Capitulo XIII

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—Es una pena que Arthur haya hecho cortar el césped —dijo Claire—. Estoy segura de que destruyó algunos especímenes interesantes.

—No hubiera podido organizar un picnic en los hierbajos que vimos ayer. — Candy frunció el ceño... —Aun no puedo creer que le mencionaras lo de la mazmorra.

—Naturalmente que lo hice, y fue una buena idea. —No creo que fuera consciente de que estaban utilizando el lugar para propósitos nefastos. —Dijo que enviaría a un cerrajero cuando regresáramos para poner fin al asunto.

—¿Se le ocurrió decir cuáles eran tales propósitos nefastos? ¿No pensaría que estaban torturando a la gente del pueblo?

Arthur y el señor Hathaway salían de la torre y reían con disimulo.

—No, no dijo eso, pero tampoco estaba horrorizado, me dio la impresión de que ya había ocurrido antes. —Al parecer, creía que la gente de la posada estaba usando el lugar sin su permiso.

—¡Vaya! dijo Candy, mientras miraba como Terry y Walter entraban a la torre.

Los dos únicos hombres que no se habían apresurado a examinar algo en la torre eran Niel y el señor Smith. Niel estaba en medio de lo que parecía ser una intensa conversación con Susana. Se encontraban bien apartados del campo auditivo de la señora Collins; Candy casi podía saborear la frustración de la chismosa señora Collins

El señor Smith estaba junto a ella, observando cómo la señorita Walker y la doctora Kelly daban los retoques finales a los preparativos del picnic. —El viejo rabo verde variaba de color extrañamente, poniéndose rojo cada vez que algún hombre entraba en la torre.

—¿Dónde está Brandon? Creo que no le he visto desde la comida de ayer.

Claire resopló—. No es que le eche de menos. ¡Ojala haya vuelto a la ciudad!

Terry y Walter salían junto a al señor Collins y al señor Morris.

—Oh, bien, allí está Walter. —Claire tomo a Candy del brazo y la llevó al grupo de un empujón—. Quiero que vea algunas plantas que he encontrado. Creo que puedo haber dado con el jardín del castillo.

El hombre se había detenido a cierta distancia, el señor Morris gesticulaba de forma extremadamente vigorizante.

—Se lo digo —decía el lujurioso viejo Morris  mientras Candy y Claire se acercaban a una distancia donde podían oírles—, no lo descarte hasta que la haya probado. Intercambiar la fusta...

—Señoritas, qué placer verlas —dijo Terry rápidamente y en voz alta.

—¿Qué? —Morris parecía desconcertado por la brusca interrupción hasta que vio tras él a Candy y a Claire. Luego se puso de un interesante color rojo y se inclino levemente de modo respetuoso.

—Ah, sí, un placer, en realidad. —Un día maravilloso, ¿verdad? —Un bonito castillo.

Candy afirmó con un movimiento de cabeza. —Todos los hombres presentaban un matiz rojo en el semblante.

—¿Qué es lo que están intercambiando? —preguntó Claire.

—Temas de conversación, Claire —dijo Walter—. ¿Sugieres algún tema?

A Claire se le iluminó la cara...—De hecho, sí. —He encontrado un grupo de plantas en lo que creo que una vez fue la cocina del castillo. —Creo que debe haber un buen número de especies de hierbas exóticas.

—Fascinante. —No obstante, tengo la sospecha de que se trata de un tema que no captará la atención de todos los presentes.

—¿No?

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