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Sumergido en el disgusto, no dudó en abandonar la habitación donde la visita platicaba plácidamente con sus padres y hermanos. Si él era sincero, nunca tomó una opción tan irrespetuosa. Pero, en esta ocasión simplemente no podía, ya que el estar ahí producía una tensión —quizás sólo para él.— por lo que se dispuso a tomar asiento entre las gradas de madera que culminaban en la segunda planta del hogar a dos piezas del susodicho. Donde tomó un descanso, inhalando y exhalando pesadamente para tratar de tranquilizarse.
No obstante, alguien estorbó su pequeña meditación, aproximándose cada vez más, produciendo además el rechinar de la madera, tanto del suelo, como las gradas en las que el pelirrojo reposaba.
Dicha silueta, resultó siendo Bejamin Jones. Un muchacho de cabellera rubia acompañada de ojos verdes pistacho y contextura mesomórfica, quien vestía sencillas prendas oscuras: jeans ligeramente sueltos y camiseta manga larga. Casi todo iba bien hasta ese momento, a excepción de una inquietud reflejando su semblante.
Seguidamente se acomodó próximo al pelirrojo, quien sintió la presencia, tal como sus padres le habían pedido. Y sin embargo, el opuesto se negaba a dirigirle tan sólo una mirada, por lo que sus ojos viajaban a distintas zonas sin sentido alguno hasta culminar en el pavimento.
—Joe —manifestó en el momento que involuntariamente invadió el hombro de Joseph con una mano.—¿Pasó algo? Te fuiste de repente.
Pese a que se encontraba dispuesto a no contestarle, una inquietud e increíble deseo de soltar todo lo que guardó por años creció, causando que así sea.
—¿Cómo puedes preguntarme eso? —finalmente visualizó al contrario con amargura.— Tú eres el que realmente se fue sin decir nada.
—Pero yo no me fui.
No comprendió el comentario, por lo que el incómodo silencio llevó a reflexionar sobre esto, y para cuando tenía una idea precisa sobre el tema, optó por hablar nuevamente lleno de nerviosismo. El vago recuerdo de algo terrible regresó dando dolorosos golpes en cada pensar.
—Sobre la mudanza... Lo siento si te mentí. Es que, había olvidado avisarte antes. Cada tarde que ibas a mi casa, por más que te diera un poco de miedo el cementerio que estaba al frente, y veía tu rojizo cabello por mí ventana, olvidaba casi todo, por más importante que fuera.
—¿Y cuando te mudaste encontraste otra ‘cabellera rojiza asomando por tu ventana’ y te olvidaste de mí?
Después de aquello, el enojo no tenía lugar, pues este había sido robado por la confusión, acompañado de un ligero rubor entre las blanquecinas mejillas del rubio. Aunque al parecer no sería el único que tendría este detalle en el rostro.
—Sé que éramos pequeños. Y no pude comprender ese sentimiento por años. —tomó nuevamente el tema, jugueteando con cada dedo.
Mazzello recapacitó por un momento, hundiéndose en antiguos recuerdos, en los que era feliz a su lado, cuando nunca pensaría sobre la homosexualidad del contrario. La inocencia que llevaban cuando tenían trece y catorce tapó ello.
Cuando notó la clara vergüenza y tristeza en el rostro del rubio creada por no obtener respuesta alguna, no pudo contener la culpabilidad, tanto que estuvo a punto de decirle puedes besarme por lo culpable que se sentía, pero Benjamin esquivó el tema.
—No pude llamarte porque odiaba haberte mentido. No sabía cómo podría volverte a hablar después de todo lo que te hice creer.
Ahora, tan rápido como iban las palabras de Ben, Joe se sentía inhumano. Ya que, estuvo esperando alrededor de nueve años alguna señal de él. Y ahora que se reencontraron, lo ilusionó y avergonzó.
No importaba que tan sencilla resultara la forma, siempre ansió su regreso más que nada en el mundo. Pero, nunca se dignó a preguntar dónde estaba. Por eso, para los demás, era como si lo hubiera olvidado de un día para el otro. Él también había sido un pésimo amigo.
—Lo siento.—soltó sin dudarlo, jugueteando con los dedos y a su vez observando estos.— Yo, creí todo este tiempo que lo habías hecho porque me reemplazaste.
—¿Reemplazar? Tú eres mi mejor amigo. ¿Cómo puedes pensar que yo sería capaz?
—Oh, Ben —esta vez sí dirigió sus pardos sobre los verdes del opuesto.— Creo que sería mejor que empezaramos de simples amigos. Quiero decir, no nos hemos visto o hablado por ¡Nueve! Años. Quizás somos algo cercano a simples conocidos.
Benjamin mordió fugazmente el labio inferior, no le gustó mucho la idea, pero era quizás la última salida. Tuvo una idea para el desenlace de tensión entre ambos. Posiblemente, no debía, ya que no sabía exactamente cómo era ahora. Pero, se arriesgó.
—Eh, entonces... —estiró la izquierda para que este accediera a un apretón de manos como final de trato.— ¿Comenzamos desde cero?
Joseph asintió formando una sonrisa que reflejaba tranquilidad, y de esta forma, contagiando inmediatamente al rubio. Finalmente, aceptó la propuesta posicionando su palma contra la de Benjamin y largos dedos por debajo de esta. ¡Funcionó!
—Oh, y por cierto. —añadió Joe.— Siendo mi amigo, tendrás que aceptar mis bromas.
—Acepto, ¿Dónde firmo?
—Pues, primero tendrás que darme un anillo, Benjamin. ¡No puedes casarte sin un anillo! —exageró la voz.
Éste alzó la derecha, señalando el dedo anular, como si se tratara de una pareja. Esto llenó el ambiente de humor, pues ambas risas eran cómplices, y Ben no se quedaría atrás entre las bromas homosexuales.
—El anillo es mi corazón. —guiñó.
—Ay, Benny eres tan tierno. —bromeó tratando agudizar el tono de voz, imitando a una típica chica fresa.
Ahora lucía como si los años no hubieran pasado. Reían sin parar como antes, bromeaban con completa confianza, sin dudar. El lazo entre ambos se recuperó increíblemente rápido. Lanzaron los sollozos de esa vieja tarde de otoño al tacho, para crear una nueva amistad mientras las nuevas y anaranjadas hojas los rodeaban como en aquél otoño.
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¡Gracias por los votos! Terminé convirtiendo esto en un One-Shot, porque, por más que tenía miles de ideas de lo que ocurriría después, nunca supe como escribirlas sin que se vieran mecas. :(
