Era imposible que Helena acabara de admitir algo así. Imposible se quedaba corto. Seguro que estaba soñando aún. Y, sin embargo, ella no parecía haberse inmutado por aquel comentario que había hecho segundos antes. El ambiente de la sala había vuelto a cambiar, en esa ocasión tenía un tono más inquietante, a pesar de que solo Rodrigo parecía haberlo percibido. Intentó calcular si la chica estaba de broma o si le tomaba el pelo de algún modo, pero no apreciaba síntoma alguno de que fuera así. Empezaba a desquiciarse sin saber el porqué real. ¿Acaso ella le estaba insinuando que si había dejado a Carlos había sido porque sentía algo por él? Imposible, se repetía una y otra vez en la cabeza y acabó por caer en la curiosidad, tenía que preguntar, necesitaba saber la verdad.
— No comprendo. –Alcanzó a decir, finalmente, él.– ¿Qué quieres decir exactamente con eso?
— Es obvio, ¿no? –La expresión de la chica fue de incomprensión, entonces. Él, cada vez estaba más confuso.– Le engañé en más de una ocasión contigo, ¿o ya se te ha olvidado?
Justo en ese momento, comprendió a lo que ella se refería. Y no pudo evitar respirar profundamente, no tenía ni idea de hasta qué punto aquella contestación le había decepcionado. Había creido como un estúpido que iba a confesarle sus escondidos y secretos sentimientos por él. ¡Cuánta imaginación! Su mente repetía la misma palabra una y otra vez: "Idiota, idiota, idiota".
— No se me ha olvidado. –Replicó en un tono más seco, sin poder evitar que su descontento saliera al exterior.
Helena notó su repentino cambio, pero prefirió no preguntar el porqué. No estaba segura de que fuera a gustarle la respuesta. A veces, uno está mejor en el desconocimiento. Trasladó la conversación a un tema neutro y prefirió preguntarle qué tal iban las cosas por Madrid, qué tal el trabajo, cómo había sido el cambio, la mudanza y, por supuesto, no podía olvidarse de saber si aún Irene seguía en su vida, si la convivencia era positiva. Rodrigo pareció meditar la última cuestión, se rascó la sien meditabundo y habló con el tono pausado.
— Irene es complicada. –Confesó, cuidando lo máximo posible sus palabras.– Tiene pequeñas manías que agotan a uno, pero bueno, siendo sincero con totalidad, apenas nos vemos. Nuestros horarios son incompatibles.
— Entiendo. –La chica observaba la expresión de Rodrigo al milímetro para no perderse el más leve detalle que delatara cualquier pista.– ¿Y crees que eso durará?
— No. –Señaló él rotundamente. No parecía muy afectado por conocer la respuesta a aquella pregunta, ni tampoco porque fuera una negativa.– Acabará, tarde o temprano.
Y, aunque él no parecía haberse inmutado por aquella conversación y el contenido de la misma, Helena sí que parecía atónita por todo aquello. Le había pillado por sorpresa su respuesta, también su manera de tratar aquel tema, con la naturalidad de quien habla del tiempo que hace en el exterior. En un principio, se quedó en silencio, procurando eliminar la blancura de su mente y conseguir avanzar en la conversación.
— No es que parezcas muy enamorado de ella.
— Nunca he dicho que lo esté.
— ¿Y por qué estar con una persona por la que no sientes nada?
Él soltó una carcajada irónica, y, sin embargo, bien parecía hacerle verdadera gracia la conversación o, por lo menos, la última pregunta de la rubia. Negó con la cabeza y ella le miraba perdida, había vuelto a descolocarla. Se estaba comportando extraño, como siempre, aquello no era novedad, pero había perdido el hilo de la conversación en dos ocasiones.
— Hay una diferencia abismal entre estar enamorado y no sentir nada por alguien. –La frase se quedó unos segundos en el aire, hasta que pudo continuar.– Es imposible no sentir nada por alguien que es importante. Tú, precisamente tú, deberías saberlo mejor aún que yo.
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Bajo vigilancia.
أدب المراهقينDescubrir que la vida tiene sus inconvenientes puede ser un duro golpe, más aún cuando eres joven y crees que eres invencible. En esta historia, sus protagonistas se van a enfrentar a su propio destino, creyendo estar preparados y encontrándose con...