46. Última fantansía.

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—¿De camino a casa a pie?—pregunta una voz suave llegando hasta a mí. Él ha dejado de evitarme y eso bueno, porque lo extrañaba desde nuestra ruptura.

—Sip—digo. Intento con todas mis fuerzas que esto no suene raro, porque no soportaría que a pesar de dos meses de haber terminado, las cosas sigan sin resolverse. Diego sonríe levemente, luce un poco nervioso, como un espejo que me da una idea mental de cómo yo mismo me veo—. No exactamente a pie, pero tú sabes. Hoy tomo el autobús.

—Ja. ¿Qué le ocurrió a tu auto?

—Le pedí a papá que lo mandara a revisar—le explico, haciendo una mueca con los labios—. Estaba haciendo un ruido raro en las balatas. Nada del otro mundo.

—Ya veo—susurró y siguió caminando a un lado mío, saliendo por las rejas amarillas de la prepa y continuando sendero abajo por la calle inclinada.

El tiempo hoy era malo. El cielo estaba cubierto de nubes cargadas y parecía que no tardaría mucho en iniciar a llover, así que apretamos el paso, acompañándonos silenciosamente a la ruta de buses que nos llevaban a casa.

—Pareces de buen humor —me dijo Diego. Yo por mi parte, sonreí hacia el piso. Realmente hoy me había levantado con el pie derecho y él día no hizo más que mejorar.

—Algo así. Desayuné un buen sándwich de pollo con queso, le conseguí una cita a María con un chico de sexto año, mi relación con papá es cada vez más buena, saqué diez en mi examen de Física. Oh, encontré una nueva lectura en la biblioteca hoy.

Diego rueda los ojos ante eso.

—Olvidaba que eres un romántico empedernido.

—Bueno, ya sabes. Puedes culpar al cine y las novelas juveniles —él soltó una risita:—. Podría decirte lo mismo, tú eres el chico más cursi que he conocido. De verdad.

Diego vuelve a reír. Su representación de Romeo y Julieta no le da mucha ayuda para contradecirme, así que deja de hablar respecto al tema.

—Parece que todo va muy bien estos... meses.

Es cierto. Nunca me había dedicado tanto tiempo para mí mismo, me gustaba, era relajante. No me sentía sin identidad y no dependía de mis sentimientos por nadie. Era bueno, se sentía correcto.

»¿Cómo va todo con... Emilio?—me pregunta, fingiendo por unos segundos desinterés, pero volteando a verme con atención:—, están juntos, o...

—Aún hay "algo" —hice comillas con sus dedos—, por supuesto. Nos vemos a menudo caminando por los pasillos, en el trabajo con todo esto de 'Aristemo' y con todo este asunto de la serie que empezamos a grabar, más. Pero en realidad no hemos tenido ninguna charla normal. Siempre que lo encuentro estoy siendo un idiota inseguro o él se limita a sonreírme. No sé, es extraño.

—Conociendo todo lo que pasó con ustedes, a mí me suena bastante como una historia cliché de amor. Ya hasta puedo saber él final, ¿te lo digo?—se burla sosamente, levantando una de sus cejas rubio oscuro mientras exclama:— ¡Terminarán juntos! Y vivirán felices para siempre, cómo chingados no.

—Créeme, Diego, no es la clase de cliché que me gusta—, digo. Bueno, quizás un poquito.

—Ajá—el resopla mientras ríe, negando con la cabeza. Los rizos despeinados y sueltos han vuelto a crecer, cuelgan hasta la mitad de su cuello y brillan en destellos dorados. De pronto, platicar de estas cosas con él, mirándose así, sin preocuparme si estoy siendo lo suficientemente ideal con él, es como regresar a los viejos tiempos. Aquellos en los que ambos nos dirigimos al bus porque nuestra casas estaban de camino y llenamos en silencio con pláticas relajadas, sin importancia—. Seguro que se casan y adoptan cinco niños, y tendrán dos perros, y una casa enorme, y... ¡OH! Ya sé, ya sé. Alguno de los dos quedará embarazado milagrosamente—me mira de arriba a abajo y sólo puedo reir de su expresión—, definitivamente serás tú.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora