~El chico del Tren~

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Todos los días Min YoonGi utilizaba la línea seis del metro antes y después de clases. El trayecto de casi media hora, desde su complejo departamental hasta el instituto, se había convertido en algo rutinario. Todos los días, YoonGi admiraba a las personas que compartían el vagón con él, en su mayoría estudiantes y trabajadores de oficina. Le parecía curioso cómo el gris era el color que reinaba tanto entre los trajes como en los uniformes escolares, formando así una paleta casi depresiva. Su mismo uniforme, gris con blanco, no le hacía más que mezclarse con el resto de los pasajeros. La mayoría de las personas llevaban audífonos o material de lectura, absortos unos de otros cada quien en su propio mundo, con sus propios problemas. YoonGi era el ejemplo perfecto. Últimamente se le hacía más difícil levantarse de su cama, vestirse e ir a la escuela. Los días le parecían simplemente muy largos y cada vez ansiaba más la hora de irse a la cama para poder  alejarse del mundo que le rodeaba. Su único escape era la música, no salía de casa sin sus auriculares y raramente se desprendía de ellos.

Para su mala o buena suerte, el día que vio por primera vez al chico de cabello rojo, los había olvidado sobre su cama. No se había percatado de ello hasta que se encontró a sí mismo buscándolos dentro de su mochila con el fin de apagar el bullicio del vagón. Suspiró frustrado al no encontrarlos, el trayecto  le iba a parecer un martirio sin ellos.

Pasaron solo dos estaciones y a YoonGi ya le había parecido eterno. El sonido de las puertas abriéndose y las personas entrando y saliendo del vagón era lo único que se escuchaba, al menos era demasiado temprano para escuchar las pláticas animadas características del trayecto de la tarde.

Cuando las puertas se abrieron por tercera vez, una risa escandalosa llenó el vagón por completo y provocó que varias miradas se giraran en busca del propietario de la misma. YoonGi fue uno de los curiosos y pensó:  

¿Quién en su sano juicio se estaría riendo a las 6:40 a.m.?


Cuando el azabache levantó la mirada pudo ver a tres muchachos vestidos de saco verde esmeralda entrar en el vagón y sentarse casi frente a él. Los tres chicos provocaron que varias miradas se girasen hacia ellos, sus coloridos uniformes contrastaban de manera llamativa con el gris de la mayoría. Además de pertenecer a una de las mejores escuelas privadas de Seúl, los muchachos eran bastante apuestos.

A YoonGi le había llamado la atención de manera especial el chico de cabello rojo y dueño de aquella risa tan peculiar. Había algo acerca de él que parecía iluminar el lugar en el que se encontraban. Sentado frente suyo, YoonGi no pudo evitar observarle el resto del camino. El chico hablaba animadamente con sus dos compañeros, un azabache y un castaño que parecían ser menores que el pelirrojo. Le pareció extraño que estudiantes de Seocho-gu utilizaran el metro, no que no pudieran hacerlo, simplemente que en su mayoría contaban con sus propios autos o en todo caso, choferes. A los muchachos sentados frente a YoonGi parecía no importarles utilizar el transporte público, estaban tan inmersos en su propia plática que el resto de las personas les resultaban invisibles. YoonGi no pudo evitar seguir observando al muchacho pelirrojo por el resto del trayecto.

Los tres chicos bajaron una estación antes que YoonGi y, aunque le resultaban completamente desconocidos, el vagón se sintió un poco vacío sin el sonido de sus voces.

El resto del día, YoonGi no pudo sacarse al pelirrojo de la cabeza, ni a él ni a su sonrisa. Había algo en ella que le hacía querer sonreír a él también.

Para su sorpresa, el chico que había ocupado su mente todo el día volvió a subir al metro, al mismo vagón que él, pero esta vez no iba acompañado por los muchachos de la mañana, sino por un libro que descansaba entre sus piernas mientras lo leía hasta llegar a su parada.

~El chico del tren~ [Yoonseok One shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora