« Con Especias. »

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E—
14041986

Nos conocimos siendo los ansiosos durante la noche.

Levi pasaba por la Alameda Central en mera compañía de la música; con ese porte solitario tan característico a cada paso y el aire recorriendo en cada una de sus pestañas.

Yo era un violinista de noches trágicas que generaba dinero con su música cada tercer o quinto día sobre las aceras de lugares transitados.

Lo miraba desde lo lejos, no era la primera ni la última vez que lo vería. Tanto él como yo nos habíamos enterado de la existencia del otro, solo que no lo aceptábamos fácilmente.

Levi visitaba los lugares "casualmente" donde yo me colocaba a tocar; dejaba baratijas curiosas, recuerdos de monedas antiguas, llaves oxidadas, una ocasión dejó plumas con toques Aqua y Verdosos, en otra dejó una rana disecada que hizo a la gente ahuyentar y con ella su dinero.

Me provoco risas por el pasar de la noche.

Yo ocupaba cada objeto que dejaba y lo llevaba conmigo cada noche como un amuleto de la buena suerte; le dedicaba una o dos canciones, hasta tres, en presto o alegreto.

Y él las escuchaba gustoso.

No fue hasta una noche donde yo tocaba al aire y él vestía negro su cuerpo, que me atreví a invitarle una taza de café y galletas de nuez, en la cafetería más cercana.

—No te conozco. —dijo.

—Soy Eren Jeager, músico y poeta, ¿y tú eres?

—Levi, solo Levi.

—Ya nos conocemos, ¿quieres esa taza de café?

—Prefiero el té.

Recuerdo que lo llevé casi a rastras hasta el establecimiento, conservaba su distancia de manera complicada, impecable hasta en su palabras, era tan perfecto como un rompecabezas de 2000 piezas, y yo iba a armar ese rompecabezas.

No fue hasta la tercera taza que nos enteramos de ir en la misma institución y que nuestro grupo solo se separaba por otros tres.

Él estudiaba diseño gráfico y arquitectura, yo estaba dentro de Turismo e Historia Universal, eso explicaba el porqué nunca lo había visto; sin tocar el hecho de que nuestros horarios en ese entonces no coincidían en nada.

El camino lo tomamos sin pensarlo; lo seguía viendo por las noches, aunque nunca hablábamos dentro de las aulas de estudio a más que estuviéramos solos.

El secreto se formó solo, después de noches taciturnas y estrellas lloronas.

Sus labios sabía a Mantequilla y a Nuez.

Él decía que odiaba el café pero que le gustaba cuando me besaba.

Nunca nos hizo falta forzar la conversación.

Fluíamos a ríos lentos.

Éramos algo que no mostrábamos frente a otros.

Nos gustaba la compañía del otro y el sabor que transmitíamos.

Café y té.

Galletas y nuez.

Chocolate y menta.

Levi y Eren.

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Leeren

La necesidad de un Chocolate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora