Capitulo V

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Está en el jardín, señor. —Flint se aclaró la garganta—. En el jardín especial.

—Ah, gracias, Flint. ¿Y está sola?

—Sí, señor.

—Espléndido.

Arthur Kelly paseaba por el jardín y las partes diseñadas a través de un amplio
camino de gravilla. —Los árboles y los arbustos habían sido podados hábilmente con forma de esferas, conos y pirámides. Le habían dicho que su jardín era demasiado simétrico, poco natural. Demasiado Francés. —No le importaba. —Le gustaba. Disfrutaba de la sensación de orden —de control, tal vez, que le daban las líneas rectas y los ángulos sostenidos.

Pasó bajo un arco de enredadera y se adentró en los jardines podados con formas decorativas. —Hizo caso omiso a las plantas que tenía a su derecha. —Eran las de su tío y las de su abuelo. —No las había tocado. —En realidad era sorprendente, Se puso tan furioso cuando las heredó que era increíble que no hubiera mandado toda la finca a freír espárragos.

Giró a la izquierda, caminó entre dos grandes setos y se introdujo en el jardín especial.
Se agachó para mirarlo. ¿En qué había estado pensando?

Sabía en lo que había pensado. —En el momento en el que la ultima pala de tierra alcanzó el ataúd de su renegón, arrogante y perfeccionista Tío. Él mismo lo había diseñado para asegurarse de que no dejara de dar vueltas en la tumba. —El jardín decorado era un objetivo claro. —Durante los últimos años de su vida, el remilgado Tío se había pasado cada momento de vigilia supervisando a los jardineros, asegurándose de que podaran las caprichosas formas, los caballos, perros y mujeres, exactamente como él quería.

Arthur hacía muecas mientras miraba la estrafalaria configuración de un perro, un caballo y una mujer. Tenía la sospecha de que Jack, el jefe de los jardineros, albergaba también algo de rabia contra su tío. Estaba bastante complacido, desde que se había recuperado del shock, por remodelar aquel retorcido jardín.

Arthur encontró a Elisa observando un frondoso arbusto que representaba a dos mujeres y una serpiente.

—¿Admirando el follaje, Elisa?

La pelirroja ahogó un grito del susto y se volvió para verlo la cara. —Maldita sea, consiguió que se le acelerara el pulso.

—Flash Back..

—Elisa era una adolescente cuando se encontró con él por primera vez. Era su primer año como heredero, el primer año en libertad. —Ese año se destapó.—Se fijó en ella en el momento en el que entraba al salón de baile de los Ardley. Estaba junto a la puerta que daba al jardín, junto a la estirada de su madre, observando el salón abarrotado, sin hablar con nadie. —Parecía tan pequeña, —tan pelirroja, tan dueña de sí misma.—Tan fría..—Tan calculadora.

La deseaba...—Había utilizado a la abuela Martha para que se la presentara. —La señora Leagan arrugaba la nariz ante cualquier desconocido que se aproximara a su hija ..—bueno, es posible que hubiera oído algo sobre su condición de ex-presidiario..—pero igual se arriesgó a pedir un baile a la pelirroja, quien para su sorpresa dijo que si sí, antes de que su madre dijera algo.

Seguía sin saber por qué había accedido. —Apenas había hablado con él. —Apenas le había tocado. —Sin embargo, apenas podía evitar ir arrastrándola hacia la oscuridad del jardín.

Había visto una mezcla de miedo y pasión tras su fachada de control. —Le fascinaba. Le atraía. Se dijo que era un reto y no podía rechazar un reto, así como no podía dejar de respirar.

Se las había arreglado para llevarla al jardín pero mostró poca sutileza. Bueno, ninguna sutileza. —Se abalanzó sobre ella como un animal en celo y ella le soltó una sonora bofetada.

Locura de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora