores, eso hacen los novios, pero como no tiene dinero le hizo sólo el dibujo. La flor tiene muchos colores, todos los colores primarios coloreados en los pétalos con un tallo grande y de color azul porque el verde ya se le había acabado. Metió el dibujo en un sobre que tenía entre sus cosas la abuela y en seguida se dirigieron a la casa amarilla. Ya ahí, se percataron de que la pequeña no estaba cerca así que, colocaron el sobre en la entrada, en el suelo y tocaron un timbre el cual emitía un sonido de cantos de pajarito, corrieron rápidamente a esconderse a un árbol, esperaron a que salieran y así pasó, un hombre barbado, alto y moreno salió a asomarse. Atrás su pequeña lo iba siguiendo, el señor abrió la puerta, miro a los lados y no vio a nadie. Sintiéndose engañado por los niños, entró a su casa con una leve sonrisa y moviendo la cabeza. Y al no percatarse de la carta, el niño ya sea por impulso o valentía, reaccionó rápidamente y salió disparado a recoger el sobre y con golpecitos llamó a la pequeña, que sorprendida pero sonriendo se acercó a la puerta y el niño, con nerviosismo, temblando, le paso el sobre por debajo de la puerta. Huyó rápidamente con su abuela y se fueron enseguida, la chica abrió el sobre para descubrir el dibujo de la flor que Arturo le hizo, sonriendo, entró a su casa.
Al día siguiente, se levantó muy temprano para ir a la escuela. Regresó por el lugar donde pasaba frente a la casa amarilla y vio a la pequeña, la cual también lo vio a él y antes de que Arturo pudiese huir, la pequeña lo llamó y por debajo de la puerta, le pasó un sobre que al parecer había creado por ella misma. Ella entró a su casa velozmente y Arturo en ese mismo lugar abrió el sobre para ver el contenido y encontrarse con un dibujo, era un corazón grande, lleno de colores, rayones por doquier. Corriendo fue a su casa, entusiasmado por lo que había ocurrido, ansioso por contarle todo a su abuela. Al llegar a su casa toca la puerta con efusividad, su madre le abre y nota que tiene las mejillas hinchadas y los ojos rojos, ella se agacha para decirle a Arturo que su abuela había fallecido por las enfermedades que ya traía desde hace tiempo y no se trató, los doctores dijeron que no podían hacer nada para salvarla, ellos lo veían normal, obvio, pero Arturo, desconcertado por el suceso tan sorpresivo, no supo como reaccionar, pues su abuela, su mejor amiga había dejado este plano de la existencia, no sabía qué hacer, pues, ¿qué es la muerte? ¿qué no era "de a mentís" como en las películas? ¿por qué le pasó a una persona tan buena y no a esos hombres terribles que escuchaba en las noticias? ¿la muerte era mala? Saltaron tantísimas preguntas por su cabeza que olvidó por completo el dibujo que la chiquilla le regaló y simplemente quería hallar la respuesta a esas preguntas tan difíciles y difusas para un niño de su edad, para cualquier persona.
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De la vida como una canción triste.
RomanceEsta historia se quedó a la mitad. No es la gran cosa, por eso la dejé, pero no sé, no quiero que se quede ahí, ya si le gusta a uno al menos pues, con eso me conformo, besos.