Capítulo 7

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Habían pasado dos semanas, los últimos días Corey le pidió a Alessandro no verse porque tenía exámenes y su presencia le distraía demasiado, pero al tercer día ya sentía que lo extrañaba demasiado.

Cada noche después de que su madre se iba, el teléfono sonaba y al responder era Alessandro preguntándole por su día.

Corey se sentía fascinado por él, le gustaba demasiado y no solo era por su increíble atractivo, cosa que aún no se creía del todo, que un tipo como Alessandro se fijara en él. Lo que más le agradaba era lo atento que estaba siendo, los primeros días se vieron a diario y, aunque no se quedaban a solas por mucho tiempo, los besos y caricias algo intensas no faltaron.

Cuando el teléfono sonó, Corey lo tomó de prisa escuchando esa voz grave preguntándole cómo le había ido. Se sentó en el sillón y suspiró mordiéndose los labios.

—Quiero verte. —susurró interrumpiendo la misma pregunta con la que Alessandro comenzaba cada llamada. —Sé que dije que estaría ocupado con mis exámenes, pero realmente no es como para que no pueda salir contigo, y quizá es muy pronto para que diga esto...

—También te extraño. —dijo Alessandro con un tono que Corey interpretó, imaginando que debía haber estado sonriendo. — ¿Cuándo terminas esos exámenes?

—Mañana es el último.

— ¿Enserio? Esa es una excelente noticia.

— ¿Nos veremos mañana?

—Espera, tengo que atender otra llamada.

Corey se separó del teléfono al escuchar el tono de que le había colgado. Lo miró unos segundos y sintió un extraño remolino en el pecho, casi enfado ante la forma en que le cortó sin siquiera responderle o decir algo más amable. Suspiró diciéndose a sí mismo que debía ser algo muy importante como para que hiciera algo así de buenas a primeras, tal vez de trabajo, y pensó que le llamaría más tarde, así que se llevó el teléfono al sillón y se quedó viendo la tele mientras esperaba.

Los minutos se hicieron horas, pero no desistió, fue por sus libros para estudiar un poco antes de dormirse.

Cuando llegó la media noche tuvo que poner el teléfono en su base e irse a dormir, aunque no de muy buenos ánimos tras la ausencia de una llamada siquiera para despedirse adecuadamente.

Tal vez estaba dándole demasiada importancia a algo tan simple como una llamada. No podía enojarse por eso, sería demasiado infantil.

A la mañana siguiente, cuando Corey ya se había marchado, Paula despertó por el sonido de los golpes contra la puerta principal, se levantó algo confundida y fue a abrir encontrándose con un hombre que llevaba un portafolio y vestía un elegante traje, éste le miró extrañado y luego carraspeó para hablar.

—Disculpe, busco a Corey... —leyó algo en su móvil antes de continuar. —Corey Gibson.

— ¿Para qué? —cuestionó Paula frunciendo el ceño bastante extrañada.

— ¿Usted es su familiar?

—Soy su madre, así que si necesita algo de mi hijo...

—Entiendo. —la interrumpió volviendo a mirarla, esta vez con un descaro que a ella no le agradó, incluso cerró más la bata que llevaba puesta. —Debe ser la señora Paula Gibson. Es un placer conocerla.

— ¿Quién demonios es usted? ¿Por qué sabe mi nombre y viene aquí buscando a mi hijo?

—El señor Raymond Cantrell me habló de usted.

Después de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora