Capítulo 4

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Los guiños, los comentarios con doble sentido, las miradas, las sonrisas burlonas... ¿Bellatrix se comportaba así con todo el mundo? Hermione no podía dejar de mirarla mientras se alejaba. ¿Sentiría ella algo parecido? ¿Las cosquillas en el estómago, la debilidad en las piernas, el calor en el pecho? No. La experimentada y preciosa bruja no iba a temblar como una adolescente por una alumna del montón. "¡Pero no soy del montón!", objetó Hermione contra su propio juicio. Vale, es evidente que ella no siente mariposas revoloteando, ¿pero y la soledad? ¿Y el miedo a una guerra que acabe contigo y nadie te recuerde porque simplemente no has tenido a nadie?

"Me enfrenté a un troll con once años, ¿y me da miedo enfrentarme a mis sentimientos, por muy absurdos que sean?". Envalentonada con estos pensamientos y con el alcohol en sangre, Hermione se quitó los zapatos de tacón, los tiró en medio de la nieve y corrió con toda su energía hacia el objeto de su deseo.

-¡Pero qué demonios...!- Exclamó Bellatrix girándose en cuanto oyó que la seguían de nuevo.

No pudo acabar la frase porque Hermione se abalanzó sobre ella y estampó su boca contra los labios rojo sangre. Con más necesidad que delicadeza, la joven deslizó un brazo por la tensa espalda de la bruja. Bellatrix, paralizada, no respondió al beso, pero dejó que la chica siguiera por unos instantes profundizando en su boca con ternura. Cuando su cerebro respondió al fin y le gritó lo inapropiado de la situación, la matriarca de los Black se separó y miró a Hermione con los ojos completamente abiertos.

La sabelotodo no sabía si reír o llorar. ¡Por supuesto que Bellatrix no sentía lo mismo, cómo iba a corresponderla una mujer que podía tener a cualquiera que deseara! Y sin embargo, era la experiencia más íntima que había compartido en su corta existencia. Krum, Ron... ninguno de sus escasos besos y tonteos previos podía catalogarse como nada comparado a lo que acababa de vivir con la bruja oscura. La magia era eso. No los encantamientos absurdos ni las maldiciones imperdonables. La magia era estar tan cerca de Bellatrix y sentir que las soledades de ambas se fundían en un sentimiento de seguridad y de pertenencia; que podían estar solas juntas; que aunque fuese la mejor duelista del mundo y ella solo una cría, haría lo que fuese para protegerla. Solo había sido un beso -ni siquiera correspondido- y el calor de una figura temblorosa que hace mucho que ha olvidado cómo amoldarse a otro cuerpo. Pero al atisbar el desconcierto en los ojos de su maestra, le pareció evidente que el sentimiento era unidirecional.

-Lo siento mucho, profesora. No sé que me ha pasado. Sé que el alcohol no es excusa, pero usted tenía razón cuando nos dijo que no debíamos beber. Lamento mucho mi comportamiento- Dijo Hermione con toda la serenidad que le fue posible reunir, intentando mantener un mínimo de dignidad y contener las lágrimas por el rechazo.

-Esto...esto está mal... mal...- Musitó Bellatrix más para convencerse a ella misma que para responder a su interlocutora.

Era su alumna más brillante. La chica de oro, el cerebro del trío. Le doblaba la edad. Está mal. ¡Está mal! "Pero estás tan sola, Bella..." le susurró una voz apenada en su cabeza. No era suficiente haber tenido una infancia horrible de acuerdo a los estándares de las familias de sangre pura, ni haberse visto obligada a unirse a los primeros mortífagos para salvar el honor de su familia y liberar así a sus hermanas, tampoco valía haber sido la espía de Dumbledore, un peón más en la macropartida de ajedrez entre los dos grandes magos... Ahora tenía que trabajar en el colegio donde pasó una juventud en la que ninguna decisión dependió de ella porque el maldito director la necesitaba ahí. Y todo sola, siempre sola. "¡Al cuerno! ¡Si me despiden por conducta inapropiada, tendré oportunidad de enseñarles cómo se lanza en condiciones la maldición cruciatus!".

Bellatrix agarró a la joven por los hombros y la besó. Hermione respondió inmediatamente y la envolvió suavemente en sus brazos hasta que dejó de sentir la rigidez y el cuerpo de la bruja oscura se acomodó al contacto humano que no sentía desde la infancia. Bellatrix mordisqueó el labio inferior de la chica hasta que esta le permitió la entrada a su boca. Hermione mantuvo una mano en la parte baja de la espalda de su compañera mientras con la otra acariciaba los suaves rizos oscuros que tantas horas de clase había pasado contemplando. Bellatrix le rodeó el cuello con los brazos mientras sus lenguas se enroscaban y recorrían sus bocas. Fue un beso lleno de pasión y deseo, pero también de cariño, confianza y miedo al rechazo.

Cuando parar para respirar fue imperativo, Bellatrix acarició las mejillas de Hermione suavemente y la chica, por primera vez, vio duda y temor en los ojos de su admirada profesora.

-¿Estas segura de esto, Hermione?

El sonido de su nombre en boca de la bruja oscura era maravilloso.

-Más de lo que jamás he estado de nada. Y suelo estar bastante segura de las cosas.- Contestó Hermione con una sonrisa de suficiencia crecida al percibir los temores de su profesora.

-Pero soy mucho más mayor que tú, tengo un pasado... te arrepentirás... y te arriesgas a que...

-Me importa muy poco -la cortó Hermione-. Soy mayor de edad para estar con quien quiera y me interesa bastante más el futuro que el pasado. Además, tú te arriesgas a que te acusen de conducta inapropiada por seducir a una alumna...-añadió pretendiendo inocencia.

-¿Yo inapropiada?- exclamó la duelista fingiéndose ofendida y buscando recuperar su serenidad habitual- No soy yo la que tiene la mano en el culo de su profesora y lleva cinco minutos sin apartar los ojos de mi maravilloso pecho...-susurró Bellatrix en su oído.

Hermione se sonrojó descontroladamente al darse cuenta de dónde descansaban su mano y su vista. Bellatrix se rió, rió de verdad con una risa sincera y nerviosa.

-¿Es por el alcohol? ¿Y si mañana por la mañana te arrepientes y...? - Musitó la bruja oscura buscando una vez más una excusa para sabotear su propia felicidad.

-Bellatrix Black- respondió con gravedad Hermione mirándola a los ojos- Soy perfectamente consciente de mis actos y deseos, no en vano soy la bruja más brillante de mi generación. Quizá sobria pierda un poco de valor y seguridad en mi misma, pero pase lo que pase, me gustaría tener la oportunidad de estar contigo y cuidarte.

La duelista abrió la boca sin saber que responder ante semejante declaración. Ese no era el tipo de proposiciones que acostumbraba a recibir y no tenía ni idea de cómo reaccionar. Al darse cuenta, Hermione tomó la iniciativa y como queriendo subrayar sus palabras, abrazó a Bellatrix con fuerza hasta que ésta enterró su cara en el cuello de la chica.

En ese momento y pese a que los Black nunca lloran, una lágrima resbaló por la mejilla de Bellatrix. Se dio cuenta de que aun siendo la bruja más poderosa de la Comunidad, necesitaba que aquella joven casi sin experiencia (y de hecho sin zapatos) la protegiera. Como si supiera que tras décadas de desvivirse por los demás a costa de si misma, Bellatrix estaba rota y necesitaba que alguien fuese fuerte por ella, Hermione repitió suavemente:

-Si me dejas, te voy a cuidar siempre.

Alguien que cuide de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora