Días aquellos - 03: Todos o ninguno

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Esperamos horas, hasta que un oficial más joven que Clayton entró al lugar con un hombre que parecía estar teniendo un ataque de nervios. Este abrió la celda en dónde estaba la chica de cabello alborotado, y encerró allí a aquel hombre ansioso. 

Antes de que el oficial abandonara la sala intenté detenerlo, quise preguntarle por lo sucedido anoche, pero este me ignoró y cerró la puerta en cosa de escasos segundos. 

La muchacha dentro de su celda se alejó rápidamente de aquél hombre ansioso, lo miraba con cierta desconfianza, pude notarlo, encogiéndose de hombros, y no quitando la mirada de su cuerpo.

-¿Estás bien? -Preguntó el hombre de traje, al enterarse de la forma en como lo miraba la chica detrás de él.

Pero ella no respondió.

Aquello me hizo pensar. No hay una relación entre nosotros como para que nos mantengan al margen del resto de las personas que se encuentran en la otra sala. Todos aquí estamos asustados en la medida que requiere la situación, y ni siquiera sabemos muy bien por lo que estamos pasando. 

Siento que en algún momento, cuando Eli y yo nos sintamos un poco mejor, deberíamos salir de aquí, de vuelta al aprtamento.

Ella ha permanecido sentada en la esquina de la celda, sin decir palabra alguna.

Solo quería preguntar si se encontraba bien. Logré deducir la respuesta mirando su rostro por un segundo. No era el momento para hablarle.

-¡Maldita sea!

Un hombre junto a una niña (supongo es su hija) en la celda frente a la nuestra comenzó a gritar y a maldecir, la niña parecía no tomarle en cuenta, pero el resto de nosotros en la sala logramos prestarle atención.

-¿Se encuentra bien? -Pregunto.

-No, no estoy bien. Mi esposa no contesta a mis llamadas. Y venía para acá...

-Supongo que no es el mejor momento para perder la cabeza con la niña a su lado.

-Mi hija es igual de fuerte y temperamental que yo. Puede ver y escuchar lo que sea.

-Bien, olvide lo que dije. 

-¡Oiga! ¿Aún tiene señal de teléfono?  -Preguntó un chico que se encontraba en una celda de la esquina junto con alguien se su edad.

-Así es, pero no lo soltaré. 

-Señor, por favor, nuestros padres no saben que estamos aquí... -Dijo el otro chico.

-Debería ayudar a este par de niños... no creo que duren mucho allí fuera por su cuenta. -Interrumpió la muchacha de ropa rasgada junto al hombre de traje.

Decidí poner atención a penas ella comenzó a hablar.

-Es cierto, los policías atraparan a estos delincuentes otra vez. Porque sí, vi que les arrebataron una mochila llena de medicinas robadas. -Dijo el hombre musculoso que posee el teléfono.

-Nuestra madre las necesita, al igual que nuestra hermana, solo queríamos lo mejor para ellas.

-Créanme que deberían preocuparse por recuperarlas, y si pueden, también consigan un poco de comida.

-¿De qué estas hablando? -Preguntó Elizabeth levantándose del suelo, mirando a la muchacha desaliñada frente a nosotros.

-Solo aléjense del resto de las personas, busquen a sus familias y duren lo mas que puedan encerrados en casa. Y creo que todos deberían hacer lo que digo.

-Espera, ¿Por qué estas diciendo esas cosas? -Pregunté. 

La muchacha intenta acomodar un poco el brazo derecho de su corta blusa, casi como si estuviera preparándose para comenzar a hablar.

-Anoche, una amiga mía fue atacada por uno de nuestros clientes. Cuando él despertó de una pequeña siesta... se lanzó sobre Clarissa... 

Dejó de hablar.

-Si tienes las llaves de las celdas deberían abandonar este sitio ya mismo, no querrán que nadie se abalance sobre ustedes y se coma su cara.

-Sí, cómo no. -Dijo el hombre musculoso en tono burlesco.

-Lo que ella dice es cierto, anoche vimos como mordían el rostro y cuello de un oficial. 

Todo el mundo me puso atención. Supongo que al notar mi seriedad decidieron en pensar el salir de esta sala. Desde los dos chicos, hasta una familia frente a ellos, todos comenzaron a susurrar, incluso el hombre de músculos hablaba al oído de su hija.

Eli y yo charlamos sobre volver al apartamento, supongo que tomó un aire de valentía cuando la muchacha frente a nosotros contó su historia.

-Tú tienes las llaves, podemos salir de aquí inmediatamente, y sacar a los demás.

-No, dejaré las llaves al tipo de músculos, nosotros nos vamos antes de que se peleen por salir por la puerta. 

-Mel... ¿De qué estás hablando?

-Apenas las celdas se abran todos se abalanzarán hacia la puerta, no podemos quedar atrás sabiendo que hay peligro asechando.

-No puedo creer lo que estás diciendo.

-Tú fuiste la que entró a la celda por nuestra seguridad, y ahora quieres que los demás se vuelvan un problema. No te entiendo, Elizabeth.

-Fue antes de saber que estuviéramos en verdadero peligro, Mel. 

Hizo una pequeña pausa.

-Mira a esa niña, a los chicos, a esa familia de allá, a ese anciano. Un mínimo de ayuda los hará sentir un poco más seguros.

De la interferencia en el interior provocada por susurros, pasamos a un silencio penetrado por un grito desesperado del otro lado de la puerta. 

Rápidamente Eli tomó las llaves de las celdas que dejé en mi bolsillo, entonces abrió la celda, y comenzó liberando al padre son su niña pequeña.

De pié esperé a que todas las celdas estuvieran abiertas, y que todos estuvieran en el pasillo. Solo entonces, Eli llego a mi lado.

-Ayudar a todos o ninguno.

Puse mi mano en el pomo de la puerta, y entonces un disparo se escuchó, seguido de eso vinieron los gritos de hombres y mujeres, para terminar el calvario con dos disparos más.

Sentí que no podía abrirla, pero giré el pomo de todas formas.

El salón era un caos completo, lo que no evitó que los chicos jóvenes y la familia salieran corriendo de la estación. 

Un charco de sangre y un cuerpo en el suelo me dejaron en claro lo que había pasado. Lo que ocurrió anoche estaba presente una vez más.


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