Los Desmenuzados

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                                                                                                                                                                         desmenuzar

tr. Triturar, fragmentar, dividir en partes muy pequeñas

RAE

Todos estamos un poco rotos.
Hay quienes tienen apenas una quebradura, que se arrastran por las calles demandado atención, exagerando su dolor. Otros están un poco más divididos, trozos variados, eso sí, que no llegan a ser desgarradores. Se refugian tras una charla monótona y trivial que exprime sus vidas, guardando sus nostalgias para compartir con aquellos pocos allegados a los que consideran "dignos". Y están, también, los que se encuentran desmenuzados en pedazos. Partes tan pequeñas y tan rotas que, aunque las intentes volver a juntar con todas tus fuerzas, se vuelven a desmoronar como montañas de arena.

Es de ellos sobre quien les quiero hablar: los Desmenuzados. Ellos se esconden tras sonrisas ensayadas en el espejo. Lavan sus lágrimas y tragan su sangre. Tiñen su mundo de un color desesperado, una lámina delgada y vacilante que se rompe al más mínimo toque. Crean una fortaleza imaginaria en donde buscan el consuelo que nunca se les ofrece, ríen a carcajadas ocultándose en una celda de veinte cerraduras. Dudan de su cordura, de su piel, de sus latidos. Y odian. Odian como no se puede uno imaginar. Odian tan fuerte y tan profundo y tan constante, que saben vivir con ello. Y se arrastran y se embadurnan en su tristeza, sintiéndola cotidiana, mientras hay quienes suplican auxilio desde una mísera quebradura artificial.
Porque los desmenuzados en pedazos, en trozos diminutos, en montañas de arena, son los que viven a pleno. Para sentir odio hay que haber sentido, alguna vez, amor. Colman cada día en una pelota de sentimiento que crece y crece. Es un desorden enredado. Han pasado por todo pero se sienten nada. Son los más resistentes. Han vivido y visto tanto, que es difícil romperlos más.
Yo no soy quién para opinar, pero seamos realistas: no es posible destrozar algo que ya está desmenuzado. Los Desmenuzados lo saben, y encuentran en ello su consuelo. Saben que están en el fondo, al final de todo. Saben, y son conscientes de muchas cosas, porque abren los ojos a la realidad que todos nos esforzamos por evadir. Es que, aceptémoslo: sería tan fácil sonreír en la ignorancia...

Y ya que estoy poniéndolos al tanto de la situación, me voy a tomar el atrevimiento de intervenir momentáneamente. No es con más motivo que el de informarles al respecto. Quizá no resulte de mi incumbencia proseguir con el tema. Pero quienes nos refugiamos en las palabras, no sabemos callar. Así, en contra de todo lo moral, agregaré a esta descripción un detalle personal.

Acá va entonces mi razón de escribir. ¿Que cómo sé tanto? Muy simple: yo conocí a un Desmenuzado. Y no solo lo conocí, sino que me enamoré de él.
Me atrajo su máscara de charlatán, su sonrisa fácil. En ese entonces nunca había encontrado uno, o quizá no me había dado cuenta de cómo descubrirlos. Lo conocí ciegamente y me encariñé de su encanto sencillo.
Hasta aquel día que me enteré que era un Desmenuzado. Y no uno cualquiera: uno que estaba tan pero tan roto que sus heridas ya no tenían más sangre que derramar. Uno que tenía una máscara y una actuación tan perfectas que nunca me hubiera imaginado la verdad que callaban sus ojos.
Admito que me asusté. Qué asustar... Me horroricé. Me sentí ahogada. Sentí que no podía vivir con ello, con alguien que sabía que no podía arreglar. Con alguien cuyas montañas de arena se venían abajo cada vez que las intentaba volver a armar. Porque, seamos sinceros por un momento, y pensemos en la naturaleza humana de ser egoísta. ¿Acaso no nos regocijamos cuando sentimos que pudimos arreglar algo? ¿Cuando nos esforzamos al máximo por cumplir aquel propósito de "ayudar" al otro? Somos así y no podemos evitarlo. Sentir que pudimos hacer algo por otra persona nos hace, inevitablemente, sentir bien. Nos hace pensar "él está mejor porque yo lo ayudé". Y quien diga que nunca consideró tal pensamiento, miente.
Yo no voy a mentir en las páginas que escribo, porque, si así fuera, esto simplemente no tendría sentido. No voy a mentir y, por eso, digo que me sentí así: decepcionada de que no pudiera ayudarlo. Mal, porque él estaba roto y yo no, y no éramos equitativos en esa complicada invención de cultivar una relación. ¿Por qué no podía estar así yo también: desmenuzada? Al menos así sabría cómo se siente, cómo ayudarlo, cómo comprenderlo en vista de sentirme bien por haberlo arreglado.

Con ese y mil pensamiento más, me alejé en busca de aire. Huí, mejor dicho. Huí para pensar, buscar y volver a buscar en mi mente. Sentía que mi percepción de la realidad se estaba incursionando en lugares oscuros. La ausencia de aquel Desmenuzado se sentía, estaba presente en cada segundo que pasaba. Así, abrí los ojos. Al no tener su aire, yo también me había roto un poco. De hecho, lo había estado desde hacía mucho antes. Porque, como ya dije, todos lo estamos en alguna medida. Cada uno tiene su montoncito de cicatrices. La parte difícil es saber aceptarlo.

En ese descubrimiento personal, encontré el aire que me faltaba y regresé a él. Seguía igual de desmenuzado, quizá más que antes, si era posible. Y, como un milagro caído del cielo, él comprendió. No era lo mismo entonces. Porque ahora sabía que yo también estaba quebrada, y que juntos podíamos convertir tanto dolor en algo que valiera la pena.
Aprendí a amar cada una de sus cicatrices. No es fácil. Lleva tiempo, y trabajo, y respeto, y paciencia. Pero, sobre todo, lleva cariño. Amor. ¿Encontrar el amor? No es así de sencillo. Quizá piensen que no soy quién para tratar tan delicado tema, pero, realmente, ¿quién lo es? ¿Quién tiene derecho a hablar al respecto? A esta pregunta sí le tengo una respuesta: cualquiera que lo haya sentido. Todos y cada uno de nosotros tiene su percepción particular, siente y ve al mundo de manera distinta, en una perfecta armonía de humanidad. Mi manera, entonces, de amarlo, fue aceptar cada uno de sus pedazos, por más pequeño que fuera. Por más que, sosteniéndolos, me haya cortado las manos muchas veces y haya tardado cientos de días en volver a sanarlas. Querer cada trozo aun sabiendo que no podía volver a juntarlos, y que eso estaba bien. Porque si los unía, si tal milagro fuese posible, entonces ya no estaría frente a un Desmenuzado. Y yo me enamoré de uno. Y sé y puedo afirmar, que jamás vas a encontrar a alguien que sienta tanto como uno de ellos.
Me ahogué en un Desmenuzado, y me cubrí con sus pedazos de dolor, fortaleciendo cada parte de mí, amando cada trozo y abrazándolo en la verdad. Encontré a un Desmenuzado y respiré su aire de anhelos.

Si sos uno de ellos, creo que el mensaje es claro: no vayas a pensar, ni por un segundo, que estás solo. Somos muchos, y a centenares, quienes nos preocupamos por ustedes.
Mas, si no te considerás tal, pensá que, quizá alguna vez, podés tener la suerte de cruzarte con uno. No desesperés si no sabés reconocerlo al principio. Quizá no sepas qué tan roto está. No te asustés si encontrás cada vez pedazos más pequeños. Solo tenés que sentarte, respirar, y escuchar. Porque no vas a encontrar a nadie más real que a un Desmenuzado, y deberías sentirte afortunado de poder admirar tanta fortaleza. No es fácil, y lo entiendo, pero vale la pena.
Hay que aprender a valorarlos. Son quienes llevan la verdad de nuestras vidas, y la arrastran sobre sus espaldas por eternidades, destrozada en pedazos tan pero tan pequeños que no es nuestra culpa que cueste distinguirlos.

Cuidado, algunos cortan. Pero, si aprendés a respetarlos, les podés dar la forma que vos necesites: una que no derrame más sangre de los dos y que, en cambio, conquiste sonrisas y robe carcajadas.

Los DesmenuzadosWhere stories live. Discover now